Mientras en el Senado de Estados Unidos se desarrolla el juicio de destitución del presidente Donald Trump, muy lejos, en el enclave estadounidense de la Bahía de Guantánamo, Cuba, otro proceso se realiza. Se trata de un juicio cargado de elementos perturbadores: una corte militar juzga, con la posibilidad de que se dicte la pena de muerte, a cinco hombres acusados de planear los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Y un testigo dice que emprendió tortura impulsado por un sentido patriótico en defensa de EEUU. En ese contexto ha comparecido en ese proceso un personaje singular: James E. Mitchell quien, de acuerdo al relato de The New York Times, es un psicólogo que trabajó para la CIA y fue el "arquitecto" de las crueles formas de interrogación, que han sido calificadas como tortura, a las que se sometió a detenidos en relación a los ataques del 11 de septiembre.
Mitchell acudió al juicio en Guantánamo para testificar sobre los interrogatorios que él diseñó y condujo, en especial la técnica llamada "warterboarding", en la que se vierte agua sobre la cara del detenido hasta colocarlo a poco de morir por ahogamiento, sin que eso llegue a consumarse.
Otras formas de brutal interrogación que se perpetraron contra los detenidos, muchos de los cuales han sido recluidos primero en prisiones secretas y luego en Guantánamo por años sin nunca ser formalmente acusados de un crimen, fueron la privación del sueño y el encerrar al sujeto en una suerte de ataúd que era estrellado contra una pared, indicó el Times.
El terrible efecto de todo ello, se alega, produce que el interrogado revele información que de otro modo no daría. Aunque eso ha sido cuestionado.
Sobre esas prácticas, consideradas tortura y realizadas en prisiones secretas, Mitchell dijo que "yo me levantaría hoy y lo haría de nuevo" y comentó entre lágrimas pero también con desafío y sin remordimiento, de acuerdo al Times, que actuó en defensa del pueblo estadounidense en momentos en que se temía que se repitiesen atentados como los que derribaron con aviones de pasajeros las Torres Gemelas de Nueva York o incluso ataques con armas atómicas.
"Proteger vidas estadounidenses sobrepasa la sensación de incomodidad de terroristas que voluntariamente tomaron las armas contra nosotros…", alegó Mitchell.
Y añadió, de acuerdo a The Intercept, que "sospechaba desde el principio que terminaría aquí", en alusión a su citatorio para testificar, y alegó que por años se "han estado diciendo cosas falsas y maliciosas sobre mí y sobre el Dr Jessen por años". Bruce Jessen es socio de Mitchell y ambos diseñaron y operaron los citados interrogatorios.
En todo caso, tras años de detención, finalmente se ha iniciado el juicio en corte militar de cinco individuos acusados de planear los atentados del 11 de septiembre. Su defensa busca mostrar que los interrogatorios, considerados tortura, fueron parte de una estrategia amplia del gobierno de George W. Bush para, así, lograr que se desestime la información obtenida en interrogatorios realizados en Guantánamo por el FBI, posteriores a los que la CIA y Mitchell realizaron a los detenidos años antes.
Por ley, indica el Times, el contenido de esos interrogatorios de la CIA no puede ser usado en el juicio pero sí el de los posteriores interrogatorios del FBI, que la defensa busca invalidar al presentarlos como parte de un esquema general de tortura.
En 2009, indica The Intercept, la CIA renunció a las prácticas de interrogación citadas (usadas entre 2002 y 2008) y el Senado las declaró violatorias de las leyes de EEUU y de las normativas internacionales.
Al respecto, y en presencia de cinco acusados que fueron interrogados en multitud de ocasiones bajo la supervisión de Mitchell, él dijo que se optó por el waterboarding ante el temor de la inminencia de otro severo ataque terrorista y señaló que "la CIA nunca estuvo interesada en formular acusaciones… La CIA no iba a permitirles [a los detenidos y, por extensión a Al Qaeda] lanzar otro catastrófico ataque contra EEUU. Ellos [la CIA] estaban justo sobre la línea de lo que es legal, pusieron sus dedos en ella y se inclinaron hacia adelante".
Una curiosa forma de describir el exceder la legalidad y practicar tortura.
Y en paralelo está en hecho de que Mitchell y su colega Jessen, quienes trabajaron juntos para diseñar las citadas técnicas de interrogación, establecieron un negocio que proveía interrogadores y guardias para las prisiones secretas en el extranjero y recibieron por ello un contrato de 81 millones de dólares.
Mitchell, con todo, se justificó en la necesidad de evitar un nuevo ataque devastador y dijo que la única razón por la que fue a Guantánamo (al parecer podría haber comparecido en videoconferencia y en el pasado testificó en un juicio civil, de acuerdo a The Intercept) fue para hacerlo en frente de los familiares de las víctimas del 11 de septiembre que acudieron al juicio y que lo presenciaban desde un apartado, fuera de la vista de los acusados.
El juicio y los testimonios durarán varias semanas y en juego está la pena de muerte para los acusados, quienes tras muchos años en detención finalmente son sometidos a proceso judicial.