El Estado burgués es corruptor por excelencia. El mantenimiento del poder y los privilegios alcanzados por algunos burócratas degenerados los conlleva, naturalmente, a reprimir la crítica, aislar a los revolucionarios y a buscar alianza con el enemigo de clase del proletariado. La burguesía y sus apéndices, la pequeña burguesía; los especialistas burgueses infiltrados saben muy bien que, más temprano que tarde, la revolución acabará con todo ordenamiento legal y estructural-organizativo que favorece a sus intereses.
Las revoluciones se nutren de sus errores. La crítica permite conocer comprender los errores. Quizás, lo que ha faltado en la Revolución Bolivariana es profundizar, aun más, en la conciencia crítica de los trabajadores y de los funcionarios del Estado, acción que sólo se logrará creando los mecanismos necesarios para que ella se exprese de forma natural y sin las restricciones que imponen los burócratas. Es este, también, una tarea del PSUV. Decía Marx que la crítica es el combustible de toda revolución verdadera. Sabemos, la Revolución Bolivariana no construye el socialismo con seres traídos de otros planetas, ni con personas traídas de otros países. Nuestros ministros, gerentes, directores, etc., son todos hijos de este pueblo. La revolución se construye con las mismas personas formadas o influenciada por la sociedad burguesa, muchos de ellos contaminados con los vicios del capitalismo; el egoísmo y la corrupción. Pero sólo la crítica y vigilancia de los obreros organizados podrá disuadirlos y detener las pretensiones conspirativas de algunos degenerados.
Si bien es cierto que existen numerosos problemas y desviaciones en algunas de las principales industrias del Estado, no es menos cierto que la permanencia del Comandante Chávez, por su verbo crítico y transformador, es garantía de los cambios necesarios. Chávez es el primer crítico de la Revolución Bolivariana. Pero la crítica de una persona no es suficiente para hacer la revolución.
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