La salud presidencial

      El tema de la salud presidencial no es un asunto baladí como para que los periodistas de farándula especulen sobre la posibilidad de una liposucción para que el mandatario pierda unos kilos o la cirugía cosmética para quitarle unas arrugas incipientes.

      En mi absoluta ignorancia consideraba que, puesto que el Presidente de la República es Comandante en Jefe de la FANB, la Casa Militar contaba con médicos vergatarios que lo acompañaban a todas partes y con la frecuencia necesaria le hacían exámenes para determinar si tenía el peso conveniente y si las cifras indicativas de colesterol, triglicerios, azúcar y demás eran las apropiadas conforme a la edad, dieta y demás características del paciente.

      Para mi era elemental suponer que una vez a la semana le practicaban exámenes de sangre, orina y heces como cosa de rutina y al menos una vez al mes le hacían placas o tomografías para anticipar cualquier problema.

Ello, desde luego, además de los servicios de un médico experto en dietas que escogía alimentos balanceados para un óptimo rendimiento tratándose de un individuo que se mantiene en actividad incesante y se especializa en hacer vainas impensadas y espeluznantes.

      Al menos quien escribe estas líneas tomaría las medidas adecuadas si la responsabilidad de la salud presidencial estuviera a su cargo, tal vez como ministro de la Secretaría de la Presidencia o titular del despacho del Poder Popular para la Salud.

      El Presidente de la República no es una persona común y corriente y su bienestar en todos los sentidos es algo que debe ser preservado tan celosamente como lo hacen los escoltas que se ocupan de detectar algún posible agresor agazapado entre las muchedumbres.

      Claro está que a estas alturas nada de lo anotado tiene validez. Ahora ocurrirá lo que los gringos llaman “cerrar la puerta del corral después que el caballo escapó”. Es decir, tomarán las precauciones que debieron tomar antes, cuando quizás habrían detectado un tumor incipiente.

      Ojalá  el presidente ahora tenga médicos juiciosos que le impidan cometer abusos como el de tomar café en cantidades industriales.

      Así  dormiríamos todos más tranquilos.

                              augusther@cantv.net



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Augusto Hernández


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