El asesinato del joven dirigente estudiantil Julio Soto, presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad del Zulia, ejecutado bajo la modalidad del sicariato nos obliga a reflexionar seriamente sobre la violencia que viene ganando cuerpo en la sociedad.
Más allá del móvil de este asesinato, el cual debe quedar establecido en las próximas horas, tiene que preocuparnos la saña que caracterizó la acción de los pistoleros que acabaron con la vida de Soto. El sicariato está instalado entre nosotros y todos somos vulnerables. No creo que la muerte del dirigente estudiantil socialcristiano sea un hecho aislado. Es la prueba fehaciente de que hay grupos organizados que están a la orden de quien necesite de sus macabros servicios.
Hoy surgen serias dudas sobre la posibilidad de que el asesinato de Soto obedezca a razones de carácter político, y algunos indicios apuntan a vincular su muerte a la guerra entre presuntas bandas que luchan por controlar el negocio del pasaje estudiantil. No tengo elementos para confirmar o negar esas hipótesis. Pero para los efectos de lo que implica la actuación de sicarios a plena luz del día y en la segunda ciudad del país, el móvil del asesinato pasa a un segundo plano. Y la pregunta que salta a la vista es qué vamos a hacer como sociedad para impedir que el sicariato gane más espacios de los que ya tiene.
Cuándo tendremos noticias concretas sobre un esperado plan de desarme que no termina de llegar. No se sabe. Mientras tanto la juventud sigue poniendo la mayor cantidad de muertos todos los días, en medio de una guerra sin sentido, que revela cómo se ha deteriorado el respeto por la vida humana. El caso de Soto conmovió a la ciudadanía porque se trata de un importante dirigente estudiantil, pero esa no es la primera y , lamentablemente, tampoco la última de las acciones cometidas por sicarios.
El problema no es sólo que sigan actuando quienes cometen crímenes por encargo, o quienes lo hacen bajo el efecto de la droga para matar a alguien que se resista o incluso colabore frente a un asalto. El problema pasa a mayores cuando nos vamos acostumbrando a que estas cosas ocurran y terminamos de perder la sensibilidad frente a la muerte.
Tenemos unos cuantos meses de precampaña electoral y ya la campaña formal se inició hace ya unos cuantos días, y nada que estos temas aparecen en el debate. La denuncia sobre presunto magnicidio y la novela por entrega sobre el caso Antonini acaparan la atención de medios públicos y privados. Cada uno de estos medios está en su agenda, y no hay indicios de que este tema pueda convertirse en el eje de la campaña.
Creo que no puede hablarse de una gestión exitosa en ningún nivel de gobierno sin resultados concretos en la lucha por derrotar la violencia. Y un camino para cortarle las alas al sicariato y a otras modalidades criminales es una política de desarme general. No hay que cansarse de insistir en este tema.
Francisco Rondón.
La muerte del padre Francisco Rondón nos sorprendió a todos. Un hombre joven, dedicado al sacerdocio veradero, al servicio de los más necesitados, y siempre dado a acompañar con hechos el trabajo comunitario, es hoy llorado por quienes lo conocieron en Coche, Caricuao, Parque Central y en oras comunidades. Paz a sus restos.
Igualmente extendemos nuestras condolencias a los familiares y compañeros de Yamal El Hennau, dirigente político del Estado Portuguesa, y luchador social , fallecido prematuramente el pasado domingo.