La definición de la palabra terrorismo

Después de recorrer el magnífico artículo de Roberto Toscano Por una definición de terrorismo, no me queda a mí más remedio que abandonar esa mismo propósito. Por más empeño que pongamos en definir el Bien y el Mal, siempre quedarán insolentes fisuras derivadas de la actitud mental de quien los define. Es cierto que las relaciones internacionales —toda relación humana— deben regularse o auto-regularse, y toda regulación facilita la coexistencia y la convivencia, pacífica de individuos y pueblos. Pero las normas están hechas con palabras que pocas veces no representan ideas completas que a su vez no incluyen valores que no exijan un acuerdo universalmente imposible.

La única definición cabal posible de terrorismo no interesa más que en Occidente: "Toda violencia física inmediata cuyo único fin es provocar terror en la población". No importa cuál sea la razón que motiva el acto de terrorismo. Pues en esa definición sólo cuenta la violencia física, la material, no la violencia moral que la provoca, sea en una relación interpersonal o en las relaciones internacionales. La tipificación de esta norma, así como la definición, condenan al autor o autores pero se desentienden de la causa de la causa. Ni el juez ni la jurisprudencia la tienen en cuenta....

Son cerebros al servicio del Estado, el único legitimado para ejercer la violencia física, los que se ocupan de la definición. Abandónese la definición de terrorismo a la iniciativa de un antropólogo desideologizado y se verá qué fácil es la definición.

Pues hay un terrorismo malo y un terrorismo bueno. El que nosotros, el de nuestras latitudes, practicamos, es el bueno. El que se practica por la causa de la independencia, por ejemplo, es malo. El que se practica para expulsar al invasor extranjero de las tierras ocupadas militarmente por él, también es malo. Lo que implica que sólo lo que sentencian los estados de una democracia burguesa es lo correcto, y así se legisla sobre terrorismo. Los intentos de una definición que contente a todos es imposible. Porque las democracias burguesas son democracias de clase y los gobernantes son por definición individuos de clase. Son muy raros los que vienen del pueblo. Sencillamente porque todo individuo "popular", de pueblo, no tiene más remedio que ocuparse sólo de vivir, quizá de sobrevivir. No puede dedicarse a la política. Por consiguiente la sentencia sobre la definición de terrorismo está dictada y contra ella no cabe apelación. El terrorismo bueno es el nuestro y el otro, el de los pueblos oprimidos, invadidos, colonizados o expropiados es el malo…

Sin embargo, la Convención de 1988 de la Organización de la Conferencia Islámica (OIC, siglas en inglés) sobre la lucha contra el terrorismo internacional dice así en su artículo 2: "La lucha de los pueblos, incluida la lucha armada contra el invasor extranjero, la agresión, el colonialismo y la hegemonía, que persiguen la liberación y la autodeterminación de acuerdo a los principios del derecho internacional no se considerará un crimen terrorista".

Dice Roberto Toscano: "Este tipo de razonamiento es inquietante y hace imposible imaginar cualquier posibilidad de poner fuera de la ley al terrorismo, como ocurrió con el genocidio y la tortura, que han sido desterrados de la civilización humana. Porque si "el terror contra un gobierno democrático no es terror", entonces envenenar niños en una guardería en la Alemania nazi no habría sido terrorismo, igual que no habría sido un acto terrorista hacer saltar por los aires un rascacielos en el Chile de Pinochet".

En resumen, la definición universal de terrorismo no es posible. Sólo es posible jurídicamente desde el punto de vista de las naciones que se entienden entre sí porque pertenecen a una misma y específica cultura. Lo mismo que el Derecho Internacional, cuyas normas son de hecho papel mojado por las excepciones que los Tribunales Internacionales, ninguno de cuyos magistrados pertenece a otra cultura que no sea la judeocristiana, evalúan y aplican a la conducta de las naciones que integran el Consejo de Seguridad y de las potencias de esa misma cultura que predominan en el planeta. En resumen, toda interpretación de una norma de Derecho internacional que pueda socavar la prepotencia y supremacía armamentística de las naciones occidentales, para resolver problemas internacionales, no sólo de terrorismo sino también asuntos de andar por casa, no sirve para nada…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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