Un 10 de diciembre de 1948 la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas aprueba la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un verdadero programa de lucha de los hombres y mujeres de todo el planeta para el logro de un mundo mejor, donde impere la justicia, la igualdad, la libertad de expresión, el derecho a la vida y el respeto a las creencias polìticas y a la diversidad cultural y religiosa.

Han transcurrido sesenta años desde entonces y los problemas del mundo siguen siendo básicamente los mismos. El derecho a la vida, que es el fundamental y primero entre todos los derechos, es vulnerado de la manera màs impune y diversa. Las guerras , la ocupación militar, como la que ocurre en Iraq, la tortura y otras pràcticas comunes en gobiernos formalmente democráticos y en otros que no disimulan su condición dictatorial generan centenares de vìctimas fatales. Pero el hambre es otro factor que día a día pasa factura a seres humanos de todas las edades, aunque pertenecientes fundamentalmente a los sectores menos favorecidos económicamente. El continente africano sigue llevando esa desdichada batuta, sin que por ello se olvide que en Amèrica Latina tambièn esa es una causa de muerte presente en las estadìsticas y en la realidad concreta, verbigracia Haitì, para citar el caso más escandaloso.

La inseguridad también cobra vidas, fundamentalmente entre los jóvenes. En el caso de Venezuela, para abordar la realidad que nos da en el rostro todos los días, el número de asesinatos es màs que alarmante.Quièn sabe cuántas miles de armas estàn en manos de una delincuencia cuyo promedio de edad es cada día menor. Drogas, armas , impunidad y descomposición de los cuerpos de seguridad son los ingredientes de esa bomba de tiempo que en cualquier momento, y de la peor manera, puede estallar.

Esta Declaración Universal que mañana está de cumpleaños, consta de treinta artículos y es imposible, por razones de espacio, hacer un comentario sobre cada uno de ellos. Pero, en el mundo de hoy, en el cual se vuelve a retomar el debate dicotómico entre socialismo y capitalismo, sigue vigente el objetivo de llevar a la práctica el artículo 25, de acuerdo al cual toda persona, y su familia, tienen derecho a un nivel de vida adecuado, que les garantice la salud y el bienestar, la vivienda y el acceso a la seguridad social en general, y particularmente en casos de vejez, enfermedad, incapacidad o viudez. Igualmente ese artículo de la Declaración reclama especial atención para la maternidad y la infancia.

También la Declaración reivindica los derechos de la humanidad en materia de acceso a la educación gratuita, al menos hasta los niveles elemental y fundamental, y de igualdad de oportunidades para el ingreso a la educación superior, sobre la base de los méritos de cada quien.

Y uno de los temas de mayor relevancia en esta Declaración es el relativo a los derechos políticos y sindicales, a la libertad de expresión y a la libre organización en partidos o en asociaciones de otra índole. Y qué no decir en materia de derecho a la justicia. Nuestra Constitución de 1999 contiene importantes avances con respecto a todos estos temas. El capítulo de Derechos Humanos de la carta magna venezolana es uno de los más avanzados. Pero aún falta mucho por hacer para que podamos decir que está siendo cumplido y además respetado a cabalidad por los órganos de poder. Por ejemplo, la situación carcelaria en nuestro país y absolutamente terrible. No se avanza en la dignificación de las cárceles ni mucho menos en combatir las injusticias del sistema de justicia. El retardo procesal sigue siendo la norma.

La conmemoración de este sesenta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos no debería pasar por debajo de la mesa, y menos para quienes tienen la responsabilidad de trabajar por su plena realización. Es un programa político, un proyecto de sociedad ideal pero posible que no ha podido concretarse, pero que debería ser el legado para las nuevas generaciones. Por eso hoy hicimos un alto en el análisis de la diatriba política, marcada hoy por el debate sobre la enmienda, para llamar la atención sobre este tema, de permanente y urgente vigencia.