Carlos Altamirano, ex líder socialista de Chile, escribió un libro publicado en 1977, llamado “Dialéctica de una derrota”, en cuyas primeras paginas refería que el 4 de septiembre de 1970 cuando la Unidad Popular y Salvador Allende ganaron “…ni un sólo vidrio se quebró en Santiago,…Casi exactamente tres años después, cuando también se apagaba otro día de septiembre, la burguesía alborozada bebía champagne en sus lujosos salones. Allende había sido asesinado y se clausuraba brutalmente la vibrante experiencia que él encabezara. La soldadesca, inoculada de odio, irrumpía en los hogares populares, y allí destruía, robaba, violaba y asesinaba, mientras el pijerío ebrio delataba, golpeaba y colaboraba en la tarea de exterminio.” Dos maneras de asumir victorias y derrotas, dos maneras de distintas de actuar en la sociedad para resolver el tema del poder político. Así ha sido siempre, cuando gana la izquierda gana la paz, cuando gana el extremismo de derecha, gana el fascismo.
Esta reflexión inicial se origina en lo que ya es una preocupación por el comportamiento y el discurso del liderazgo de la derecha en nuestras universidades autónomas, preocupación no tanto por la perdida del sentido de la realidad en la que viven como coto cerrado, mas por la naturaleza extremista que les lleva a ser excluyentes, disociadora y perseguidora, en absoluto y total contrasentido de la búsqueda de la verdad científica en un ambiente que siempre debería respetar la diversidad.
Los discursos y posturas publicas de la Rectora de la UCV, Cecilia García Arocha y del Vicerrector Académico Nicolás Bianco, para enfrentar los lamentables y reprochables hechos de violencia en la universidad que lideran, han tenido una carga antipedagógica y de un evidente sesgo político. Un “rector”, una autoridad universitaria no ejerce el poder como fuerza, le esta negado por los fines últimos de la universidad y lo digo porque es triste verlos sentirse orgullosos de proponer “expulsiones”, castigos, sanciones a los estudiantes que consideran sus “adversarios” políticos o de quienes sospechen, con pruebas o no, de ser actores de actos violentos.
Uno espera como universitario de sus autoridades el ejercicio pleno de una pedagogía cuya base sustantiva es alimentar todos los días un compromiso con la tolerancia, una pedagogía del liderazgo científico que se aferre a la diversidad y, por tanto, concluya que la universalidad de la UCV, y de todas las universidades, supone una vida heterogénea y plural y, ello obliga a respetar y aceptar las diferencias, conviviendo con el pensamiento critico que le es inherente a todo hecho científico y a la vida de las ideas. Un rectorado es magnánimo por orientar y no castigar; por consensualizar y no disociar; por ejercer la autoridad y no un mando; por convencer y no imponer, escuchar a todos y no excluir a nadie, menos por pensar distinto. Así fueron los que pasaron a la historia como respetadas y queridas autoridades rectorales de muchas de nuestras universidades.
Que el liderazgo de la derecha ucevista se atreva a decir que las misiones del estado “no entraran a la UCV”, que vivimos en Venezuela un “Estado de sitio”, que hay una “ agonizante autocracia militar chavista”, que “la gente no acude a Barrio Adentro”, que los médicos bolivarianos no están preparados porque “ el esquema de estudios esta basado en metodología cubana”, o bien que decidan mantener de espaldas a su universidad frente al irreversible proceso de cambio que vive la sociedad y, por tanto, sus egresados médicos desconocen el tremendo e histórico compromiso con la medicina de atención primaria familiar por parte del estado, sus ingenieros enajenados de los cambios en la estrategia energética y petroquímica, sus economistas desconociendo transformaciones sustanciales al circuito de acumulación y distribución de capital y renta petrolera, sus educadores sin comprensión de las misiones que buscan liquidar que la educación sea un privilegio y se consagre como derecho humano, es todo ello incomprensible y raya con lo absurdo, pero democráticamente respetable. Nos corresponde a los universitarios socialistas, de izquierda y progresistas trabajar para cambiar la actual correlación de fuerza en nuestro mundo académico y estudiantil. Es cuestión de tiempo, una universidad siempre será crítica sólo así encontrara la verdad, el conocimiento, pero no traiciona a su pueblo y a los procesos que este ha desatado, marchando con el para que la ciencia, la técnica y la cultura se haga societaria.
Que el doctor Nicolás Bianco, acuse públicamente a lo que llama “falange chavista” para justificar perseguir o estigmatizar a nuestros estudiantes bolivarianos y socialistas como los violentos, es totalmente reprochable e indigno de una autoridad universitaria. Es inaceptable que este vicerrector por su intolerancia, disociación, prepotencia y sentido de superioridad, pretenda agredir genéricamente a los que seguimos o respaldamos al actual legal y legitimo Presidente de la República Hugo Chávez, desconociendo el postulado programático que millones de venezolanos y venezolanas apoyamos. El “odio ilustrado” es un azote pero no detiene la historia cuando tiene olor y color de pueblo irredento y, esté garantiza que lo que esta ocurriendo será en paz, en democracia, con tolerancia, en y con humanismo.
Se que están tan enajenados con su historieta de “la dictadura”, el país “destruido” o “que se cae a pedazos” y enclaustrados en su UCV cada vez mas aislada, que es ingenuo creer en una rectificación. No obstante, desde una postura universitaria cabria la oportunidad para una reflexión, para el debate, esté siempre permite construir espacios de encuentro de lo diverso, de la búsqueda de la verdad desde una comunidad universitaria inclusiva. Así fue y volverá a ser la UCV de Bianco, Jesús María, el Rector de la dignidad y la autonomía, maestro y guía de generaciones.
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