Así fue aquel 16 de junio de 1995 en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes…

Nos encontramos el 16 de junio de 1995, cuando el famoso comandante ex paracaidista hace su entrada en la Facultad de Ciencias de la ULA. Viene vestido de liquiliqui marrón oscuro, cumpliendo así con la invitación que le habíamos hecho (desde el Taller de Literatura). Estaba delgado, los carrillos hundidos, y la mirada brillante. No era un político cualquiera y despertaba tal entusiasmo que la gente salió de sus cubículos y colmó los pasillos para saludarle. No gritaban, no aplaudían, guardaban respeto y una intensa devoción por un hombre que había estado más de dos años preso, denunciando desde su celda al viejo sistema gomecista (según la tesis de Kleber Ramírez) cuya fase final, sostenía él, concluiría con la próxima muerte del Puntofijismo. Su valentía y determinación era algo que estremeció a toda Venezuela. Llevaba de la mano a su pequeño hijo, Huguito, de unos once años.

Lo primero que hicimos con este personaje, héroe del 4 de Febrero, fue recorrer los distintos departamentos de la Facultad de Ciencias, para luego ir y presentarlo al decano Spyridom Rassias. Así y todo, nadie podía imaginarse entonces que aquel excomandante llegaría algún día a ser presidente de la república. Debemos decir, que por el referido Taller de Literatura de la Facultad de Ciencias habían pasado extraordinarias personalidades del campo político, artístico, literario y científico: el escritor J. E. Ruiz Guevara (maestro de Hugo Chávez), el padre Santiago López Palacios (botánico, escritor y políglota), el matemático y filósofo Andrés Zavrostky, el filósofo Luis Vargas, el poeta Pedro Pablo Pereira, el botánico Pedro Durant, entre muchos otros. Hugo Chávez en privado era un hombre parco y sereno en el hablar. Escuchaba con atención la posición y diría que hasta con harta paciencia a cada cual. Cuando pasamos al salón Francisco de Venanzi, donde en los dos días anteriores habíamos estado cumpliendo unas jornadas llamadas "Encuentro de Dos Rebeliones", deliberando largamente con el contralmirante Hernán Gruber Odreman, el general Francisco Visconti y el coronel Luis Alfonzo Dávila, el ambiente en la multitud que le esperaba cambió como por milagro. Una bandera de Venezuela decoraba el fondo del escenario, donde hablaría el comandante. Los distinguidos colegas no habían conseguido provocar el fogonazo de pasión instintiva que despertó la sola aparición de Chávez. La sala abarrotada hasta los calcañales hizo que muchos se dirigieran al cafetín donde un televisor recogería también sus palabras. No había ni siquiera espacio para colocar la cámara filmadora. Me correspondió iniciar el acto, pero con la ansiedad por escuchar al líder del MBR-200, mi presentación fue muy escueta, corta. Y comenzó Chávez su metralla. Hablaba con extraordinaria nitidez, pausadamente. Llevaba organizado su discurso para caer en su gran objetivo: convocar a una Asamblea Constituyente. Deseaba iniciar un gran movimiento nacional que obligara al doctor Rafael Caldera a convocar cuanto antes un referéndum y así decidir el llamado o no a una constituyente.

Sin duda alguna, Chávez estaba señalado para imponerse como el hombre fuerte de este país, y aquella mañana habló poseído de una confianza absoluta en sí mismo. Totalmente convencido de que estaba destinado para hacer un gran papel en la historia de América Latina, citando a Gramsci, comenzó diciendo que algo estaba por morir y no moría y al mismo tiempo algo estaba pugnando por nacer. Que nos encontrábamos en Venezuela en ese punto crucial de la existencia. Su mirada era febril, digo. Y añadió que andaba en la tarea de conformar un gran frente bolivariano que arropara a hombres de todas las tendencias posibles porque había llegado la hora de la unidad, y que el 24 de julio de 1995, esta propuesta de convocar una constituyente saldría a la luz pública en toda Venezuela.

Aquí están parte de sus palabras: "Los partidos políticos tal cual han existido hasta ahora, lo que han hecho es contribuir a la división, a la fragmentación nacional. La mayoría de los venezolanos ya no creen en partidos políticos. El Movimiento Bolivariano que andamos conformando no es un partido sino una sumatoria de movimientos sociales. Hay que superar las barreras que nos han dividido, y hacerlo en torno de la figura de Bolívar, y retomar sus banderas que hoy están sepultadas. No tenemos más alternativa que unirnos. Los enemigos están unidos succionando lo que queda del cadáver de Venezuela. A un año del gobierno del doctor Caldera el país sigue sin brújula, sin rumbo, sin timonel, sin mapa y sin destino. La historia no la hacen hombres providenciales, sino de carne y hueso, de la calle, de los barrios… Todos los gobernadores de Estado son ilegítimos, porque la abstención así los ha declarado…. Este es el único país del mundo donde quiebran los bancos, pero no los banqueros. Ahí está el caso de Orlando Castro que nadie es capaz de condenar. Y Caldera, ese ser nulo en la acción, no sólo perdona a los banqueros que han estafado al país, sino que los premia, y además, asume las inmensas pérdidas ocasionadas por ellos a la nación... No creemos en estos procesos electorales que son un engaño para seguir demoliendo la esperanza del pueblo. Si nuestros políticos tuviesen dignidad y fuesen honrados, viendo que aquí la abstención es del 50 o del 60 por ciento, deberían decir: No. Yo no asumo este cargo porque es ilegítimo. Señores, no hay mesías que valga, la salvación no está en un hombre providencial. Debemos organizarnos para pedir una constituyente con atribuciones soberanas, ¡sin partidos!, que la conforme únicamente el soberano: campesinos, indígenas, religiosos, militares, todas las fuerzas sociales." La sala se vino abajo en aplausos.

De este Encuentro de Dos Rebeliones quedó el propósito de organizar un grupo "bolivariano" en la Facultad de Ciencias. Yo lo dirigí durante nueve meses: nos reuníamos todos los jueves a las 4 de la tarde para estudiar los procesos constituyentes en el mundo, y hablar de las ideas de Bolívar aplicables al cambio que exigía el país.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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