De la euforia al ocaso del bolívar monetario

Un siglo no es suficiente para la voracidad de consumo del venezolano y la consternación que significa, hoy un 19 de abril de 2019, en un viernes Santo como el antaño, revolucionario y provocador, para encontrarnos en la tristeza de un desgobierno que se autocalifica como popular, defensor de los derechos de los que menos tienen, enfrentados al mundo entero por las apetencias que significa la presencia aún significativa en las capas inferiores de la corteza terrestre de una riqueza que les sirve a las grandes potencias, las de aquí en el norte y las de más allá para movilizar sus fuerzas destructoras no importa cuan criminales resultan y cuántas vidas desaparezcan de la faz de la Tierra, total quedan otras ocho mil millones, que son muchos para alimentar, y tener que mantenerlos calmados mientras la gran riqueza se sigue concentrando en el 1 o el 5% del total.

Ese hidrocarburo es útil todavía para mover la maquinaria infernal, pero también para moverse libremente por el mundo gracias a la sobrevaloración que tuvo, para ilustrar solamente, en 1914, en plena Primera Guerra Mundial, donde en Europa por conquistar espacios nacionales, millones de seres humanos disfrazados de soldados supuestamente defendían una Patria por la cual dejaron sus huesos en las trincheras, que no se movían, pero si los aviones y los tanques, o los automóviles en Nueva York sobre el asfalto proveniente de estas tierras de Gracia.

El bolívar de esa época correspondía a cerca 5,37 dólares, por un bolívar de aquella época lo que gana un profesor universitario de dedicación exclusiva al día en que nos encontramos actualmente. De la riqueza de un bolívar a la agonía de un mes de ingreso salarial, donde para conseguir un dólar se requieren, si hoy, cerca de unos 4.000 o 5.000 bolívares de esos declasados, un siglo después. Se revaluaba el bolívar de hace un siglo, mientras hoy no encuentra fondo que nadie lo recibe en una economía ya dolarizada, tratando de protegerse de una devaluación estrepitosa, y desorientadora, donde el símbolo monetario, la dignidad ha perdido su compostura, y no digamos su valor de compra, intercambiable dado que el mercado es negro para darle un color, mientras la sede del Banco Central de Venezuela, se vacía de lingotes de oro rematando la mermada renta de los hidrocarburos.

No hay proporciones que lo comparen a un siglo de distancia, de la aparición de un ¨medio de producción NO producido¨, a un medio de producción desconocido, de la euforia de salir con la billetera completa, a la inexistencia de un dólar buscado con ansiedad para adquirir medicinas, alimentos o cualquier objeto requerido por la vida cotidiana. Apenas un siglo ha pasado, y dos desde la Declaración de la Independencia en aquel abril que hoy se celebra o conmemora en plena Semana Santa, alrededor de la Plaza Bolívar de Caracas, con monedas de valor absolutamente cambiadas de signo de 5,37 dólares por bolívar, a unos 5.000 bolívares para verle la cara al águila imperial que nos adormece la conciencia y nos enturbia el entendimiento como la causa final de todos los males de la cotidianeidad sobreviviente del nuestro hoy 19 de abril, viernes no tan Santo, en una ciudad desierta sin medicinas, sin alimento, con cortes de electricidad, que no vienen del hidrocarburo petrolero, sino de la desvergonzada actitud de un desgobierno inútil, que a lo Emparan debería irse a Miami a disfrutar de los mayameros o a la ilustre ciudad de París con su tragedia del Notre Dame, que seguramente será reconstruida gracias a los dólares o euros acumulados por un ricachón que pretende ser recordado como un santo patrón de una sociedad que vive de su pasado, como los venezolanos de hoy que rememoramos al bolívar del 5,37 dólares de 1914, tal que nos dejasen un balance de unos 25.000 dólares de antaño, a ver si aún podremos sobrevivir de los recuerdos y añoranzas de una imagen que no volverá jamás a revertirse. De ilusiones también se vive, aunque mal paguen…



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Jorge Giordani

Ex-ministro de Planificación.


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