Mientras la mayor parte del género humano viva en el hambre y en la sed de justicia, para luego morir en la miseria y en la ignorancia, el documento que ha sido suscrito en París en diciembre del año 1948, continuará presentándose ante nosotros como un objetivo todavía lejano.
Más de la mitad de las mujeres y los hombres que integran este mundo viven en el hambre y mueren en la miseria. Un cierto número de conflictos bélicos se nos presentan con características pronunciadas de guerras de contención contra aquellos países que aspiran gozar plenamente los Derechos Humanos.
Los régimenes injerencistas e intervencionistas en los asuntos de los países libres y soberanos, se adhirieron a la Declaración y la proclaman, probablemente tratan de cumplirla, pero es más importante en ellos el deseo de ignorarla antes que cumplirla e incluso la serie de documentos legislativos y de principios que forma el gran arsenal escrito de cada nación, sobre la materia de los derechos humanos, es decir, el de hacerlos una realidad, pues los régimenes imperialistas prefieren intensificar sus cruentos ataques contra los Estados que anhelan un mundo para la vida, impregnado de justicia y paz.
Los Derechos Humanos han sido convertidos en una parodia irrealizable, en una auténtica utopía.
Hemos llegado así al punto del origen de los derechos de los seres humanos, que es justamente el de su desgajamiento del reino animal, como punto de partida hacía la libertad frente a la naturaleza y hemos visto también que, a pesar de los milenios transcurridos, desde el fondo de la prehistoria se producía este doloroso y difícil arranque en el que los modelos envueltos por el capitalismo salvaje pretenden regresar a la animalidad a las mujeres y a los hombres que aspiran el derecho a su condición humana.
En estos escenarios contradictorios lo que únicamente se sabe es que los derechos fundamentales de las mujeres y de los hombres han sido históricamente pisoteados hasta la saciedad.
Por tanto, debemos salir de la fatalidad de los Derechos Humanos en lo que respecta su incumplimiento, pues no debemos aceptar esta desgracia sin intentar cambiar el curso de los hechos que revela la historia del género humano.