En la Universidad Nacional Abierta (UNA), como en muchos otros ámbitos de la sociedad venezolana, se enfrentan abierta o solapadamente dos fuerzas en pugna. Este enfrentamiento es una manifestación de la lucha de clases que se libra en el país y en el mundo entero. En estos últimos meses, esta lucha de clases se ha hecho más evidente en varios países de Europa, sobre todo en aquellos en los que la más reciente crisis del capitalismo a golpeado brutalmente a la clase trabajadora. Como han señalado algunos estudiosos del currículo, la universidad no es un mero aparato ideológico del Estado o un sitio donde se reproduce sin son ni ton la relación de dominación de una clase por otra, sino que es una arena donde se libran luchas políticas. Por otro lado, no todos los actores pertenecientes a las fuerzas en pugna están conscientes del papel que juegan, Incluso, hay actores que actúan a favor de un bando determinado sin pertenecer a él. Por ejemplo, hay profesores y profesoras que nunca han sido incluidos en el estrecho círculo del poder de aquellos que han dominado la UNA desde su fundación, y sin embrago, defienden a los que ejercen el poder con mayor vehemencia que sus aliados y beneficiarios directos.
Una táctica frecuentemente utilizada por los grupos que han dominado la UNA desde su fundación es la presentismo, de la inmediatez. Estos grupos rechazan toda referencia al pasado de la UNA. Cada vez que se hace referencia a sucesos que han marcado la historia de la universidad, alegan los grupos dominantes que no hay que vivir del pasado. Nos machacan la cantaleta de que todo eso ya pasó, que hay que mirar el presente y hacia el futuro. Se niegan a reconocer que la UNA tiene una historia, adoran una universidad sin historia. Precisamente porque ellos son los principales protagonistas de esa historia. Porque ellos son los principales responsables del estado actual en que se encuentra la universidad. Cuando se refieren al pasado lo hacen solo vagamente, refiriéndose a una vaga época de oro de la universidad. Una época en la que supuestamente reinaba la paz y la concordia entre los miembros de la comunidad universitaria. Una época en la que supuestamente la universidad navegaba en el mar de la felicidad sin contacto con la «cochina» realidad política nacional. Nada más alejado de la realidad. Pero la UNA si tiene historia, y es necesario contarla.
La Universidad Nacional Abierta es una universidad experimental que fue creada en 1970, bajo el régimen de la Cuarta República, gobernaba el país por primera vez el Sr. Carlos Andrés Pérez. En la década de los años de 1970, comienzan a verse los efectos de las políticas que tímidamente se venían aplicando durante años para privatizar las universidades y limitar el acceso del pueblo a ellas. Por un lado, los sucesivos gobiernos de AD y COPEI crearon los colegios e institutos universitarios de tecnología, donde solo se podía obtener el título de Técnico Superior Universitario (TSU) y era casi imposible continuar estudios de licenciatura o de ingeniería. Estas instituciones de educación superior fueron creados para los hijos de los trabajadores medios y algunas facciones de la clase media, para mantenerlos alejados de las universidades. Con el título de TSU se puede obtener un trabajo de obrero calificado. La clase media, cada día más empobrecida, veía en la universidad el único camino para que sus hijos e hijas no corrieran su misma suerte. Miles de cientos de jóvenes de los sectores económicos menos favorecidos, que no fueron distraídos por la carnada de los CU y los IUT, acudían a las universidades demandando cupo. Surgieron por todas las universidades cientos de comités de bachilleres sin cupo. Estos grupos de jóvenes incluso dormían en los pasillos de las escuelas y facultades presionando para que los admitieran. A cuenta gotas eran recibidos algunos como táctica para hacerle creer al resto que tarde o temprano todos entrarían a estudiar. La mayoría nunca logró ingresar a la universidad en aquellos años. En ese contexto, el régimen decide acelerar la apertura de la UNA. Esta universidad ofrecía un sistema de ingreso abierto, solo se exigía el título de bachiller y aprobar el Curso Introductorio, y además no tenía, en teoría, límite de cupo por ser una universidad a distancia. Algunos miembros de la comisión organizadora de la UNA manifestaron su desacuerdo con que la UNA abriera sus puestas antes del tiempo planeado por esta comisión y bajo la propaganda del partido de turno en el gobierno como una solución al problema del cupo. Recordemos que esa comisión fue designada por Caldera, en su primer gobierno, y la apertura fue decretada por Pérez.
Entre sus primeras autoridades se encontraba Luis Manuel Peñalver, destacado dirigente de Acción Democrática y fundador de varias universidades tanto en el país como en el extranjero, quien ejerciera funciones de Presidente del Consejo Superior de la UNA. Las autoridades de la UNA cambiaban automáticamente al llegar al poder uno de los partidos de turno del régimen de la Cuarta República. Las autoridades no duraban ni un día más en sus funciones al cambiar el gobierno, aunque fuera del mismo partido. Cuando Lusinchi le entregó el gobierno a Carlos Andrés Pérez, en su segundo período, inmediatamente cambiaron las autoridades de la UNA. El profesor Piar Sosa, quien acababa de perder unas elecciones al rectorado de la UCV, fue premiado con la Presidencia del Consejo Superior de la UNA. Cuando Caldera ganó las elecciones por segunda vez, a pocos días de recibir la banda presidencial procedió a nombrar al ex-ministro de educación Rafael Fernández Heres como Presidente del Consejo Superior de la UNA. Igual suerte corrían las otras autoridades, vicerrectores académicos y administrativos y secretarios iban y venían al son del ritmo en que se sucedían los partidos del Pacto de Punto Fijo en el control del Gobierno.
La UNA era parte del gran complejo de empleos que controlaban AD y COPEI. Era tanto el descaro y la discrecionalidad en el manejo de las contrataciones del personal, que el Prof. Azocar, conocido profesor del Área de Matemática, llegó a afirmar en público en la Sala Laura Boyer que: «Era más difícil ingresar a trabajar en FOSPUCA [conocida empresa de recolección de basura en el área metropolitana de Caracas] que como profesor en la UNA». Son conocidos en el mundo universitario los escritos del Profesor Orlando Albornoz, ideólogo por muchos años de AD, llamando al cierre de la UNA. Hechos como estos revelaban una pugna entre grupos de militantes y simpatizantes de AD y de COPEI por el control de la universidad. Esas pugnas se limitaban al control del poder dentro de la universidad, eran de carácter superficial. Ellos sabían se sus posiciones cambiaban inevitablemente con los cambios de gobiernos. Nunca se debatía sobre temas sustanciales. Para dar un ejemplo, el sistema de evaluación de la UNA es el mismo de hace 34 años. Ninguna de los bandos que se han turnado en el poder han hecho nada por cambiarlo, no les importa. Realmente la universidad no les importa.
Al llegar el Comandante Chávez a la Presidencia de la República en 1999, como era la costumbre, se esperaba que el nuevo gobierno cambiara las autoridades de la UNA. Pero no fue así. Para el momento, era competencia del Ministro de Educación designar al Presidente del Consejo Superior de la UNA. El Dr. Navarro, primer ministro de educación del Gobierno Bolivariano, decidió ratificar al Dr. Fernández Heres como Presidente de ese consejo. De esta manera se rompió con una práctica de la Cuarta República. Además, el Gobierno Bolivariano respetó a la autoridades electas y apoyó la convocatoria a nuevas elecciones de autoridades en el plazo que correspondía. El Dr. Fernández Heres permaneció en ese cargo por más de cinco años, además de los cinco años que ejerció durante el segundo gobierno de Caldera, para convertirse en la persona con más años como Presidente del Consejo Superior de la UNA. Fue sustituido por la Dra. Maruja Romero, quien fuera viceministra del Ministro Moncada y ex-rectora electa de la UNA. A la Dra. Romero la sucedió el Prof. Luis Eduardo Leal, sociólogo de profesión. El Prof. Leal ejerció la Presidencia por dos años, y fue designada la Profesora Isalyv Matheus como nueva Presidenta del Consejo Superior.
Con la Revolución Bolivariana, sale a la superficie una discusión de fondo sobre la universidad. Mientras los grupos que han controlado la UNA siguen enfrascados en discutir sobre formalidades, no reconocen la historia de la UNA y se niegan a discutir los temas de fondo. Ellos saben que controlan la universidad. Ha surgido un nuevo polo alternativo, un grupo que tiene una visión diferente de la universidad. Un grupo de profesores, empleados y obreros que creen que la Universidad Nacional Abierta tiene que pasar por un proceso de transformación. Un proceso que signifique un cambio radical de los fundamentos de la universidad. Ante esta situación, los viejos grupos que han dominado la universidad forman una alianza conservadora. Una alianza que busca conservar la UNA tal cual como fue propuesta en el llamado Proyecto Gris y como ha sido llevado a la práctica durante más de tres décadas, al servicio de sus intereses particulares. Ahora la lucha es de otra naturaleza. Ahora la lucha es entre un grupo que lucha y quiere que surja una nueva universidad y unos grupos, ahora aliados entre ellos, que buscan mantener el viejo modelo de universidad que le ha sido tan útil para sus intereses. Se presentan como salvadores de la universidad. Pero esa retórica solo funciona si niegan el pasado de la UNA, su historia. Por eso, para los grupos que han controlado la institución, la UNA es una universidad sin historia.
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