No hemos visto reflejada en las grandes agencias de noticias ni en grandes medios la muerte de por lo menos 24 periodistas haitianos. No hemos visto reflejada la desaparición de por lo menos otros 50 comunicadores. No sabemos con exactitud cuántas televisoras, periódicos y revistas han desaparecido, bien sea por la destrucción de sus locales y equipos, bien por la muerte de sus trabajadores.
La agencia IPS de noticias y La agencia Pulsar, que trabaja con sistemas comunitarios en todo el mundo, han reportado de televisoras destruidas y de radios que lentamente comienzan a transmitir. Solo una quedó operativa durante el terremoto del 12 de enero. Y está el caso de Radio Boukman, la emisora de la empobrecida zona de Cité Soleil. Ella está transmitiendo. La estación lleva el nombre del sacerdote vudú que promovió la revuelta de los esclavos de Haití en el siglo XVIII. Sus comunicadores dicen que nadie se ha comunicado con ellos para coordinar ayuda, aún sabiendo, ó tal vez por saberlo, que está asentada en una comunidad tradicionalmente combativa. Pulsar dio el reporte de la Asociación de Periodistas Haitianos: 24 comunicadores muertos y 50 desaparecidos, hasta ahora.
Lo que sabemos de la situación de comunicación e información en nuestra querida hermana negra lo obtenemos por la vía de agencias de noticias de otro corte y estilo diferente al globalizado, y por los medios alternativos y comunitarios internacionales que se han volcado a Haití sabiendo, como todos nosotros sabemos, que una de las primeras emergencias a resolver es la comunicacional. En una situación de crisis la comunicación es esencial para la población. Lo hemos vivido.
Otra interrogante comienza a preocupar y a alarmar. Los Cazadores de Tesoros, como hicieron en Irak, comienzan a buscar… y más allá hay un plan para desdibujar la identidad de la genuina nación haitiana.
La Unesco comienza a moverse, casi con desesperación, para preservar lo patrimonial, fuente inestimable del orgullo del pueblo isleño por su cultura, y elemento esencial de la reconstrucción de la nación haitiana y de su tejido social.
Pero desde Venezuela se hace otro llamado de alerta, porque también caminan los planes contra la identidad en América Latina. Y lo de Haití puede ser terrible.
El alerta venezolano
El antropólogo Esteban Emilio Mosonyi, en un trabajo de incalculable proyección que compartió recientemente en Caracas en una reunión de Patrimonio Inmaterial, plantea lo siguiente:
“Haití es ahora una gran memoria colectiva, amparada y enriquecida por un inmenso Patrimonio histórico, cultural y lingüístico de carácter fundamentalmente intangible. La cultura popular haitiana, de origen afrodescendiente pero matizada de mucha influencia francesa, antillana y con cierto sustrato amerindio, siempre se ha caracterizado por su gran riqueza, variedad y arraigo indeleble en el seno de la población entera: un verdadero pueblo de artistas y creadores, de intelectuales, escritores y poetas, en cantidad y calidad proporcionalmente muy superior al tamaño de la isla y al número de habitantes. Para ir al grano, Haití ha sido un país desafortunado en lo político y socioeconómico, pero riquísimo en cultura propia y originalidad creativa. Ahora, ante la presente tragedia, tal situación se nos vuelve aun más llamativa y explícita. No albergo ninguna duda de que una verdadera reconstrucción del país y nación haitianos depende en gran medida del encauzamiento de su densa y privilegiada cultura intangible –es la que más sobresale después del horrible terremoto con sus réplicas interminables– hacia una recuperación independiente y un autodesarrollo sostenible en lo ecológico, social y humano. Sé que se trata de una tarea sumamente difícil, pero estrictamente necesaria en este momento. Es verdad que la llamada comunidad internacional parece dispuesta a tenderle la mano a este pueblo y coadyuvar, más que en cualquier otro momento anterior, a restaurar la vida y vitalidad de esta importante y emblemática sociedad caribeña. Pero también es cierto que cada aliado potencial preferiría ayudar a su manera, tal vez imponiendo o dictando criterios incongruentes con la historia e identidad haitianas. Sería horroroso pensar en un Haití “globalizado” y más aún si se tratase de un país “marginalizado” dentro de la globalización, algo así como una fuente barata de maquilas y mano de obra semi-esclava, dentro del más clásico neoliberalismo. Tampoco luce mucho más atractivo un modelo de simple modernización, como un tránsito al siglo XXI en términos despersonalizados y desprovistos de aportaciones propias, continuadoras de su hermosa tradición afrocaribeña. Igualmente caricaturesco podría ser el paracaidismo de redentores improvisados, quienes a nombre de cualquier doctrina pretenderían inventar un nuevo Haití, según sus propios gustos y preferencias. Por el contrario, estamos ante el reto de lograr que Haití, por primera vez en su historia, llegue a recuperar ojala definitivamente su identidad propia e intransferible, su diversidad interna y la que lo define frente al resto del Caribe y del mundo”.
Esteban Emilio Mosonyi lanzó su alerta desde Caracas. Casi inmediatamente La UNESCO establecía contacto con la ONU y advertía que el patrimonio cultural haitiano peligraba, no tanto por el sismo ocurrido sino por los depredadores culturales.
Tratándose de patrimonio cultural tangible, sus maravillosas pinturas, sus archivos, sus bibliotecas son susceptibles de ser rescatadas con una acción determinada por parte de la conciencia del mundo.
Pero se trata también de detener el plan de desdibujar su identidad, tal y como advierte Mosonyi. Criterios distintos, modernizaciones forzadas, el escamoteo de su diversidad son mas perversos que cualquier otra forma de sometimiento por medio de “ayudas”. (El documento completo de Esteban Emilio Mosonyi puede ser leído en: http://www.diversidadcultural.gob.ve/ )
Este alerta se une a la situación de las comunicaciones con las que iniciamos estas líneas. Si el pueblo haitiano no se pone en posesión de recursos comunicacionales directos, la información que le llegue será tendenciosa y manipulada. Nadie informaría precisamente acerca de cultores, creadores, patrimonios y legados culturales que le son esenciales.
Haití es único. Es una pequeña joya cubierta de empobrecimiento. Hay que preservarla, y debemos ayudar en ello. Es urgente.
lilrodriguez@cantv.net
Publicado en “Últimas Noticias”