¡Ser venezolano no es delito!

Como un acto propio del emperador del mundo que se cree que es, Donald Trump acaba de sacar a relucir la vetusta Ley de Enemigos Extranjeros para deportar a El Salvador en condiciones degradantes, a un grupo de alrededor de 240 venezolanos que se hallaban en suelo estadounidense; a donde habían llegado tratando de cumplir el ilusorio sueño americano de la propaganda gringa, con la que el imperio ha venido colonizando por décadas la mente de los incautos que se dejan deslumbrar fácilmente por baratijas y espejitos, que esperan tengan la facultad mágica de reflejar una figura acorde con el estándar de aceptación en Gringolandia. Pero que en esta ocasión como si se tratara de una jugosa zafra comercial, fuera reforzada, impulsada y coyoteada por aquellos malparidos y fratricidas que reniegan de la noble tierra que un infausto día los vio nacer.

Pero no obstante representar un anacronismo jurídico impropio del contexto histórico actual, de acuerdo a la concepción supremacista que postula la excepcionalidad de Estados Unidos como nación, esta aberración en contra del Derecho Internacional y de los más elementales principios que resguardan los derechos humanos, tiene cierta lógica y encuadra perfectamente con el pensamiento del monarca absolutista alojado en la Casa Blanca, que considera al resto del mundo como un inmenso feudo que le debe ciega obediencia; misma que ciertamente consigue entre la corte de países dóciles y vasallos sometidos a su dominio.

De manera que, no debe extrañarnos el uso contra nosotros de un instrumento de guerra creado precisamente para atacar y hacerle daño al “enemigo”. Pues no debemos olvidar que todavía sigue vigente la orden ejecutiva emitida por el tristemente recordado Obama, que declaró a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para los intereses de Estados Unidos. Y en este punto debemos ser honestos y admitir con humildad que, en verdad desde que decidimos mantener nuestra dignidad en alto, y defender a cualquier costo nuestra soberanía e independencia como condición ineludible para lograr la suma felicidad de nuestro pueblo, con nuestro ejemplo nos convertimos en esa temida y peligrosa amenaza que desvela los sueños del todopoderoso imperio estadounidense.

Por otro lado, también sería conveniente hacer un refrescamiento de la realidad del mundo en que vivimos, porque a veces pasamos por alto que efectivamente existe una guerra, que a simple vista apreciamos focalizada en determinados puntos neurálgicos; pero en la que de una u otra forma todos estamos participando. Algunos cumpliendo su papel directamente en el campo de batalla propiamente dicho, y otros ejecutando funciones fuera del teatro de operaciones; que no obstante no estar sometido a la acción destructiva del enfrentamiento bélico, constituye un espacio tan fundamental en la confrontación, que en no pocas ocasiones determina en favor de quién será el resultado de la guerra. Pues muchas veces es allí donde radican los verdaderos factores con el poder de decisión para su continuidad o conclusión (Y ahorita lo estamos viendo en vivo y en directo con el caso de Ucrania y su pelele presidente).

Y henos entonces por eventos de la coyuntura geopolítica y la generosa naturaleza, ubicados en la segunda categoría; no solo por el cuantioso caudal de recursos naturales de que disponemos, que desde los tempranos tiempos coloniales ha representado la ambición más cara de las potencias que se disputan el dominio del mundo. Sino –y tal vez sea la razón más poderosa del inmisericorde ataque imperialista–, porque hemos demostrado nuestra resolución a ser libres, como lo proclamara en los albores de nuestra lucha emancipadora el Padre de la Patria, con esa férrea convicción que lo caracterizó en su gran cruzada por la libertad de los pueblos de nuestra América, para cimentar el nuevo orden internacional que auguraba en su anticipada visión de lo que denominó el equilibrio del universo. 

Y esa misma convicción heredada por nuestros líderes de la revolución bolivariana, es la que nos ha permitido resistir los embates y arremetidas del todopoderoso enemigo que nos agrede desde el Norte; y por ella y con ella nos mantenemos y nos seguiremos manteniendo de pie porque tenemos y seguiremos teniendo Patria, como lo reafirmó con su último aliento nuestro sacrificado y Eterno Comandante Chávez, al prevenirnos sobre las circunstancias sobrevenidas que nos habrían de acechar en el indeclinable camino de autodeterminación que transitamos. 

De manera que, esta sádica acción contra nuestros connacionales no se trata de una simple ocurrencia, u otro exceso más de un envilecido autócrata; sino que se inscribe dentro de las tácticas de guerra con las que el enemigo intenta minar la moral y la fortaleza espiritual, que nos caracteriza como pueblo con historia de lucha por la redención humana. Por eso, no será suficiente rechazar y combatir los subterfugios jurídicos que en forma provocadora esgrime el monarca gringo para fundamentar su infamia contra nuestros hermanos; porque en el fondo lo que tratan es de criminalizar el gentilicio venezolano, y es ese el presunto delito que se les imputa a estos compatriotas. 

Así que, sin violar los principios de la ética, la justicia y el Derecho, no debemos perder la ocasión cuando se nos presente (porque de seguro volverán), de darles las respuestas adecuadas al tamaño del delito que cometen sus mercenarios, cuando atentan contra la vida de nuestras autoridades o invaden nuestro territorio con intenciones golpistas. Y de acordarse algún canje tiene que ser equitativo, porque hasta ahora se observa una asimetría favorable a la parte gringa, como si fueran inmunes ante la Ley; la que de paso cuando ve satisfechas sus demandas, incumple los acuerdos sin ningún escrúpulo.

Ahora volviendo al análisis, si no fuese tan trágico el hecho que nos ocupa, provocarían risa las contradicciones y el cinismo de los altos funcionarios del gobierno, y de los que están a cargo de implementar estas medidas, al intentar justificar la violación de las más elementales normas del estado de derecho, como el debido proceso, la presunción de inocencia, etc., para cumplir la orden dictada por Trump. 

Para ilustrar con un ejemplo nuestro comentario, creo que será suficiente con citar lo afirmado por Robert Cerna, director interino de la Oficina de Campo de Operaciones de Detención y Deportación del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas en Estados Unidos, el cual declaró a ABC News (20/03/25), que “la falta de registros criminales en estos casos no debe considerarse un indicio de que los deportados no representen una amenaza”, y que asimismo “la ausencia de antecedentes penales en Estados Unidos se debe al corto tiempo que algunos de los deportados han pasado en el país. No obstante, enfatizó que esto no significa que no constituyan un peligro.”

¡Que me diga alguien por favor qué significa esto! ¿Qué legislación del mundo puede soportar semejante arbitrariedad? Por supuesto que para nosotros no tiene otra explicación, que la supra territorialidad que se atribuye Donald Trump como presidente de Estados Unidos, para dislocar cuando le dé la gana las famosas “reglas” de la democracia que dice defender su nación, y por las que se reserva el derecho de intervenir militarmente o por cualquier otro medio, en el lugar del globo que se le antoje y –como seguramente veremos pronto– más allá del planeta, en el espacio exterior…

Pero además, tales afirmaciones pueden tomarse como una manifestación del alto grado de alienación a que ha llegado la sociedad estadounidense; al punto de creerse sus propias mentiras y fantasías difundidas en la poderosa industria cinematográfica hollywoodense. Pues lo que está diciendo este señor Robert Cerna, es que sus agentes pueden proceder a detener y deportar sin fórmula de juicio, a cualquier persona por el simple hecho de ser venezolano; ya que esta única condición basta para ser sentenciado como un “potencial perpetrador”. 

O sea, el castigo antes de la comisión del hecho punible; ni más ni menos que como en la película “Sentencia Previa”, en la que tres mutantes manipulados genéticamente podían predecir la ocurrencia del crimen antes de que se cometiera; o lo que en este caso sería lo mismo, por ser venezolano ya estás condenado de antemano. Lo que nos obliga a llamar la atención sobre el hecho que, cuanto más actúa, tanto más se parece este catire al Ario Mayor que tanto daño le hizo a la humanidad con sus atrocidades contra los judíos, comunistas, gitanos y otras minorías cruelmente torturadas y asesinadas, y al provocar la segunda guerra mundial. 

Y hablando de cine y de parecidos (aunque no tenga el característico bigotito de cepillo dental, su intolerancia hacia las “razas inferiores” es tan patética como la del mismo Hitler), se nos viene al vuelo una película de hace varias décadas (“Los niños del Brasil”), que relata los experimentos genéticos del llamado Ángel de la Muerte, Josef Mengele; en la que este genio del mal, habiendo extraído células del supremo líder nazi llegó a clonarlo, y mediante una poderosa cadena de complicidad de elementos del partido de la cruz gamada, fieles al legado de su jefe, logró colocar los 95 niños del experimento en hogares selectos de varios países, en los que se les pudieran brindar un peculiar ambiente familiar. Esperaba el Dr. Mengele, que estas ideales condiciones pudiesen garantizar la forja del mismo carácter tiránico del fundador del nazismo; para cuando ya adultos, se convirtieran en líderes mundiales y completaran la obra que se propuso Adolfo Hitler, de conquistar el mundo. Así que cualquier parecido con la realidad, pudiera no ser pura casualidad… Muchachos y muchachas, ¿no será Trump uno de los noventa y cinco clones de Hitler…? ¡Una sospecha escalofriante no…!

¡Venezuela es cuna de libertadores y de hombres y mujeres ilustres!

¡Ser venezolano no es un delito, ser venezolano es motivo de orgullo!

¡Que viva Venezuela indoblegable, que vivan los venezolanos!

 

fabianjas@gmail.com


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