Es absolutamente repudiable el ataque perpetrado contra la Sinagoga en Maripérez. Cualquier hipótesis que se maneje con respecto a los presuntos responsables es válida.
Puede tratarse de fanáticos que, desde una posición de rechazo los despiadados ataques del gobierno de Israel contra la población palestina en Gaza, realizaron esta acción. O de factores interesados en fomentar un clima de violencia interna y en presentar al gobierno venezolano ante el mundo como promotor de conductas anti semitas.
Así que resultaría un acto de ligereza que a priori se pretenda establecer autores intelectuales y materiales porque, entre otras cosas, lo lamentable del momento actual es que cualquiera de esas dos hipótesis , e incluso una tercera, que no descarte la posibilidad de que se trate de hampones comunes dotados de gran capacidad operativa, son perfectamente posibles.
Vivimos en medio de una tremenda polarización y esta circunstancia hace que en cada uno de los bandos no haya espacio para que los matices se puedan apreciar. Y vayamos al ejemplo concreto.
Estoy seguro de que la absoluta mayoría de la dirigencia y la militancia de los factores y partidos que respaldan al Presidente no comparte la conducta de grupos extremistas que se atreven a declarar objetivo militar a representantes de la oposición , sean integrantes de la cúpula eclesiástica, de partidos antichavistas o directivos de medios de comunicación radicalmente enfrentados al gobierno. Como también creo que la abrumadora mayoría de quienes se oponen a la enmienda en particular, y en general a la gestión de Hugo Chávez, no acompaña ni acompañaría una agenda violenta ni actos como el cierre de vías o la quema de un cerro, ni mucho menos la repetición de las tristemente recordadas guarimbas.
El problema está cuando los grupos que basan su acción en el uso de armas de fuego y en el argumento de la fuerza pasan a tener protagonismo y a actuar bajo la mirada complaciente de la mayoría, y sobre todo de quienes tienen la responsabilidad de aplicar la Ley y de impedir que particulares, por muy “revolucionarios” que sean usurpen las funciones de instituciones del Estado y actúen a sus anchas. Hoy lo hacen contra “los enemigos del proceso” y seguramente mañana contra quienes, aún desde el lado del chavismo, critiquen y marquen distancia de esa conducta, que de paso es muy parecida a la de factores que en el Chile de Allende le hicieron el juego a la ultraderecha pinochetista.
Por eso es imposible referirnos a lo ocurrido en la Sinagoga sin tocar lo referente a estos grupos que, en el fondo, queriéndolo o no, apuntalan a la oposición. Y si tienen duda, hagan una encuesta a ver cuántos votos suman o restan las acciones de “La Piedrita” o de otros grupos autodenominados chavistas y que andan de su cuenta.
Lo mejor que puede ocurrir es la pronta detención de los responsables de este repudiable hecho contra la comunidad hebrea en Venezuela, y que sean castigados sin miramientos.
Este atentado, además de ser absolutamente condenable, le permite al gobierno de Israel meter en un mismo saco a quienes , sin ser cultores del fanatismo, rechazamos su criminal actuación en Gaza, y a los que creen que acciones como las ocurridas en la Sinagoga de Maripérez le hacen algún daño a quienes ordenaron la sangrienta operación “Plomo fundido”.
Por eso las dudas con respecto a sus autores son absolutamente pertinentes. No creo que el pueblo árabe se sienta reivindicado por un acto como ese. Como tampoco creo que las operaciones paramilitares o parapoliciales “de izquierda” cuenten con la venia del pueblo chavista ni le generen ningún beneficio ni a corto ni a largo plazo.
El fondo de este asunto es que a la violencia hay que pararla a tiempo. Sobran los espejos de otras realidades en el mundo que nos muestran lo que ocurre cuando le permitimos que ella se suelte el moño.