Desde la existencia del Dios dinero en la sociedad humana, la moneda ha venido a cumplir ciertas funciones básicas que sustituyeron al trueque por razones prácticas, además del desarrollo tecnológico, que permiten un intercambio eficaz y más eficiente de los bienes y servicios.
Para ello, se crearon instituciones basadas en la fiducia, en la confianza de quienes depositaban sus recursos, en dichas instituciones financieras. En esa dirección, la experiencia italiana de hace ya algunos siglos, desde los tiempos de Nicolás Maquiavelo, por lo menos, cuando se mostró la conveniencia de tener bancos para satisfacer parte de los roles de custodia, de atesoramiento, y para facilitar en el fondo, las transacciones como símbolos del valor de cambio de las mercancías.
Con el devenir del tiempo, y en particular con los recientes acontecimientos de la llamada ¨crisis de financiarización¨, el quiebre de instituciones hasta centenarias en los denominados países capitalistas avanzados, ha venido a golpear la confianza en aquello que se dice que no ¨quiebran los banqueros, pero si los bancos¨, con múltiples casos de corrupción, entre los cuales se encuentran hasta ¨dignos¨ personajes que pretendían gestionar organismos internacionales como el mismo ¨Fondo Monetario Internacional¨, el ¨Banco Mundial¨ y otras tantas instituciones ligadas a las finanzas en el sector bancario, el de los seguros y en particular el mercado de valores, la mayor casa de juegos de azar, lugares donde se mueven 24 horas al día bonos, acciones y otros tantos derivados inventados por el ser humano para engañar a cándidas personas. La confianza en estos hábiles funcionarios ha disminuido, o por lo menos ha sido puesta en duda…
Si esto ha ocurrido y sigue ocurriendo a diario en estas instituciones que guardaban celosamente su prestigio simbólico en el Dios dinero a nivel mundial, en nuestro caso en particular, el de Venezuela en estos últimos años del gobierno, la pérdida del prestigio y la simbología ha alcanzado también a la Banca Central, cuyas funciones están establecidas en la aporreada Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), como protectora de tan altas funciones económicas.
La moneda en Venezuela, el Bolívar, ha terminado por constituirse en una ¨chiste cotidiano¨, para ello basta ilustrar lo que ha ocurrido con la heroica resistencia del ¨billete de a cien¨, que muestra la incompetencia de un gobierno en el manejo del valor de su moneda.
¿Pero para qué sirve tener bolívares con una tasa de inflación, que ya tiene carácter de giga inflación, con números que superan las cuatro cifras significativas al año?
Claro la tan manida ¨guerra económica¨ y las acciones del ¨trumpetero mayor de la Casa Blanca¨ lo justifican todo, mirando hacia los lados, sin aceptar las propias irresponsabilidades de un gobierno que tiene razones suficientes para seguir empobreciendo a la mayoría de los venezolanos que dependen de un ingreso salarial, basado en una retórica insulsa y fastidiosa.
De qué sirve tener dinero en bolívares ahora condimentado por una canasta que pocos utilizan salvo las economías fuertes del Oriente del mundo como el yen o el yuan chino, para no mencionar al rublo imperial, o la más desconocida rupia para nuestros patrones habituales.
El dólar, la referencia mundial que ha perdido su capacidad expresiva con el deterioro relativo de la economía norteamericana que ha disminuido su presencia en más de la mitad en el comercio a nivel mundial, en menos de medio siglo, pero que sigue siendo refugio de la moneda mundial al cooptar buena parte del mundo financiero actual, en algo que es inexorable, la moneda no es más que una representación simbólica del poder económico de los países, donde la economía china en tamaño ya ha terminado por superar la de su mayor competidor en Norteamérica.
Y en eso basta ver lo que ha ocurrido con las virtudes de este gobierno que se inició en abril del 2013, al haber permitido que se desaten al unísono los tres diablos de la economía: la inflación, la recesión y el desempleo, que ya andan campantes por las ciudades y campos del país.
Virtud nada indiferente si las comparamos con lo ocurrido durante la Presidencia del Comandante Chávez desde febrero de 1999 hasta finales del año 2012. No se trata de opiniones, allí están los hechos en cifras que siempre publicó el Banco Central de Venezuela (BCV) y el Instituto de Nacional de Estadística (INE), mostradas de manera regular y sistemática, como le corresponde a dichas instituciones, pero ahora no, el gobierno decidió de manera irracional, como otro elemento de la pérdida del valor simbólico de la moneda, ocultar lo inocultable, la tasa de inflación sin control, la recesión económica y las tasas de desempleo que aumentan con el pasar del tiempo, y con la disminución del nivel de vida de la mayoría de los trabajadores asalariados del país.
Pero a quién pretenden engañar ante la frase exclamada por el niño que le grita al padre que el ¨rey, en minúscula, está desnudo…¨. De continuar como seguimos en términos de la política cambiaria, de la política monetaria, y de los dislates del gobierno actual, retornamos a los tiempos del trueque, al menos para no perder lo poco que nos queda de patrimonio individual, dado que a los sectores populares y medios de la población, ya no sirve el refugio del inexistente dólar (¿?), y menos de un fuerte yuan, del yen, u otras monedas, que aún no llegan a desplazar como instrumento de cambio a nivel financiero al Dios dólar, si bien este último ha perdido también su simbología monetaria ante el avance cierto de la economía del gigante asiático, la China del recordado Mao Tse Dong, con su muralla que en nada se parece a la que quiere construir ese mago de las finanzas especulativas del devaluado ¨Eagle gringo¨. Amanecerá y veremos…