Enero 17 de 2017.- Benito Askerayá ha partido con los Basunchimba –sus ancestros–, se fue a seguir pintando la Serranía de Perijá. Este hijo de Sabaseba, padecía una amibiasis o amebiasis, que le ocasionó una diarrea crónica. Lamentablemente se descompensó, y a esto le sumamos la falta de una saludable alimentación y los problemas de agua potable con los que vive la familia Askerayá.
Hace menos de dos años, había bajado a la ciudad de Maracaibo a buscar ayuda, para que le sustituyeran la prótesis de su pierna izquierda, venía también a buscar zapatos, medicinas para sus calambres, medicinas para su sobrino contra las crisis epilépticas y comida… y bajó con una bandera de ocho estrellas. Desde allí comenzó una carrera entre amigos y aliados de los indígenas. Lo llevamos a la sede del Ministerio indígena, en donde le dijeron que tenía que esperar y que estaba en una lista. Se escribieron varias cartas de solicitud de ayuda a empresas privadas e instituciones de Estado. El presupuesto de ese entonces sobrepasaba los 45.000 bolívares para una prótesis de pierna, costo que era imposible de conseguir entre los mismos amigos y aliados. Al final, en el Hospital Universitario le tomaron las medidas para que en unas semanas después le fuera entregada la prótesis.
El caso es que Benito tuvo que bajar hasta la ciudad de Maracaibo en ese momento, y tal vez, como hubiese tenido que volver a bajar en estos días para solicitar una ayuda tan elemental como atención médica y atención efectiva, hechos que deberían estar al pendiente de representantes del Ministerio Popular para los Pueblos Indígenas, pero suponemos, que este debe estar más pendiente de la conformación de los CLAP o de las políticas de abastecimiento alimentario.
Para ese entonces solicitaba que se le comprara al hacendado unas pocas hectáreas para que su familia, conformada por su hermano, su cuñada y sus dos sobrinos, pudiesen vivir tranquilos. Tierras en las que tenían que vivir entre los potreros de dos haciendas. Por eso Benito cargaba con la bandera como cargaba con la identidad de los que resisten, porque sabía que esa tierra estaba en su centro de lucha. (Los barí han sufrido un descomunal despojo de tierras sobre todo a partir de la llegada de las transnacionales petroleras).
Quienes conocimos a Benito comprendimos que era un luchador único, con ánimos inigualables, buen humor, juguetón, y un maestro verdadero. Era un guía cultural para los que visitamos la comunidad Karañakaek, y veíamos los dibujos en creyones que plasmaban la visión del pueblo barí con la tierra, los animales, la naturaleza y las manifestaciones a través de los mitos y el mundo religioso de los Saimadoyi. Los dibujos realizados por Benito evocaban su territorio en la Serranía de Abusanqui, convirtiéndose, a través de la imagen, en un discurso de resistencia. Benito trasmitía valentía e inocencia como nadie, y una capacidad de luchar contra las adversidades. Nunca perdía el humor, la esperanza, y siempre te enseñaba a través de sus cuentos y sus dibujos una tierra abundante, llena de frutos grandes y detalles minuciosos del follaje cotidiano de su entorno.
Nos permitimos decir, que en los últimos años, el gobierno bolivariano ha convertido la lucha sobre el derecho al territorio de los pueblos indígenas en una suerte de maniqueísmo, en donde las políticas indígenas se han caracterizado por el apadrinamiento, sin poder resolver los problemas básicos de nuestros pueblos indígenas. El escenario ha sido cargado por la manipulación mediática, posiciones marcadas por los intereses económicos de derecha, como la del actuar de los burócratas que hacen el juego para que los problemas de fondo no sean entendidos desde su misma diversidad cultural. De manera intencionada, muchos actores de esta política de Estado, parecieran cerrarse al hecho de que es suficiente con unos artículos de la Constitución de la República, y no dejan que los cambios sigan su curso en materia de derechos indígenas. Se ha pretendido fortalecer la idea de que los pueblos indígenas reclaman un derecho desproporcionado, que hasta atentaría contra la unidad de nuestra patria, incluso, se llega a sostener e imponer que el otorgamiento de esos derechos al territorio indígena menoscaba las garantías individuales de los que hoy ocupan esas tierras indígenas: petroleras, poderosos ganaderos de vieja data y de la reciente Venezuela.
Benito Askerayá, víctima de la falta de descentralización de la política, para reconocer los derechos a los pueblos indígenas, víctima de las desconfiguraciones regionales por motivo de dominios e intereses locales, víctima de la falta de una política de Estado que permita construir con los mismos pueblos una autonomía que no atente o reduzca los derechos fundamentales de otros… entendiendo que los derechos de los pueblos indígenas se complementan con los derechos de todos los pueblos, y que los mismos pueblos pueden acordar sus destinos, sin la necesidad de terceros o de comisiones de demarcación, que no representan a nadie sino al mismo Estado y a intereses de terceros a quienes solo le ocupan los latifundios y ganancias monetarias…
Benito, aquí está tu huella.
Por: Daisy González