Reflexiones sobre un artículo de Gustavo González

Revisitando la “chatarra pedagógica”

Conocí al profesor Gustavo González hace unos pocos años atrás y me pareció que lo conocía de muchos años atrás, y compartí con el un corto período de tiempo y me pareció que había compartido con él muchos años. Gustavo falleció este año, me quedó la angustia de no haber compartido con él unos días más y la sensación de que aún está entre nosotros. Ocasionalmente reviso sus artículos publicados en Aporrea (ver: http://www.aporrea.org/autores/rafael.gustavo.gonzalez.perez/). Siempre descubro algo nuevo e interesante que no había visto en lecturas anteriores. Con esas lecturas revivo largas conversaciones nocturnas en una pizzería en Parque Central. En esta oportunidad me referiré específicamente a un artículo que Gustavo publicó en 2011 bajo el titulo “Chatarras pedagógicas y la libertad de equivocarse” (ver: http://www.aporrea.org/educacion/a131547.html). En ese artículo, él hace referencia a dos ámbitos en lo que hemos sido consumidores de chatarra pedagógica, el currículo y los postgrados, y alerta sobre el peligro de desvirtuar la propuesta del docente investigador ante la tentación de esa chatarra. Propone como antídoto asumir la libertad de crear, la libertad de equivocarnos.
 
Las reformas educativas llevadas adelante en los Estados Unidos como respuesta a los grandes avances tecnológicos mostrados por la Unión Soviética, logros alcanzados en un corto período de tiempo, marcan el inicio, según Gustavo González, de la exportación de ideas y materiales curriculares obsoletos a nuestros países. A lo que denominó “chatarra pedagógica”. La Venezuela de la IV República fue, como buen país neocolonizado, asiduo consumidor de esa chatarra. Tal como lo resaltó Gustavo:
 
“Siempre coloco como ejemplo, aunque hay muchos otros, lo ocurrido con la reforma que se ejecutó en la educación venezolana entre los últimos años del periodo presidencial de Rómulo Betancourt y los primeros del presidente Raúl Leoni. Reforma en la que recibimos toda la chatarra que desecharon en los Estados Unidos de Norte América como consecuencias de la reforma que ellos emprendieron y debían salir de toda su basura. Fue un trasplante descarado.”
 
Y apunta que:
 
“(…)  Ni siquiera se ocuparon de hacer una adaptación a nuestra realidad y mucho menos se generó la oportunidad de un debate al respecto. (...)”
 
Lamentablemente, en tiempos de la V República, ni nos hemos desecho del todo de esa chatarra pedagógica ni hemos creado los antídotos necesarios para evitar su inoculación en nuestras propuestas curriculares. En especial, no hemos podido deshacernos del pragmatismo y sus nefastas consecuencias pedagógicas.
 
En lo que respecta a los postgrados la crítica de Gustavo no es menos demoledora. Se refiere a la manera en que se han desvirtuado esos espacios que deberían ser para la educación avanzada, que por el contrario han sido convertidos en centros de negocios. Muy lucrativos por cierto.
 
“La cosificación de los diplomados, especializaciones, maestrías, doctorados, post doctorados e investigaciones en general y en casos específicos las ha alejado de su pertinencia social para convertirse en otro producto en venta. Por eso han prosperados empresas que atienden como cualquier fábrica automatiza toda la cadena de servicios que de ellas se desprenden.”
 
“Los manuales, no vacilo en decirlo, se han convertido en otra chatarra más con maquillaje epistemológico y tintes metodológicos, para impresionar a incautos. (...)”
 
Sobre el docente investigador.
 
“(…) Estamos en la puerta de un gran acontecimiento en la educación venezolana, no lo lanzamos al mercado de las chatarras.
Hay que ingeniárselas para convertir esto en la gran oportunidad. Sin manuales chatarras (...)”
 
Recomiendo a mis colegas educadoras y educadores leer los trabajos de Gustavo González que se han preservado en el tiempo gracias al archivo de Aporrea. Leamos a los nuestros, leamos a los pedagogos que han intentado desarrollar un pensamiento propio en tiempos de la Revolución Bolivariana. Sus ideas, sus propuestas, nos ayudaran en la elaboración de esos antídotos cognoscitivos que tanto necesitamos para detener el contagio, ideal y material, de lo que Gustavo llamó la “chatarra pedagógica”.


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Julio Mosquera


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