Carta abierta al Presidente Hugo Chávez Frías

El otro diálogo

Estimado compañero Presidente.

El pasado sábado 15 de enero del año en curso, durante su alocución a la Asamblea Nacional para la presentación de la Memoria y Cuenta del año 2010, la polarización operó, una vez más perversamente, para aplastar y reducir a una sola posibilidad la compleja y difícil actitud del diálogo. Éste aparentaba ser  el debate que se diera entre el gobierno y la oposición. Todo lo demás carecía de existencia.

Eso operaba gravemente contra quienes desde siempre, pero más incisiva y fuertemente desde principios del 2007, habíamos formulado críticas en y desde el proceso bolivariano, pero sobre todo para el impulso y fortalecimiento de éste.

Creo que su discurso ese día, en relación a un aspecto fundamental de la convivencia nacional como lo es el de la tolerancia de quien piensa distinto y eventualmente adversamente fue, para mi concepto, el primer ejemplo concreto de aplicación de la política que usted llamó “las tres erres”. La discusión que usted dio sobre los conceptos de enemigo y adversario fue algo que nadie podría calificar de maniobra discursiva dicha al calor de una emoción pasajera. Sus palabras fueron: “Señores diputados, diputadas, si en alguna ocasión yo mismo he usado códigos sumamente duros como el amigo-enemigo, eso en política no es lo más correcto. Nosotros somos adversarios, ustedes son adversarios políticos, pero no enemigos, nosotros no somos enemigos. Dejemos de vernos como enemigos, no estamos aquí para exterminarnos, no somos enemigos.”

Por muchísimo menos de lo que usted dijo, a cualquiera en el ámbito político bolivariano lo hubieran descalificado automáticamente. “Bate quebrado” habría sido el epíteto más benévolo.

Usted revisó una concepción sobre la que muchos, en el gobierno bolivariano y en el PSUV, han sustentado y sustentan su práctica y su conducta política: la de que la hegemonía provenía de la eliminación del adversario o, mejor dicho, enemigo. “No estamos aquí para exterminarnos...” Esto es, que la muy lícita lucha por la hegemonía no supone la eliminación de quienes no comparten los principios que se pretende establecer.

Usted rectificó, y sus palabras fueron: “Así que pido que dejemos atrás esos códigos enemigos: amigos-enemigos, no. Aquí estamos en un escenario que es político.”

Usted reimpulsó  un proceso que, por estar preso en una dinámica de confrontación total, estaba estancándose y silenciándose en distintos grados  y en distintos ámbitos. Esta carta que le escribo es una muy pequeña manifestación de ese reimpulso. Antes del 15 de enero yo no le habría escrito a usted carta alguna porque me hubiera parecido carente de sentido.

Ahora bien, está el problema planteado al principio. La dinámica de polarización  y los medios de comunicación social, tanto del gobierno como de la oposición, reducen la idea y la noción de diálogo a lo que la oposición diga o deje de decir en relación a su llamado a éste. La oposición, que no tiene la más mínima voluntad de diálogo porque percibe que su crecimiento depende de lo que pueda hacer aparecer como dictadura a su gobierno, bloquea toda posibilidad. Como la MUD no dialoga, porque dice que no le cree ni el Padrenuestro de rodillas, entonces no hay diálogo.

Confiado en que su llamado al diálogo del 15 de enero nos incluye a todos, incluso a quienes adversamos a la oposición política al gobierno bolivariano por representar, no total pero si fundamentalmente, la versión más horrenda del capitalismo que es el neoliberalismo, pero tampoco cuadramos con ese socialismo de cajita que se presenta como valla publicitaria, “HECHO EN SOCIALISMO”, y que se logra comprando empresas capitalistas para que el Estado las vuelva socialistas por el hecho de comprarlas; presento cuatro problemas que considero cruciales en la presente coyuntura:

El poder popular

Baste una anécdota para calibrar la crisis. Soy miembro del Comité Promotor del Consejo Comunal Terepaima-Parte baja de El Refugio del barrio Santa Ana, parroquia Antímano. Participo con cierta regularidad en la Sala de Batalla Social “José Félix Ribas” que pretende agrupar a los Consejos Comunales del Barrio Santa Ana. En una de sus reuniones dominicales sobre finales de octubre o principios de noviembre de 2010, uno de los funcionarios del Ministerio del Poder Popular para las Comunas, por supuesto miembro del Frente Francisco de Miranda, regañaba a los allí presentes, como es su costumbre, por la falta de asistencia. Para una futura reunión que estaba convocando advertía: “a esta reunión no deben venir sólo los Consejos Comunales, también tienen que venir las comunidades”

El representante del Ministerio del Poder Popular para las Comunas, lamentablemente, no se estaba equivocando. A cinco escasos años de la Ley que reserva a la Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas el poder total de los Consejos Comunales, éstos ya son una cosa y las comunidades son otra.

No desconozco que hay manifestaciones vigorosas del poder popular que se han desarrollado en el gobierno bolivariano. Me enorgullezco de ser cofundador del Consejo Comunitario de Agua del Sistema Clavellino en el Edo. Sucre, porque a siete años de su constitución (17-01-2004) sigue siendo un espacio público, periódico y permanente  de procesamiento de información que produce al acueducto “Luisa Cáceres de Arismendi”  al mismo tiempo que produce organización y poder del pueblo; pero si tengo que hablar de lo que nos ha sido posible en el espacio en el que vivo, cual es la parroquia Antímano del municipio Libertador, debo decir que en los casi doce años de gobierno bolivariano no hemos tenido la información, que como usted sabe es la base del poder, para planificar y ejecutar los recursos que nos pertenecen en la solución de nuestros problemas, como sí la manejamos durante los años del gobierno municipal de Aristóbulo Istúriz (1993-1996). Si el poder popular no tiene el poder para acceder a la información más primaria como es la del presupuesto, ¿qué contraloría social puede desarrollarse? ¿qué poder es ése que no logra ni siquiera acceder al derecho a la información más elemental? Para el caso del Municipio Libertador, le sugeriría indagar sobre quiénes saben y de qué manera obtuvieron ese conocimiento, cuál es el presupuesto de la ciudad de Caracas para el año 2011 y cómo está distribuido.

En otro orden de ideas persiste el problema que una señora de la comunidad de La Salina en el Edo. Vargas, durante una actividad del ENFODEP en la Biblioteca “Salvador Garmendia”, resumió así: “Dejé de ir al Consejo Comunal porque era como estar en una reunión del PSUV.”

En abierta manifestación de estalinismo puro y duro, desde el Ministerio del Poder Popular para las Comunas se promueve la noción de que mientras un dirigente parroquial del PSUV puede estar en la asamblea de ciudadanos y ciudadanas de cualquier Consejo Comunal ataviado con las insignias del PSUV,  un militante de Un Nuevo Tiempo, o de Copei, o de AD, o de la MUD, no puede hacerlo, es más, no se supone que esté allí alguien que no sea del PSUV o de su periferia.

Esta apropiación del espacio público, pero sobre todo de los recursos públicos, que el PSUV pretende hacer ver como una acción revolucionaria y que está a punto de matar al poder popular, es propia de quienes creen que ésa es la manera en la que se logra la hegemonía. Los que desde hace muchos años sabemos que la organización revolucionaria, lo que el PSUV debería tratar de ser, no instrumentaliza, no se come a la organización de base no porque no pueda, sino porque no quiere, porque sabe que si hace de la organización de base un apéndice de la organización política, lo que se consigue es desnaturalizar a ambas y matarlas; dado que a nosotros también nos es fundamental que en la sociedad pervivan los distintos espacios que garanticen la existencia de la pluralidad, de la libertad, o sea, que lo propiamente político revolucionario nunca sea obligado y que lo público, lo que por pertenecer a todas y todos es esencialmente diverso y profundamente político, nunca sea controlado partidistamente.

No es de extrañar el origen adeco-copeyano de los promotores de este tipo de política dentro del gobierno bolivariano y del PSUV. Son los que piensan que el poder es para usarlo y los trapos sucios se lavan en casa. 

El Socialismo

Repasemos un poco nuestra historia reciente en relación al tema. Para 1998, durante su primera campaña electoral a las elecciones presidenciales, preguntado por los medios de comunicación social sobre su orientación política en términos de si era capitalista o socialista, usted contestaba que era partidario de lo que en aquellos tiempos se conocía como “la tercera vía”, pero enraizada en la historia de liberación inconclusa de los pueblos de América Latina. El instrumental ideológico con el que desarrolló su campaña fue el que usted llamó “árbol de las tres raíces”: Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora.

No sólo creo que era usted sincero. Creo además que era muy lógica su conducta. En 1998 todavía se sentían los efectos del desmoronamiento de la URSS. Estábamos a nueve años de la caída del muro de Berlín y muchos estábamos muy escépticos porque las élites rusas, que hasta hacía muy poco tiempo habían sido soviéticas, habían demostrado ser en esos nueve años los más voraces y carniceros capitalistas que Marx hubiese podido imaginar. Del hombre nuevo y los valores socialistas no quedaba ni rastro. Pero sigamos, para diciembre de1998 usted no es socialista. Seis años más tarde, el 30 de enero de 2005, se declara socialista en el V Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre (Brasil) y el 2006 desarrolla su tercera campaña electoral por la presidencia de la República diciendo que quien votase por usted estaba votando por el socialismo. En ese tiempo nace una construcción teórica que Heinz Dietrich pretende de su propiedad intelectual: el socialismo del siglo XXI.

Para quienes hemos sostenido que la impugnación, enfrentamiento y derrota del capitalismo necesita un instrumental teórico que parta del cuestionamiento a la cultura occidental como único patrón civilizatorio válido, el socialismo del siglo XXI, como concepto en creación colectiva, abría la posibilidad, en primer lugar, de saldar cuentas con el socialismo del siglo XX, en el sentido de afirmar que éste no fue un instrumento eficaz para derrotar al capitalismo porque no sólo no cuestionaba, sino que además compartía, los paradigmas más depredadores de la cultura occidental como son el del despliegue sin fin de las fuerzas productivas, el progreso y el desarrollo.

Si el socialismo del siglo XXI lograba incorporar las aspiraciones de libertad, igualdad y fraternidad que la tradición socialista hereda de la Revolución Francesa, haciendo suyo el razonamiento ecológico de que estamos en un planeta finito, se posibilitaría el cuestionamiento a la cultura occidental y sus muy particulares criterios de felicidad y plenitud basados en una guerra sin fin contra la naturaleza. Podríamos estar construyendo un espacio político de confluencia de todas las fuerzas a las que la debacle del socialismo del siglo XX había dejado dispersas y silentes, incorporando a quienes reconozcan en las señales del cambio climático, la inviabilidad de un sistema como el capitalista que por maximizar la tasa de ganancia no ha dudado en quemar el aire que respira.

Desde el 2009 hay una merma de la utilización del apellido “del siglo XXI” en las oportunidades que se alude a la noción de socialismo y lo que tenemos ahora es el socialismo del Gobernador Maestre del Edo. Sucre, quien de un plumazo ordenó pintar de rojo-rojito las patrullas de la policía regional y poner una inscripción bien grande que dice POLICIA SOCIALISTA. La muy cuestionada por las comunidades Policía Regional de Sucre no ha modificado ninguna de sus prácticas, ninguno de sus códigos de autoridad jerárquica, vertical y represiva, ninguno de sus mecanismos autoritarios de toma de decisiones y control cerrado de la administración y los recursos que le son asignados, pero por designio del Gobernador Maestre, quién  está severamente cuestionado en el propio ámbito bolivariano por abusos de poder y corrupción,  de la noche a la mañana pasa a ser la POLICIA SOCIALISTA.

Eso no es el socialismo, ¿verdad Presidente? Ni del siglo XXI, ni de nunca.

Entonces es perfectamente lícito y necesario discutir el socialismo.

¿Cómo es el socialismo de CORPOZULIA y PDVSA, que rezan sin vergüenza alguna la letanía extractivista del si hay petróleo, hay que sacarlo, si hay carbón, hay que sacarlo, si hay coltán, hay que sacarlo, si hay uranio hay que sacarlo, si hay oro, hay que sacarlo...? A un país agobiado por las deformaciones de la economía rentista del petróleo, CORPOZULIA y PDVSA le proponen aún más economía rentista, a pesar de la devastación ambiental que implica, ¿y todavía son socialistas? Que ese extractivismo se promueva desde una plataforma capitalista no sería extraño, pero que se practique el extractivismo más agresivo ambientalmente en  nombre del socialismo, me parece una infamia. Si eso es ser socialista, entonces yo no quiero ser socialista.

¿Cómo es el socialismo de los ministerios del poder popular? ¿Ya se cuestionó la esencia capitalista de su estructura jerárquica, y de los privilegios que conlleva?

¿Cómo se construye el socialismo a partir de decisiones personales que no se consultan con nadie, que no tienen ningún escenario colectivo y democrático de decisión? 
 

La situación de los pueblos indígenas

La anécdota con la quiero ilustrar mi profunda preocupación por este tema la puede encontrar en los archivos de Venezolana de Televisión. Ocurrió el 12 de octubre de 2008, Día de la Resistencia Indígena. Venezolana de Televisión, canal 8, junto con el Sistema Nacional de Medios Públicos transmitía la actividad que, en la comunidad de Betania Topocho del Edo. Amazonas, desarrollaban la Ministra del Poder Popular para los Pueblos Indígenas Nicia Maldonado, y el entonces Vicepresidente Ejecutivo de la República, Luis Reyes Reyes.

Como parte de los actos conmemorativos de ese día, le estaban entregando a un indígena (creo recordar que era perteneciente al pueblo hivi) y a su familia, una casa equipada. La cámara recoge el recorrido que Ministra y Vicepresidente hacen por el inmueble y va detallando las cosas con que está amoblado. La casa es una vivienda rural relativamente convencional y los enseres y aparatos que la equipan se van destacando uno a uno para que se vea cuán espléndida y generosa es la dádiva. Una nevera surtida y en funcionamiento, una licuadora, un televisor, un teléfono, un juego de comedor de cuatro sillas. Cuando culmina el ominoso recorrido occidentalizante, que pisotea la proclama de ser multiétnicos y pluriculturales  que consta en nuestra Constitución Nacional Bolivariana, y salen de nuevo a la puerta de la casa el indígena, la Ministra y el Vicepresidente, éste culmina el acto entregándole al indígena, con toda la prosapia y el boato del caso, su título individual de propiedad sobre la casa.

¿Diría usted que ese asistencialismo occidentalizante que da una casa para que el indígena viva como nosotros los criollos, una nevera para que se alimente como nosotros los criollos, un televisor para que se entretenga como nosotros los criollos, un teléfono para que se comunique como nosotros los criollos, un juego de comedor para que coma como nosotros los criollos y un título de propiedad para que tenga como nosotros los criollos; diría usted, insisto, que era ésa la misión de la revolución bolivariana en el mundo indígena?

Además de la política de asistencialismo occidentalizante susceptible de ser cobrado en sumisión política, en votos, hacía el “benefactor o benefactora” que dio la dádiva, valga la redundancia; en lo medular de las conquistas que los pueblos indígenas lograron en la Asamblea Constituyente y en la Constitución Nacional Bolivariana que emanó de ésta, en lo relativo a la Demarcación Territorial Indígena y a la Disposición Transitoria que daba un plazo de dos años para producir esta demarcación, la realidad es que ya va por once  con el agravante de que no tiene la más leve señal de terminar, ni siquiera de avanzar. Para los pueblos indígenas, la Constitución Nacional Bolivariana se quedó en veremos. Al carecer de la demarcación de su hábitat, lo que se supone era el objetivo de la Comisión Nacional de Demarcación del Hábitat y Tierras de los Pueblos y Comunidades Indígenas, no hay el reconocimiento a la existencia de los pueblos indígenas, y mucho menos a la Jurisdicción Especial Indígena. Por eso cada día que pasen presos Sabino Romero, Alexander Fernández y Olegario Romero, caciques el primero y el último de las comunidades yukpa de Chaktapa y Guamo Pamocha en la Sierra de Perijá, será un día de desconocimiento y violación de la Constitución Nacional Bolivariana en su Capítulo VIII, art.119, cuando dice: “El Estado reconocerá la existencia de los pueblos y comunidades indígenas, su organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias para desarrollar y garantizar sus formas de vida.”

Si dos familias yukpas tienen una situación conflictiva en la población de Machiques, en su carácter de espacio urbano éste no les pertenece, no es de su propiedad, pero en ningún momento la población de Machiques ha dejado de ser su hábitat ancestral y, por lo tanto, el conflicto entre esas familias yukpas tendría que ser dirimido por la Jurisdicción Especial Indígena prevista en la Constitución y la Ley Orgánica de Comunidades y Pueblos Indígenas. Pero si ni siquiera hay reconocimiento al hábitat ancestral, esas familias no son yukpas sino solamente venezolanas, y no están en hábitat ancestral yukpa sino que están en el Municipio Machiques de Perijá del Edo. Zulia, y les sale jurisdicción ordinaria porque lo que el Estado no ha reconocido, en abierta violación al Capítulo VIII de la Constitución Nacional Bolivariana, es al pueblo indígena yukpa.

El Bicentenario

Frente a problemas como el de la seguridad, la construcción de viviendas y la contención de la inflación mediante la elevación en la producción de alimentos, bienes y servicios, discutir la política que el gobierno bolivariano adelanta en relación a las fechas que cumplen 200 años a partir del pasado 19 de abril de 2010 a muchos podrá parecer toda una ociosidad. A mí no. Mis puntos para el diálogo no han terminado y los aspectos antes mencionados serán objeto de consideraciones en otros momentos y, muy probablemente, con otros destinatarios. Pero para discutir con usted, en lo que en el pasado denominaríamos “el campo de la revolución”, el asunto del Bicentenario es medular.

Creo, y esto me cuesta mucho formularlo así, que con la política hacia el Bicentenario el gobierno bolivariano ha cometido una flagrante claudicación en la tarea de deconstrucción de la cuerda de patrañas coloniales que la dominación construyó durante décadas como la historia oficial.

Creo que el Bicentenario es el operativo epistemológico neocolonial más agresivo desde el que se orquestó para el V centenario del 12 de octubre de 1492. Digo operativo por lo que tiene de logotipo, papelería, institucionalidad y campaña publicitaria insomne. Digo epistemológico porque es referido al conocimiento, a la idea que un pueblo tiene de la que es su historia. Digo neocolonial porque persigue la invisibilización y el desconocimiento de todo lo anterior a 1810 desde Guaicaipuro hasta Manuel Gual y José María España, pasando por José Leonardo Chirino y los Comuneros de los Andes.

Creo que ese conteo, esa cronología que nos hace considerar doscientos años de algo es una mirada eurocéntrica y colonial destinada a privilegiar a la más miserable de las oligarquías esclavistas como única autora de la historia verdadera, la que aprendimos en la escuela primaria. Creo que haber dicho, en pendones de propaganda oficial desplegados en  los postes de Caracas, que llevamos 200 años combatiendo imperios, es un insulto a los mares de sangre derramada contra el imperio español desde el 12 de octubre de 1492 hasta el 19 de abril de 1810.

Creo que haber transformado al 12 de Octubre de Día de la Raza en Día de la Resistencia Indígena y haber dejado intacto el presuntamente patriótico sentido del día en que el mantuanaje caraqueño vivó a su rey Fernando VII, el 19 de abril de 1810, es como haber matado al tigre y haberle tenido miedo al cuero.

Creo que esa discusión está pendiente.

Termino asumiendo, cosa que imagino usted también presume, que  no creo que dialogar sea hablar personalmente con usted. Que dialogar es encontrar las maneras de evaluar si lo que aquí le he dicho es verdad o mentira, si tiene o no que ver con lo que nos está pasando en el proceso bolivariano, si tienen o no pertinencia estos puntos como temas a seguir debatiendo en diferentes espacios. 

Fraternalmente.


santiago_arconada@yahoo.es


 


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Santiago Arconada Rodríguez


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