Luego de una jornada con trabajadores y trabajadoras de PDVSA en El Vigía

Situación ideológica ante la batalla del 7-O

Estuvimos en el proceso previo a unas elecciones sindicales en El Vigía. En general es muy limitada la  idea de qué es eso que llamamos “Socialismo bolivariano” y proclamamos en ruidosas y entusiastas consignas. La inmensa mayoría tiene la idea del socialismo que le ha brindado el aparato comunicador (Fábrica de la conformidad) capitalista. Las mismas aprehensiones y los mismos prejuicios que la superestructura capitalista ha sembrado con dedicación y esmero. La jornada la cumplimos dándonos a la tarea de deconstruir tanta cultura macabra. De eso trata este tema de hoy. Veamos:


En general el hombre es impulsado por pasiones. En el corazón del hombre anida la posibilidad del hombre social y solidario en tanto que es acosado por los móviles humanos más básicos: el egoísmo, la codicia, la defensa de lo propio y todos aquellos instintos que nos son tan naturales como bien aprendidos. En cada hombre hay, en potencia, un ángel y un demonio. El capitalismo ha sabido penetrar ese móvil instintivo y oscuro de cada individuo de modo que ningún otro sistema lo ha hecho tan bien. El capitalismo ha sabido amputar –como ningún otro sistema- la conciencia social del individuo. Ningún otro sistema apela y exacerba tan pero tan bien el instinto egoísta del ser humano como lo hace el capitalismo. Frente a este sistema, definitivamente constructor de los rasgos más despreciables  de la naturaleza humana siempre ha existido la propuesta del hombre solidario, del hombre superior, del hombre nuevo. Es este el vaso comunicante, el factor común que encontramos a lo largo de la historia desde mucho antes de Cristo, pasando por Bolívar, Marx, el Che y tantos otros y otras. Ese es el combate que hoy se libra en la Venezuela revolucionaria y bolivariana, con una marcada ventaja para los factores que impulsan los valores del capitalismo, tanto en el statu quo como en la clase emergente burócrata y reformista: Siempre son más reales y acuciosas las demandas materiales del tener que las de orden superior basadas en el ser. Siempre es más determinante la costumbre que la razón ética, lo que se estila y es “normal” por sobre lo que debería ser. Lo primero sólo requiere relajar el espíritu, lo otro exige el estado de tensión superior, exige la lucha contra los instintos básicos, demanda la reflexión., en definitiva reclama el hombre nuevo con recia conciencia del deber social. El hombre viejo está ya construido, sustentado por sus propias necesidades, el hombre nuevo hay que construirlo, formarlo, sostenerlo y mantenerlo en tensión. El hombre nuevo es el hombre viejo convertido, cambiado, transformado y transustanciado desde afuera y por sí mismo, desde lo más profundo e interior de sí mismo. Y, así como el cuerpo desarrolla defensas contra las enfermedades la mente humana desarrolla defensas contra los cambios. Esa resistencia es hoy un enemigo formidable a los cambios, tanto fuera como dentro de los cuadros revolucionarios donde la palabra socialismo produce cierta urticaria.

El capitalismo ha mostrado a lo largo de la historia una astucia superior a la de las fuerzas revolucionarias, por ejemplo, en el instinto para asociarse cuando –al contrario-  la dispersión es el signo preponderante en las fuerzas revolucionarias. El socialismo nace como una respuesta a la barbarie del capitalismo, a la desigualdad, a la explotación del hombre por el hombre, a la alienación de la persona por el trabajo o el excedente de mano de obra. Para revertir estos efectos el socialismo propone un individuo social que sería la piedra fundamental de la producción, la riqueza, la igualdad y la justicia. El experimento en la URSS resultó incapaz de motivar a la mayoría para trabajar por objetivos sociales y valores superiores. Cuando se logró, la presencia del hombre viejo y egoísta terminó imponiendo sus reglas. El experimento socialista en la URSS fracasó porque, en la práctica, no pudo crear ese hombre nuevo.

Entre los años 20 y 30 del siglo pasado la motivación fue la construcción del socialismo. En la década siguiente la motivación estuvo centrada en el combate al nazismo. En los años de la post guerra la motivación estuvo colocada en la reconstrucción del país. De hecho en esos años la URSS llegó a superar los índices de crecimiento de los EEUU, pero, a partir de ese momento la desmotivación se hizo notoria. El hombre nuevo no aparecía por ningún lado, se perdía la batalla fundamental y sólo había que esperar lo que pasó, se derrumbó el sistema. No hay socialismo sin el hombre nuevo, sin el hombre superior, ni hay hombre nuevo sin socialismo. He ahí el dilema. Ese es el gran dilema que hemos de resolver en la alborada del siglo XXI los revolucionarios venezolanos en particular y los del mundo entero en general.

¿Podremos alcanzar el socialismo sobre la preservación de ciertos valores del capitalismo?, ¿Lo que los europeos llamaron la tercera variante o estado del bienestar social no conservó el veneno de la supervivencia del más apto?, ¿no ha quedado suficientemente demostrado en la actual crisis del Capitalismo? Muchos estiman que, el fracaso de la URSS estuvo fundamentalmente en la creación de un monstruoso capitalismo de estado con la consecuente generación de una clase burocrática emergente acaso de peor ralea que la capitalista clásica. Como respuesta a lo anterior se habla de la democratización de la propiedad. Una suerte de distribución generalizada del derecho a la propiedad de los medios de producción. No otra cosa son los experimentos en algunas de las empresas expropiadas y colocadas en manos de unos trabajadores con participación accionaria y control de las políticas de las empresas. Al poco rato hemos visto cómo algunos de estos trabajadores olvidan la conciencia de clase proletaria y reclaman dividendos como lo haría cualquier empresario capitalista, bajo los mismos principios de insolidaridad y egoísmo.

El problema, sin querer asumir que una u otra vía es la acertada, nos devuelve de nuevo al principio. El capitalismo necesita de una ideología donde la codicia y el individualismo sea una virtud. Bajo la ideología capitalista el consumo es esencial para la felicidad del individuo. ¿Podrá construirse un socialismo con vocación de permanencia bajo estos mismos principios por más que estén generalizados?, ¿Qué formas de propiedad deben acompañar el recorrido de este hombre social de forma que no lo enferme de egoísmo?

Una sociedad progresa cuando creencias y tecnologías son congruentes. En este tiempo de producción basada en el conocimiento las creencias capitalistas son incongruentes y por eso está en crisis. Para construir el socialismo necesitamos de una visión congruente y mejor. La utopía de un mundo mejor mantiene a los pueblos en movimiento pero esa utopía debe ir adquiriendo forma a través de las condiciones materiales de vida. En el caso de la construcción del socialismo del Siglo XXI la utopía requiere de los pueblos que caminen hacia ella, ¿Sobre que bases lo haremos?, ¿Qué hombre lo hará? ¿Una especie de hombre viejo parcheado y reformado con elementos del hombre social?, ¿Será eso suficiente para garantizar el no retorno al hombre viejo? Son interrogantes que debemos responder. Ese debe ser el debate, sin egoísmos ideológicos, sin caer en la tentación de alejar propuestas o arrimar la sardina cada quien para su brasa. Con generosidad y entusiasmo. Explorarlo todo, sin prejuicios, sin imposiciones, abiertos, tolerantes, comprensivos y, sobre todo, con espíritu, al menos, de hombre nuevo.


El 7 DE OCTUBRE LA HUMANIDAD SE JUEGA LA VIDA

PATRIA Y SOCIALISMO… O MUERTE TIENE QUE SER LA CONSIGNA

¡¡¡VENCEREMOS!!!

martinguedez@gmail.com



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Martín Guédez


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