Cuando la verdad se impone sobre el poder contrainsurgente y las miseria del periodismo de Baja Intensidad.
Los últimos hechos sucedidos en Colombia este 10 de enero de 2008, con la entrega de dos rehenes mantenidas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), como se comprometió con el presidente de Venezuela Hugo Chávez, la misión internacional y, en especial, con los familiares de las personas secuestradas en el marco de un conflicto que ha dejado miles de víctimas desde mediados del siglo pasado en ese país, muestran que mucho ha cambiado en América Latina, pero también revelan las miserias de un periodismo cautivo.
Ese periodismo se prestó, sin ninguna objeción, a divulgar una de las mayores falsificaciones de estos tiempos.
Parecía que el presidente Chávez y las familias de las víctimas del conflicto habían fracasado en su intento por abrir una puerta hacia la pacificación de Colombia. Estos familiares, junto a sacrificados organismos de derechos humanos de ese país -diezmados en los últimos años por el ejército de la Doctrina de Seguridad Nacional que aún maneja Colombia y por la contrainsurgencia paramilitar que actúa con toda impunidad- son los protagonistas de este hecho histórico, junto a quienes los respaldaron y actuaron activamente para lograrlo.
De acuerdo a los presuntos “analistas” internacionales de turno en varios medios, algunos de los cuáles ni siquiera conocen la historia colombiana, el niño Emmanuel no estaba en manos de las Farc, cuando estas se comprometieron a liberarlo junto a su madre Clara Rojas, haciéndose eco de las palabras del presidente Alvaro Uribe.
Uribe personalmente se presentó en Villavicencio para anunciar que en realidad ellos tenían al niño que podía ser Emmanuel, sin explicar nunca la verdad de cómo había sucedido esto.
Estaba flanqueado por el alto mando militar de su país, en cuyos rostros podía verse una cínica sonrisa, cuando anunciaba que el niño estaba en sus manos. Pero nunca dijo cómo y cuando se habían apoderado de Emmanuel ni explicó que mantenían secuestrada también a una familia entera por este caso.
En realidad el niño estaba en manos de una familia de confianza de las FARC, a las que le fue arrancado, ya sea por una infidencia o por los elementos de alta tecnología, sensores, escuchas y otros, que usan las tropas especiales de Estados Unidos en ese país, al que ocupan desde hace tiempo.
Colombia está en manos de los “señores de la guerra” dueños de vidas y muertes en sus zonas de control y los paramilitares, que desde los años 48, después del asesinato del líder liberal Jorge Elíecer Gaitán, han sembrado de muertes todo el territorio colombiano.
Paramilitares armados y entrenados por Estados Unidos y hombres de la inteligencia israelí como es de dominio público.
Sólo a quienes no conocen el territorio colombiano, ni a los protagonistas del conflicto, se les podía haber ocurrido que las FARC podían atravesar el campo minado de criminales que es Colombia, con un niño de pocos años en una acción clandestina de la envergadura que supone la entrega de rehenes.
Sólo quien no recuerda lo sucedido en todos los casos en que la paz estuvo a un paso de establecerse , como en los años 80 en que fueron asesinados unos tres mil dirigentes políticos de la Unión Patriótica o una buena parte de los dirigentes del Movimiento guerrillero 19 de Abril(M-19) para impedir cualquier acuerdo de paz, puede haber hablado despectivamente de este gran esfuerzo humanitario de los últimos tiempos.
De lo que nadie se ha ocupado es de lo que pasó con la familia que tenía a Emmanuel, que cayó en manos de los grandes torturadores que en Colombia actúan con total impunidad, sin ninguna acción internacional que los detenga. Son los mismos que aterrorizan en las zonas campesinas, los que dejan cadáveres deshollados sembrados en los caminos, como “advertencia” o que utilizan las sierras eléctricas conque cortan los árboles para cortar cabezas o cuerpos.
Colombia es el país de América Latina donde existen más muertos y desaparecidos desde el siglo pasado, sin que se haya actuado para detener ese genocidio. Ocultos bajo una alfombra de impunidad siniestra están los miles y miles de asesinados, los refugiados internos, las comunidades devastadas y los niños que el sistema arrojó a las calles de la miseria torturados y asesinados por los escuadrones de la muerte.
¿Hasta cuando América Latina pensaba seguir mirando para otro lado? . Colombia es el país donde el ejército contrainsurgente más grande de América Latina sigue actuando como en los tiempos de la Guerra Fría y donde existe el mayor esquema paramilitar que recuerde la región en su historia.
Por eso los sucesos de estos días son una verdadera revolución en cuanto a poner sobre la escena una historia olvidada y reclamar por un genocidio que registra América Latina en silencio.
La imposición del Plan Colombia, el mayor trazado geoestratégico para la recolonización de regional que haya esbozado Estados Unidos, con los añadidos contrainsurgentes de otros planes como el Patriota, el Puebla Panamá, la Iniciativa Andina o el Tratado de Libre Comercio para las América (ALCA) elementos clásicos del nuevo diseño de la Guerra de Baja Intensidad reacondicionada en las oficinas del Pentágono y de las instituciones de inteligencia de ese país, impiden todo proyecto de pacificación.
Para Washington, Colombia es la sede de su proyecto geoestratégico para reapoderarse de su “patio trasero” en tiempos de una América Latina díscola. Como advierten algunos asesores del gobierno del terrorismo de Estado Mundial, que encabeza George W.Bush, esta América “se les está yendo de las manos”.
Por eso es tan importante la noticia de este 10 de enero de 2008 sobre la entrega de Clara Rojas y la ex legisladora Consuelo González a la Cruz Roja Internacional como una respuesta histórica a todos aquellos que trataron de minimizar miserablemente la misión latinoamericana, frustrada entre el 31 de diciembre de 2007 y el 1 de enero de 2008, por la acción contrainsurgente aplicada por el gobierno de Uribe.
Existe un hito histórico detrás de esta noticia difundida por la Cruz Roja y el presidente Hugo Chávez, lo que dio por tierra con las miserables especulaciones políticas de los que quedan fuera de la historia y de un periodismo, que tantas veces se ha prestado a ser un arma de las peores causas.
Un periodismo que acepta, sin objeciones, convertirse en un arma de contrainsurgencia, en las nuevas y criminales guerras preventivas de un imperio en decadencia.
La miserabilidad política de tratar de evitar que Chávez lograra dar un paso en este caso, fracasó finalmente. El presidente de Venezuel,a respaldado luego por una misión de América Latina, que honra a sus integrantes, tuvo el valor de escuchar a las familias y jugarse por una causa en la que podía salir malparado por las enorme dificultades objetivas de estas acciones, priorizando el sentido humanitario de la causa.
La verdad se abre camino y se conoce ahora la imposibilidad para los hombres de las Farc ,en su momento, de atravesar un territorio donde estaban desplegados más de 20 mil soldados y otros miles de paramilitares.
Esta última acción humanitaria fue muy cuidada . Por eso la jefa de la Cruz Roja en Bogotá, Bárbara Hintermann, advirtió que los helicópteros para trasladar a las dos mujeres liberadas a Caracas debían esperar "un tiempo
prudencial" en tierra antes de salir, para permitir que los rebeldes se internaran en la selva en aquella zona de San José del Guaviare.
Se sabe que las FARC contaban con muy escaso tiempo entre el momento en que llegaran los helicópteros, para entregar a Clara Rojas y Consuelo González, sin que fueran interceptados por algunos de los tantos protagonistas del conflicto colombiano, que desgraciadamente para ese pueblo está manejado por intereses externos.
Era una misión difícil donde se jugaban vidas, pero también fue la posibilidad de abrir hacia el futuro un espacio para la paz y la razón en ese país tan castigado.