“El trabajo es la fuente de toda la riqueza, afirman los especialistas en Economía Política.
Y en verdad es la fuente, junto a la naturaleza que le proporciona el material que convierte en riqueza.
Pero es muchísimo más que eso. Es la fundamental y primera condición de toda la existencia humana, y ello en tal medida que, en cierto sentido, debemos decir que el trabajo creó al hombre.” Cónfer: Federico Engels, “Dialéctica de la Naturaleza”. El papel del trabajo en la transición del mono al hombre.
El orden civilizatorio que ha mantenido la sociedad a través de su historia ha respondido a las enseñanzas derivadas del trabajo, y esto ha regido para los trabajos aclasista y clasista.
Los hábitos de trabajo los adquirió el hombre cuando inició la producción de sus medios de producción, y con la ayuda de estos la de los bienes cubridores de sus necesidades varias. De esa manera no sólo enriqueció la naturaleza, la conoció mejor, sino que autoprodujo su propia existencia. Mientras se mantuvo salvaje y al garete como dependiente azaroso de la naturaleza, en régimen de cazador, recolector y pescador, no se educó ni preparó para la vida civilizada. Esta surgió con el trabajo sedentario y dependiente de la propia voluntad del trabajador.
Es en ese sentido que debemos mirar la cara positiva de todo tipo de trabajo productivo con inclusión del trabajo realizado bajo condiciones de explotación. En el caso burgués contemporáneo, sólo la disciplina impuesta por el trabajo coordinado, medido y controlado por la sigilosa mirada del explotador ha convertido al trabajador en un hombre ordenado, listo para vida civilizada, para hacer familia, aunque en ello le haya ido la continuidad misma de su miserable vida de explotado.
Este trabajador empleado y explotado, convertido en pobre, ha sabido conllevar sus tragedias como emanadas de la voluntad divina y muy raras veces atribuye a sus patronos la causas se du monótona y esclavizada vida proletaria.
Entrar y salir a horas determinadas, realizar diferentes tareas, coordinar operaciones en las fábricas y expendios, manejar un presupuesto familiar y distribuirlo entre necesidades básicas diarias y anuales o estacionales, prepararse técnicamente para competir mejor con otros trabajadores y hacerse acreedor de mejoras salariales, siempre salariales, todo eso conjuga un paquete de obligaciones disciplinarias conducente a la formación de un hombre ocupado no sólo puertas adentro de la fábrica, sino dentro de su hogar, con sus amigos y demás familiares, frente a las autoridades institucionales.
En fin, se trata de personas que no sólo son explotadas en beneficio del patrono, sino que el trabajo los convierte en pilares pacíficos de la vida social. Esta, no sólo depende del trabajador asalariado, sino que nenecita personas respetuosas de sus obligaciones, de la leyes demás costumbres que permiten vivir en paz, aunque paradójicamente esta sea la condición más preciada del explotador.
De resultas, estamos ante sociedades clasistas que forman trabajadores disciplinados para ser explotados por el patrono, garantizarle a este su enriquecimiento, pero formando con aquellos a los propios sepultureros de un sistema que crea desempleados pobres en abundancia, y pocos ricos a quienes, siendo ociosos natos, no se les puede calificar de desempleados, ya que se hallan muy “ocupados” explotando los proletarios.
Precisamente, por eso es importante acabar con el desempleo ya que éste, según venimos exponiendo, no sólo crea pobres o personas insolventes ante el mercado, sino que rompe y deshace todos los beneficios de trabajo disciplinario y moralmente necesario para la vida en sociedad, pero, además, porque se necesita un proletario empleado que sepa asimilar la importancia de las gestiones revolucionarias donde él será el principal protagonista y formador de la nueva sociedad libre de explotadores y de desempleados.
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