La sociedad que merecen las maestras

Este 15E las maestras y maestros de la educación pública venezolana tienen poco que celebrar o quizás es más justo decir tienen muy poco con que celebrar su Dia.

Claro que no faltara el ingenio, la creatividad y la pasión que llevara a que en muchas escuelas, a pesar de la difícil y dura realidad que se vive, aun las maestras logren sentir que vale la pena mantenerse entregadas de cuerpo y alma a la noble profesión que escogieron o que las escogió a ellas.

Indudablemente que desde siempre la labor de maestras (y los escaso hombres que nos coleamos entre ellas) ha sido ardua y la compensación material que han recibido por ejercerla está lejos de resarcirlas (los) plenamente. Nunca habrá dinero suficiente que pague la labor que cumplen diariamente quienes asumen el compromiso de educar a niños y niñas.

La vocación por lo que hace una maestra, cada día, complementa en alguna medida la escasa retribución material que recibe. Pero en nuestra sociedad en los días que corren esta situación se ha extremado y en ocasiones amenaza con llegar a sus límites, no son pocos los docentes (especialmente a nivel de educación media) que han dejado la profesión que por años venían desempeñando, para ocuparse de otras actividades que le permitieran sufragar los gastos de la vida corriente.

Ninguna maestra cuando se inicia en la profesión lo hace aspirando que en el futuro llegara a atesorar cuantiosas riquezas, ni que la profesión le proporcionara modos de vida dispendiosos de lujos y derroches. No, la mayoría de ellas, escogieron ese camino conscientes del valor de la entrega y del amor por el semejante.

Pero lo que no debería aceptar la sociedad, bajo ningún concepto, es que las maestras no reciban la compensación material que les permita vivir con los niveles mínimos de dignidad que merecen, ellas y sus familias. No debería justificarse, de ninguna manera, que la compensación que reciben nuestras maestras hoy, este en el limite inferior de los recursos que les permite una vida digna. Cuando los ingresos de una maestra no le permiten cubrir demandas esenciales de la canasta alimentaria ($500), es claro que se ha traspasado la frontera de lo aceptable.

Es responsabilidad del Estado garantizar a las maestras de la educación publica salarios dignos. Pero es responsabilidad de la sociedad asegurarse de que las maestras reciban el trato que se merecen de parte de su empleador.

Si el Estado no cumple cabalmente con la responsabilidad que tiene con quienes tienen la profesión de educar, debe la sociedad empeñarse en que sus maestras reciban el trato digno que se merecen. De lo contrario, la sociedad no merece las maestras que tiene.



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Carlos Luna Arvelo


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