Desde hace algunos años hemos buscado como institución educativa y como parte integrante de un tiempo lleno de transformaciones, desafíos y exigencias, asumir nuestras prácticas pedagógicas con una clara definición de propósitos, comprometiendo nuestra voluntad por alcanzar mejores niveles de eficiencia y eficacia en la tarea educativa.
Nos propusimos entonces, en la década de los noventa, luego de haber egresado de la UPEL (algunos de nosotros) un Plan de desarrollo institucional formulado a partir de nuestros estudios a nivel superior y básicamente por la convicción política e ideológica que veníamos madurando desde la década de los ochenta, cuya inspiración está contenida en la transformación de la calidad de la educación, que se expresara en lo más profundo de los micro territorios educativos como son nuestras aulas de clase
Esta definición, se acrecentó aun mas con los acontecimientos que preñaron la historia durante el año noventa y dos; cobrando mayor significado a partir de la aprobación de nuestra Constitución.
A partir del año dos mil, hasta la actualidad, se termina de fortalecer nuestros planteamientos, a raíz de la implementación de la Constituyente Educativa, la cual dio origen a varios documentos, entre ellos tres de gran relevancia y significado, como fueron: el Proyecto Educativo Nacional en su versión preliminar, Aspectos Propositivos del PEN y la propuesta de Ley Orgánica de Educación; esta última engavetada en la Asamblea Nacional.
En el marco del proceso de nuestra revolución educativa, se siguió avanzando en cuanto a la orientación curricular, destacándose en la discusión la propuesta de Diseño Curricular para los Subsistema Inicial, Educación Primaria Bolivariana y Liceos Bolivarianos, todavía inconcluso, como todo currículo educativo que tiene que ser flexible, dinámico, transformable y en constante revisión.
De allí venimos con ese afán de construir unas nuevas relaciones sociales de producción, que es lo mismo decir una nueva ciudadanía, buscando perfilarla en la construcción del socialismo del siglo XXI, una educación con pertinencia social, que sirva y eduque para vida útil para la vida de todas todos. Esto es posible si la entendemos como una extensión de iguales condiciones en la relación familia escuela, donde hacemos una revaloración del rol, sentido y promoción de la familia, como sede de surgimiento, desarrollo y encuentro de una cultura de vida, donde el hombre es y crece, preservando las condiciones de un ambiente en que aprende a amar y ser amado, donde surgen las primeras nociones de protección y bien común, para luego extender tales actitudes y obras concretas, en la reproducción del cuidado de los ambientes sociales y de trabajo, de su propia naturaleza, la tierra y sus recursos, aportar todas nuestras potencialidades y esfuerzos en beneficio de entregar el mejor servicio educacional que nuestros niños, jóvenes y sus familias merecen.
Hay una intención teórica de muchos y muchas, pero nos seguimos encontrando con la misma limitante que no terminamos de resolver; una cosa ocurre en los niveles de dirección del proceso educativo y otra distinta es la realidad de los centros educativos, cualquiera sea la geografía donde se encuentre. Por ello es necesario insistir hasta la saciedad en examinar con detenimiento los planes y proyectos de dirección y organización del trabajo del docente en el aula, puesto que allí, encontramos explicaciones de ciertas desviaciones o desplazamientos que van lesionando el avance de los objetivos educativos, producto de la aplicación de esquemas tradicionales, carentes de innovación e inventiva, que no dan cuenta de las transformaciones y las rupturas estructurales ideológicas que hay que resolver.
Las direcciones, siguen siendo hasta ahora espacios para cumplir recaudos administrativistas: números, datos estadísticos infraestructuras, formatos papeles, etc, no han sido aún espacios para dar cuenta de los avances educativo, que ponga en la balanza la educación que demanda el socialismo bolivariano.
Creo entonces que los centros educativos deben a como de lugar convertirse en la referencia transformadora, pero para ello se necesita mucha mas voluntad política y mucha claridad ideológica, mucho más allá de la experticia profesional, que es necesaria, pero no determina el rumbo por si sola.
Este año venidero hay batallas que definen la profundización del proceso revolucionario, ellas son garantizar la continuidad del comandante en el timón del estado y la no menos importante implementación de un currículo educativo que oriente la educación del socialismo, el que tenemos hasta ahora no le ha hecho ni coquito al andamiaje ideológico de la superestructura que sostiene la sociedad capitalista.
baredu25@hotmail.com