La acumulación de capital deriva de la ganancia que a su vez deriva de la plusvalía y esta no la crea el capitalista sino el asalariado porque carece de sentido que un trabajador sin la tenencia de medios de producción pueda disponer gratis de la estructura laboral-propiedad privada del capitalista o del terrateniente.
Digamos que la plusvalía es el interés que entera el trabajador al patrono por haberle permitido usar sus medios de producción con los cuales ese trabajador produce suficiente valor compensatorio del salario recibido.
Efectivamente, cuando el propietario de los medios de producción los pone a disposición del trabajador no puede ser una colaboración gratis de aquél hacia este.
De manera que afirmar que el trabajador es explotado por los patronos porque les deja plusvalía no pasaría de ser una perogrullada o una apreciación subjetiva.
Así, no es de extrañarnos que el capitalista puede esgrimir que gracias a sus esfuerzos pudo hacerse del dinero con el cual adquirirá medios de producción en el mercado o usufructuará los de sus tierras que, salvedad de la propiedad original, todo capitalista desde hace siglos la tiene porque se la ha ido "ganando" aunque sólo haya sido indirectamente.
Por supuesto, eso no le resta racionalidad ni legalidad a tal acumulación. Establecida la propiedad privada sobre los medios de produccion, meterse a capitalista o a comerciante está contemplado en la Constitución desde los mismísimos tiempos de la Revolución francesa: libertad de comercio, igualdad de derechos comerciales y armonía social entre especulados y especuladores.
Que empleadores inescrupulosos-que son los más-escatimen la paga salarial es una cosa, y otra que al patrono en general se le niegue hacerse rico (acumular capital) según sus habilidades gerenciales, su iniciativa, su control sigiloso del buen uso que debe darle el trabajador a una propiedad fabril o ajena.
De manera, si se acabara con la propiedad privada sobre los medios de producción, desde el momento mismo en que los gobernantes de turno o la alta burocracia asuman esa propiedad como colectiva o nacional, desde ese mismo momento, sólo se habría reemplazado un explotador por otro.
Por lo demás, que los trabajadores se autocoordinen en el manejo colectivo de los medios de producción disponibles es y ha sido el tremendo reto al que se ha sometido a los trabajadores en aras de que preservarse la alta e innegable productividad que el capital privado ha logrado en estos 300 o más años.
Seguiremos desarrollando esta suerte de reivindicación del capital, del patrono, y sobre las flaquezas del trabajo de un proletariado que ha recibido una cultura burguesa y contradictoria entre patronos y trabajadores, muchos de los cuales esconden su baja productividad detrás de razones políticas.
Desde los tiempos bíblicos o patriarcales ha habido propietarios privados de los medios de produccion, y salvedad hecha del trabajador de una gleba ayer, u hoy trabajador de una familia en condición de personal doméstico, el asalariado dispone de medios de producción que requieren vigilancia administrativa dadas las características del trabajo fabril e industrial.
Por supuesto, las jornadas exhaustivas, el empleo de niños y niñas, la discriminación del asalariado frente a la asalariada y, sobre todo, la maximización de la plusvalía a punta de reducción del tiempo de trabajo necesario para la recuperación del valor del salario, son todas ellas prácticas antihumanas que necesariamente caen en el área política y serían los gobierno los que regularían esas condiciones, pero no así el asunto de los precios, ni de la tasa de ganancia, ni del tipo de mercado.
Por ejemplo, el trabajo industrial del calzado jamás ha reñido con el trabajo artesanal del zapatero a pesar de que esta labor primitiva impida el crecimiento de más valores de uso como sí lo hace el trabajo enserie bajo la puntualización de la división del trabajo reducido a fases de trabajo
El mercado capitalista es ajeno a los asuntos políticos, pero líderes interesados en sacar provecho personal del chantaje contra los patronos, y mediante el populismo sindical, han orientado las enseñanzas del marxismo leninismo, no hacia la mayor productividad del trabajo industrial capitalista, sino a una supuesta reducción de la pobreza proletaria.