En 2003 cuando nació la “Misión Sucre”, comenzó siendo una atractiva opción de educación no sólo para los excluidos del sistema universitario, sino que incluso miles de profesionales vieron en esta alternativa, otro camino para acceder a un nuevo peldaño educativo. De hecho, bastaría recordar los primeros tiempos de esta misión para ver como las escuelas y liceos del país, convertidas en aldeas universitarias, hicieron gala de juventud, de quienes ansiaban alcanzar escenarios de superación personal y colectiva.
Lamentablemente, esta misión, debido a decisiones de “alto nivel” debió sucumbir ante la creación de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), la cual, pese a haber sido, una necesaria creación, sus métodos curriculares y de ejecución en políticas educativas, no sólo fue mermando los procesos de aprendizaje propuestos por la “Misión Sucre”, sino que se convirtió en la principal enemiga de la propia misión, al punto que no sólo se apoderó de los programas de formación (carreras) que debían dictarse, sino además estos directivos pasaron a transformarse en los “mecenas” de contratación docente y “planificadores” de todo el ámbito universitario.
Una de la grandes “genialidades” de estos directivos fue, como primer paso, crear “concursos de oposición” a sus trajes y medidas; verbigracia, aún recordamos como un degradante aviso desplegado en un diario de circulación nacional, taxativamente señalaba que quienes “podían” concursar debían haberse “desempeñado” en los últimos dos años como “directivos o profesores” de la UBV; lo cual automáticamente cerraba las puertas a los docentes de “Misión Sucre”; para lo cual hay que informarle a la colectividad que docentes de esta misión son aquellos quienes dictan clases en el trayecto (semestre) inicial; y a partir de este semestre, es decir, la carrera profesional, los docentes pertenecen a la UBV.
Otro de los grandes desmanes de esta universidad, fue haberle solicitado al Presidente de la República que “expropiara” las instalaciones de Puerto de La Mar en el estado Nueva Esparta para “transformarla” en su sede permanente; lo cual jamás debió haber ocurrido; porque como se ha dicho en reiteradas oportunidades, resultaba más costoso al Estado “transformar” tales espacios en universidad que construir una nueva. Claro, a nadie le pasó por la cabeza, que bien pudo el Estado tomar las riendas de Puerto de La Mar y con los mismos ingresos que esta actividad económica pudo haberle generado a Margarita, construir una sede para la UBV. Desgraciadamente, aquel ambiente de euforia en tan desacertada decisión presidencial, influido por factores mezquinos y desconocedores de la realidad turística y social de Nueva Esparta, derivaron en que tan monumental obra se haya convertido en un espacio abandonado y apoderado como refugio de indigencia y podredumbre.
La última de las decisiones de la rectora de la UBV y sus acólitos regionales ha sido engañar a los estudiantes de la “Misión Sucre” al “ofrecer” programas de formación que ahora intempestivamente deciden “cerrar” por “razones técnicas”. Es decir, después que los estudiantes se inscriben y cursan trayecto inicial, vienen tres o cuatro burócratas con su cara lavada a decirles que esas “carreras” no van. ¿Eso es inclusión? ¿Hasta cuándo los jerarcas de la UBV maltratan los derechos constitucionales de los estudiantes y docentes? Para colmo, la empresa privada no quiere a los egresados de la UBV y el Estado jamás podrá absorberlos porque simplemente este se encuentra atrofiado por su propia burocracia; cuando ni siquiera ha sido capaz de construir las escuelas que necesita el país. UBV: El gran fracaso de la Educación Bolivariana.
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