Cátedra comunal

El cooperativismo en la historia

Tan antiguas como la humanidad misma, son las manifestaciones que el hombre ha dado de su espíritu comunitario, de su disposición a la ayuda mutua, al crecimiento conjunto.

En su libro "La Doctrina Cooperativa", el maestro del cooperativismo Paul Lambert escribe que "Se han encontrado asombrosas analogías entre ciertas instituciones de la antigüedad y de la Edad Media, con instituciones cooperativas contemporáneas. Citemos las lecherías comunes en Armenia, las asociaciones de arrendamiento de tierras en Babilonia, las confraternidades de sepultura y las compañías de seguros artesanales entre los griegos y romanos, las sociedades de drenaje, riegos y construcción de diques en Germania, los ágapes de los primeros cristianos, los pastos colectivos y las asociaciones de pescadores de Rumania, los "fruteros", asociaciones queseras del Jura y de Saboya, las colectividades agrícolas llamadas "madruga" entre los servios y "mir" en Rusia, las comunidades del trabajo, "artels", en Rusia, la mansión solariega o villa señorial e incluso -a los ojos de algunos autores- las corporaciones", así se expresa Paul Lambert en su clásico "La Doctrina Cooperativa.

El Dr. Caros Molina Camacho, ex-Superintendente Nacional de Cooperativas de Venezuela, a propósito de esas diferentes manifestaciones comunitarias, afirma que no se trata sino de analogías, y no existe ningún nexo histórico entre estas manifestaciones antiguas del instinto comunitario y las cooperativas del Siglo XX, las expresiones del comunitarismo moderno. Por otra parte, se encuentran, sobre todo en os Siglos XVIII y XIX, numerosas colonias religiosas que viven en régimen de economía colectiva, tales como los Labadistas, en Maryland, desde 1680; la colonia de los shakers que data de 1774; los "rappites", emigrados de Alemania donde estaban agrupados desde 1787, y que fundaron en los Estados Unidos una colonia llamada "Harmonie", en 1805.

Existe una diferencia fundamental entre las colonias del primer tipo, esencialmente religiosas, y las colonias fundadas por Robert Owen, así como las constituidas por Fourier: las comunidades de inspiración religiosa no pretendían en absoluto presentar al mundo una nueva institución apta para resolver el problema social. Se trataba, casi siempre, de hombres que creían inminente la llegada del Juicio Final y que deseaban vivir de una forma sumamente sencilla esperando el fin del mundo.

Tal vez conviene recordar las comunidades de los primeros cristianos, las que están reseñadas en el Evangelio, en los Hechos de los Apóstoles, donde se lee que "…todos tenían un solo corazón, no había pobres entre ellos, porque nadie llama suyo a lo suyo y todo lo ponían en común". Los primeros cristianos vivían una perfecta comunidad de bienes.

Paul Lambert, en su obra antes citada, nos dice que "las cooperativas que después habían de desarrollarse, hasta constituir el movimiento cooperativo de hoy, son sociedades nacidas espontáneamente de la acción obrera, en el momento y en los países por donde se extendía la revolución industrial. Las más antiguas se remontan a 1760, once años antes del nacimiento de Owen: son las cooperativas inglesas de producción, concretamente, molinos explotados por los obreros en Chatham y en Woolwich. Pero estas sociedades no alcanzaron consistencia, ni llegaron a tener fuerza y a conseguir el triunfo, más que cuando se han alimentado del pensamiento de los asociacionistas: Owen y Fourier".

La primera cooperativa moderna, concebida como empresa económica pero manejada bajo el esquema de asociación solidaria, es la cooperativa de consumo de Roschdale, quienes comenzaron a abrir camino en 1843, pero sólo fue al año siguiente, en la Calle del Sapo de esa comunidad, ubicada en Manchester, Inglaterra, donde se dio inicio a un tipo de empresa que hoy constituyen una fuerza en el mundo, y ocupa un lugar que hace imposible comprender la realidad económica y social de hoy, si no se estudia la cooperación. Corría el año 1844 -comenta el Dr. Molina Camacho- cuando nace la Cooperativa de Roschdale, pionera del cooperativismo moderno, hace ya más de 160 años. Las condiciones en que trabajaban los obreros de las grandes fábricas textiles inglesas eran de verdad deplorables. Igual sucedía con empresas industriales de otra naturaleza. Se laboraba 12 y 14 horas diarias. No existían leyes protectoras del trabajo. Las mujeres y los niños realizaban también trabajos como obreros y no había para ellos consideraciones especiales. Por lo contrario, sus salarios eran aún más bajos que los devengados por los hombres. Los ingresos no cubrían las necesidades más esenciales de un ser humano. Lo poco que ganaban esos asalariados tenían que dejarlo en los negocios de venta de alimentos propiedad, las más de las veces, de los mismos patronos. Por lo general quedaban endeudados con esos patronos- comerciantes porque no alcanzaba lo recibido por su trabajo para pagarles. En esas terribles circunstancias surgió la idea en las mentes de un grupo de obreros tejedores de hacer una huelga para reclamar mejor paga, aún corriendo los riesgos que una decisión de esa naturaleza traía consigo, pues podían ser despedidos todos y quedar entonces en peores condiciones.

Se reunió un pequeño capital de 28 libras esterlinas, la moneda inglesa, una libra por cada obrero comprometido en la huelga, con el fin de poder resistir el tiempo que estuvieran sin recibir sus míseros sueldos. Eran 27 hombres y una mujer. Por razones que no son del caso analizar en este momento la huelga fracasó. Ante esa situación inesperada se decidieron a organizar una cooperativa de consumo con el fin de adquirir los alimentos que necesitaban ellos y sus familias a un precio menor al que reinaba en las tiendas propiedad de los patronos. Para lograr esa meta debían comprar los alimentos al mayor directamente de los fabricantes o de los que los producían en los campos o cultivos cercanos. La mayoría de ellos eran discípulos de un reformista inglés, Roberto Owen, a quien se considera, históricamente, el principal precursor o inspirador de las ideas cooperativistas. El día 21 de diciembre del citado año 1844 abrió sus puertas la tienda propiedad de ese grupo de consumidores y obreros de Roschdale. Hoy en día el local que ocupaban en esa época es un museo visitado, con gran respeto y admiración, por los cooperativistas de todo el mundo.

Comenzaron vendiendo muy contados artículos, pero poco a poco, y animados por el éxito que iban alcanzando, aumentaron el número de productos alimenticios para la venta. La victoria no se hizo esperar. Cada vez se incorporaban más socios, vendían un mayor volumen de mercancías y los ingresos iban en aumento. Cuantos más productos adquirían de los fabricantes o productores agropecuarios mejores precios iban obteniendo.

Siendo cooperativa no tenía, claro está, fines de lucro. Lo único que se pretendía era obtener ahorros en la compra de los alimentos. Si quedaba alguna ganancia en la tienda cooperativa al final del año, esos beneficios económicos obtenidos se devolvían a los socios en proporción a sus compras: quien más hubo comprado a lo largo del año más excedentes o beneficios económicos recibía al momento de la distribución de éstos. De tal manera que nadie se lucraba y todos se beneficiaban de la organización cooperativa. Sin embargo, y con el deseo de que la cooperativa fuera cada vez más grande y poderosa, los socios decidieron dejar al menos parte de sus excedentes en la cooperativa, a cambio de unos certificados a su nombre, que podrían reclamar más adelante.

De los alimentos pasaron a la venta a los socios de ciertos artículos del hogar, ropa, zapatos, etc., logrando así también ahorros significativos en esos otros rubros. Todo un éxito alcanzado gracias a la solidaridad cooperativa. El ejemplo de Roschdale fue imitado por otros grupos de obreros tanto en Inglaterra como en otros países europeos y aún de otros continentes. Los trabajadores se dieron cuenta de lo que pueden lograr si se unen, si se organizan. A esas cooperativas e consumo siguieron otras de ahorro y crédito, de producción artesanal o industrial, agropecuarias, y de otros tipos, todas ellas uniendo a los trabajadores, consumidores y usuarios, en un poderoso movimiento económico de raíces populares, que dio origen al llamado movimiento cooperativo.

De esas 28 personas que dieron vida a la primera cooperativa en el año 1844 se pasó a la cifra actual, muy respetable por cierto, superior a los 800 millones de socios cooperativistas, según estimaciones hoy en día de la Alianza Cooperativa Internacional.

Así nació el sistema socioeconómico del cooperativismo que se basa en valores y principios que lo diferencian tanto del sistema capitalista o de empresas privadas con fines de lucro, como del estatismo.

EL PRESENTE TEXTO ES SOLO UNA SELECCION DEL TRABAJO ORIGINAL. DE MI LIBRO LAS COMUNAS SOCIALISTAS VENEZOLANAS.

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César Dorta

Luchador social y municipalista

 cesar.dorta62@gmail.com

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