El 30 de julio pasado la derecha venezolana mostró un rostro que horrorizaría a cualquier ciudadano del mundo. Intentaron, por todos los medios que les fue posible, sabotear un proceso electoral. A pueblos enteros les impidieron ejercer el derecho al voto, asaltaron centros electorales, colocaron barricadas para impedir que los ciudadanos se movilizaran, dispararon contra quienes intentaron salir a votar.
Todo hacía suponer que vivíamos el preludio de una guerra civil. Sin embargo, el pueblo chavista se armó de coraje y con una avalancha de votos rechazó el terrorismo, la muerte, el saqueó, la quema de seres humanos, la profanación de tumbas, el acoso de niños y toda esa locura que en nombre de la democracia y la libertad impulsaron unos terroristas con máscaras de democrátas, fabricadas por los medios.
Al día siguiente todo era paz. Parecía que toda la violencia que vivimos durante cuatro meses fue sólo producto de nuestra imaginación.
¿Qué pasó? ¿Cómo es que una derecha que desconocía la constituyente y los resultados electorales deja de lado la estrategia de "calle sin retorno"?
Sería comprensible que esa violencia se fuese apagando en la medida en que la ANC hubiese ido tomando acciones contra los autores de la misma, pero ¿Desde el primer día? ¿Sin ni siquiera haberse instalado?
Definitivamente, la tesis de que el miedo los paralizó no nos resulta creible. Los mercenarios van a guerras con muchos más riesgos, sólo por dinero.
Nuestra teoría sobre este tema es la siguiente:
1. La derecha hebía pulsado la opinión publica y sabía del enorme rechazo que sus acciones terroristas, de muerte y destruccion estaba generando en la población. Sobre todo en los que no tenían posiciones extremistas.
2. En medio de este escenario, el Presidente, quien también ha debido tener sus números, convoca a una Asamblea Nacional Constituyente. La derecha, cuyas encuestas le decían que estaba en desventaja, opta por rechazar la convocatoria, pues podían salir con las tablas en la cabeza y, de paso, "legitimar" la ANC.
3. La MUD espondió a la convocatoria a constituyente llamando a un plebiscito en el cual ofrecieron a su gente lo mismo que podían lograr de participar y ganar la elección de constituyentistas. Tenían claro que su plebiscito era ilegal, que no era materializable, que no obtendrían respaldo internacional, pero no tenían otra opción. Intentaban cambiar de estrategia sobre la marcha con vista a unas elecciones regionales que se celebrarían pocos meses después.
4. El resultado fue fulminante. Con 1400 centros de votacion y asumiendo que el proceso no durara más de un minuto por persona, durante diez horas, el número máximo de personas que pudieran haber obtenido es 840.000 personas. Aterrador ha debido resultarles.
Afirmaron lo que quisieron (siempre hay algunos que les creen), pero el plebiscito les sirvió para confirmar los números que tenían.
5. Ahora sólo podían intentar impedir que los chavistas votaran en el proceso del 30 de julio y lo intentaron con fuerza, pero los resultados de sus acciones y de la determinación del pueblo ya lo describimos.
Es aquí donde se vieron obligados a parar la violencia. Suponemos que el mismo domingo 30 hubo reuniones donde los menos radicales le echaron en cara a los extremistas como habían generado un rechazo en la población que ahora los tenía contra la pared.
Deben allí haber discutido la posibilidad y las estrategias para convencer a su gente de que retorne y los respalde en las elecciones de gobernadores.
Perderlas es casi el acabose.
Es por ello que usted, amigo lector, debe haber sentido el recrudecimiento de la guerra económica.
Es la otra fase violenta de su plan, pero en la que son visibles de manera abierta. Buscan con ella que el pueblo se decepcione de su gobierno.
En eso estamos hoy y el gobierno de poder reducir los efectos de la guerra y demostrar que es la derecha quien la impulsa, debería anotarse un triunfo en octubre.