Crisis eléctrica: ¿Encandilado, a media luz o a oscuras?

¡Y todo a media luz,

es un brujo el amor!

A media luz los besos,

a media luz los dos.

Y todo a media luz,

crepúsculo interior.

¡Qué suave terciopelo

la media luz de amor!

A media luz (fragmento)-Carlos César Lenzi-1925.

En estos días, donde fenómenos naturales como “El Niño”, nos traen momentos de incertidumbre sobre ese gran acompañante del sol, que es la generación y disfrute de la electricidad, vale reflexionar, aunque sea muy brevemente, sobre las sombras que nos acompañarían si fallásemos en el empeño cotidiano por tener luz y otras fuerzas que impulsan la vida del planeta. La lucha en este sentido es incansable y difícil, sobre todo cuando fenómenos meteorológicos como “Del Niño” afectan considerablemente importantes zonas del planeta.

En el caso de Venezuela, en los últimos meses, la sequía no se ha hecho esperar, los niveles de las represas están llegando a su mínimo expresión, lo que afecta considerablemente la generación de energía hidráulica. Ante tal situación, el gobierno nacional, ha comenzado a tomar algunas medidas que contrarrestren la evidente baja del potencial eléctrico en las principales ciudadades del país. Gobernantes y población han entrado en una etapa de intenso debate no solo para explicar las causas del problema, sino también generar propuestas de solución que afecten lo más mínimo posible las actividades productivas, culturales y en general el ritmo de vida de los que habitamos este bello país.

De los múltiples aspectos que pudiesen ser considerados, nos centraremos, en el subtema del consumo de energía para el alumbrado que requieren especialmente las ciudades y áreas agroindustriales del país y de dentro de este amplio espectro nos preocupa, el excesivo uso de la fuerza eléctrica en las oficinas públicas.

Esquematicemos con un ejemplo, la alta demanda que se observa principalmente en la gran Caracas, con énfasis en edificaciones a cargo del Estado Venezolano:

- Ascensores hasta para subir los dos primeros pisos

- Luces encendidas dentro y fuera de las oficinas, durante casi las 24 horas del día

- Cubículos de 9 metros cuadrados de superficie, con 4 o 5 lámparas, en cuyo interior hay 3 o 4 tubos de neón, es decir, para alumbrar a un (1) funcionario, se utiliza un promedio de 10 tubos de neón.

- Áreas comunes con 10 estaciones de trabajo (Cada una con una superficie no mayor a 3 metros cuadrados), donde en total se contaron 18 lámparas, cada una, con 3 neones en su interior, lo que suma un total de 54 tubos de neón para alumbrar a 10 funcionarios.

- Pasillos con dos hileras paralelas de lámparas, distribuidas por cada dos metros y con 4 neones en su interior ¿Hubo algún sentido de ahorro por parte de los arquitectos e ingenieros que diseñaron el sistema de iluminación o sencillamente facilitaron que las empresas fabricantes de lámparas y neones duplicaran o triplicaran sus ventas?

- Salas sanitarias solitarias de gente, pero llenas de lámparas y bombillos encendidos ¿Se podrá automatizar algunas áreas para que las luces se enciendan sólo en el momento necesario?

- Uso de los ascensores hasta para bajar uno o dos pisos vía sótano.

- Equipos de oficina que permanecen encendidos después de las 6 p.m. sin que nadie les esté dando ningún uso.

Esta pequeña muestra, posiblemente también se repite en las edificaciones e instalaciones bajo el control de la empresa privada, es decir, el derroche de energía eléctrica en Venezuela es innegable, y amerita ser monitoreado permanentemente.

A propósito del monitoreo: en cada ministerio, instituto autónomo e institución similar hay una gerencia, división o coordinación de servicios, sin embargo, el derroche observado y otros excesos, que estamos seguros, la mayoría de los humanos nos damos cuenta, son ignorados por el personal de las unidades organizativas nombradas. Parece ser que gastar fuerza eléctrica más allá de lo normal, no es un problema que le incumba al personal que tiene a cargo esta importante gestión. Ni siquiera después del anuncio del racionamiento de luz, se ha visto interés en este asunto. Nótese que algunos funcionarios (as), se inclinan más por generar chistes de mal gusto, que por generar razonables y eficaces soluciones.

En consecuencia, nos permitimos hacer las siguientes propuestas:

· Hacer un diagnostico sobre las instalaciones eléctricas en las instituciones del Estado, a la mayor brevedad posible, a fin de señalar los excesos que se pudiesen estar cometiendo, sin menoscabo que haya señalamiento en aquellos casos en que realmente falta suministrar la energía necesaria para mantener un ritmo adecuado de operaciones.

· Reestructurar las instalaciones eléctricas en todos aquellos puntos donde el diagnóstico lo aconseje, reduciendo lámparas, bombillos, neones etc.

· Regular debidamente el uso de la fuerza fuerza eléctrica, permitiendo que el estudio y trabajo creador fluya, pero evitando que en tiempo de ocio, se mal gaste la electricidad.

· Exigir a las unidades competentes en materia de servicios internos, que se rinda quincenalmente un informe detallado de los avances en el seguimiento, evaluación y control ad hoc.

· Sancionar sin contemplación a todos aquellos (as) funcionarios (as) responsables de velar por el buen funcionamiento y uso adecuado de las instalaciones eléctricas, en caso que adopten aptitudes negligentes o cómplices.

· Mantener informado al alto gobierno de las diversas medidas que se tomen en beneficio de un mejor destino de la inversión en la energía eléctrica.

En síntesis, lo que muy modestamente hemos planteado, se resume en nuestra visión que todo exceso es dañino, así, vivir encandilados por el exceso de luz, nos podría conducir a una fotofobia indeseable; una carencia absoluta de luz, por el exceso o consumo desmedido de fuerza de fuerza eléctrica, nos pudiese llevar al agotamiento de agua de nuestras represas y permitir que la oscuridad y la parálisis se posesionen de nuestras ciudades y pueblos, mientras que si mantenemos un equilibrio racional entre producción y consumo de energía eléctrica (Ni encandilar a la gente, ni vivir a oscuras), pudiésemos acercarnos a una vida más placentera, como premonitoriamente el poeta uruguayo Carlos César Lenzi, lo sentenció, cuando nos deleitó con su exquisita canción: “y todo a media luz, crepúsculo interior ¡que suave terciopelo la media luz de amor!...Es hora entonces, que todos con amor, aportemos con nuestras ideas y acciones, para enfrentar con éxito los retos que a cada momento invaden nuestro espíritu de lucha por un mundo mejor. Derrotemos el pesimismo y armémonos de coraje para subir por la luz equilibrada del tiempo y del futuro..


yovic01@cantv.net/gmail.com


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Yolí J. Núñez O.


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