Ciertamente no podríamos afirmar que existe una relación directa entre desnutrición y bajos niveles de lecturabilidad. Las investigaciones así lo indican. Existen niños y jóvenes sometidos a situaciones dramáticas de subalimentación y sin embargo, son lectores fluentes o independientes. Y a la inversa, niños con óptimos niveles de nutrición y tienen serias deficiencias de lectura y escritura.
Pero considero que debemos hablar de niveles significativos de co-relación entre desnutrición y lectura. Las estadísticas oficiales de lectura y escritura así como las de lecturabilidad y otros aspectos relacionados con la lectura, no son creíbles o al menos, mantienen disparidad entre sus instituciones.
Hace años que la denominada Comisión Nacional de Lectura y su fundación, Fundalectura, dejaron de suministrar información estadística sobre el desarrollo de la lectura y escritura en Venezuela. Esto, porque fueron desmantelados o simplemente los transformaron en centros de ideologización y promoción partidista, como en Centro Nacional del Libro. Los centros académicos adscritos a las universidades, tampoco poseen registros actualizados y amplios sobre estos aspectos.
Desde inicios del 2005, cuando comenzaron las promociones de lectura para erradicar el analfabetismo en Venezuela, no se conocen estudios sobre el ulterior proceso de afianzamiento –como lector/usuario de la lengua escrita- de esta población. Es posible que este descuido haya propiciado la aparición de un neo-analfabeta funcional.
Aunado a ello, la alarmante desnutrición en la población infantil, con su secuela de muertos e incapacitados mentales, está alejando a esta población y sus padres y representantes, de los procesos de lectura y escritura. De manera empírica se puede observar, que desde finales del 2013 en adelante, que sepamos, el Estado venezolano a través de sus instituciones más representativas, ministerios de Educación, y de Cultura, no han adelantado estudio alguno ni actividades de promoción para incentivar el interés por la lectura y escritura.
En lo personal no creo que un niño con hambre, con padecimiento patológico y sometido a la diaria violencia familiar y del Estado, tenga el más mínimo interés por aprender a leer y escribir. Porque esos son bienes a los cuales se accede después de haber comido. Además de tener la protección familiar y del Estado.
Conozco los últimos estudios adelantados por algunas fundaciones privadas, como Cáritas y Bengoa. Los números de esas estadísticas sobre desnutrición infantil y juvenil son realmente dantescos. Quienes hemos trabajado en procesos de lectura y escritura, desde los años ‘90s., sabemos que un niño sometido a un proceso sistemático de desnutrición, entre 0 y 5 años de edad, de sobrevivir, va a ser un adolescentes con serias patologías neurológicas. Quien tendrá, de alcanzar estudios universitarios, un bajo rendimiento académico. Y de alcanzar un título universitario, será un profesional muy probablemente mediocre. Que será una carga para toda institución y no aportará mayor rentabilidad económica ni beneficio social para el Estado.
Esto dolorosamente es así. Venezuela está acumulando una población de subhumanos. Seres que tendrán serias limitaciones de lectura y escritura. Que deberán sobrevivir a las etapas de niñez/adolescencia como un peso económico y sanitario para el Estado. Son millones de seres humanos minusválidos mentales. Es doloroso, dramático y fuerte decirlo, pero esta es la realidad que se está dibujando y quienes poseemos experiencia en este campo, sabemos lo que estamos afirmando.
Indudablemente que el país saldrá, más temprano que tarde, de esta crisis generalizada. Ordenar el Estado desde una perspectiva económica es relativamente fácil y en mediano tiempo. Porque ello comporta decisiones políticas y se cuenta con una infraestructura industrial amplia. Lo delicado y que llevará muchos años superar será esto que indicamos: millones de venezolanos, que, como heridos y mutilados de guerra, portarán el mal de la desnutrición en sus cerebros y débiles cuerpos. Serán por siempre y hasta que mueran cuerpos frágiles, siempre en riesgo de contraer enfermedades porque no poseen una fortaleza inmunológica. Además, medianamente se podrán comunicar y para nada poseerán una estructura idiomática que les permita entender la aberrante realidad que les tocó vivir, ni escribir de manera coherente su discursividad cotidiana.