Estuvimos en el proceso previo a unas elecciones sindicales
en El Vigía. En general es muy limitada la idea de qué es eso que llamamos “Socialismo
bolivariano” y proclamamos en ruidosas y entusiastas consignas. La inmensa
mayoría tiene la idea del socialismo que le ha brindado el aparato comunicador
(Fábrica de la conformidad) capitalista. Las mismas aprehensiones y los mismos
prejuicios que la superestructura capitalista ha sembrado con dedicación y
esmero. La jornada la cumplimos dándonos a la tarea de deconstruir tanta
cultura macabra. De eso trata este tema de hoy. Veamos:
En general el hombre es impulsado por pasiones. En el
corazón del hombre anida la posibilidad del hombre social y solidario en tanto
que es acosado por los móviles humanos más básicos: el egoísmo, la codicia, la
defensa de lo propio y todos aquellos instintos que nos son tan naturales como
bien aprendidos. En cada hombre hay, en potencia, un ángel y un demonio. El capitalismo
ha sabido penetrar ese móvil instintivo y oscuro de cada individuo de modo que
ningún otro sistema lo ha hecho tan bien. El capitalismo ha sabido amputar
–como ningún otro sistema- la conciencia social del individuo. Ningún otro
sistema apela y exacerba tan pero tan bien el instinto egoísta del ser humano
como lo hace el capitalismo. Frente a este sistema, definitivamente constructor
de los rasgos más despreciables de la
naturaleza humana siempre ha existido la propuesta del hombre solidario, del
hombre superior, del hombre nuevo. Es este el vaso comunicante, el factor común
que encontramos a lo largo de la historia desde mucho antes de Cristo, pasando
por Bolívar, Marx, el Che y tantos otros y otras. Ese es el combate que hoy se
libra en la Venezuela revolucionaria y bolivariana, con una marcada ventaja
para los factores que impulsan los valores del capitalismo, tanto en el statu
quo como en la clase emergente burócrata y reformista: Siempre son más reales y
acuciosas las demandas materiales del tener que las de orden superior basadas
en el ser. Siempre es más determinante la costumbre que la razón ética, lo que
se estila y es “normal” por sobre lo que debería ser. Lo primero sólo requiere
relajar el espíritu, lo otro exige el estado de tensión superior, exige la
lucha contra los instintos básicos, demanda la reflexión., en definitiva reclama
el hombre nuevo con recia conciencia del deber social. El hombre viejo está ya
construido, sustentado por sus propias necesidades, el hombre nuevo hay que
construirlo, formarlo, sostenerlo y mantenerlo en tensión. El hombre nuevo es
el hombre viejo convertido, cambiado, transformado y transustanciado desde
afuera y por sí mismo, desde lo más profundo e interior de sí mismo. Y, así
como el cuerpo desarrolla defensas contra las enfermedades la mente humana
desarrolla defensas contra los cambios. Esa resistencia es hoy un enemigo
formidable a los cambios, tanto fuera como dentro de los cuadros revolucionarios
donde la palabra socialismo produce cierta urticaria.
El capitalismo ha mostrado a lo largo de la historia una astucia superior a la
de las fuerzas revolucionarias, por ejemplo, en el instinto para asociarse cuando
–al contrario- la dispersión es el signo
preponderante en las fuerzas revolucionarias. El socialismo nace como una
respuesta a la barbarie del capitalismo, a la desigualdad, a la explotación del
hombre por el hombre, a la alienación de la persona por el trabajo o el
excedente de mano de obra. Para revertir estos efectos el socialismo propone un
individuo social que sería la piedra fundamental de la producción, la riqueza,
la igualdad y la justicia. El experimento en la URSS resultó incapaz de motivar
a la mayoría para trabajar por objetivos sociales y valores superiores. Cuando
se logró, la presencia del hombre viejo y egoísta terminó imponiendo sus
reglas. El experimento socialista en la URSS fracasó porque, en la práctica, no
pudo crear ese hombre nuevo.
Entre los años 20 y 30 del siglo pasado la motivación fue la construcción del
socialismo. En la década siguiente la motivación estuvo centrada en el combate
al nazismo. En los años de la post guerra la motivación estuvo colocada en la
reconstrucción del país. De hecho en esos años la URSS llegó a superar los
índices de crecimiento de los EEUU, pero, a partir de ese momento la desmotivación
se hizo notoria. El hombre nuevo no aparecía por ningún lado, se perdía la
batalla fundamental y sólo había que esperar lo que pasó, se derrumbó el
sistema. No hay socialismo sin el hombre nuevo, sin el hombre superior, ni hay
hombre nuevo sin socialismo. He ahí el dilema. Ese es el gran dilema que hemos
de resolver en la alborada del siglo XXI los revolucionarios venezolanos en
particular y los del mundo entero en general.
¿Podremos alcanzar el socialismo sobre la preservación de ciertos valores del
capitalismo?, ¿Lo que los europeos llamaron la tercera variante o estado del
bienestar social no conservó el veneno de la supervivencia del más apto?, ¿no
ha quedado suficientemente demostrado en
la actual crisis del Capitalismo? Muchos estiman que, el fracaso de la URSS
estuvo fundamentalmente en la creación de un monstruoso capitalismo de estado
con la consecuente generación de una clase burocrática emergente acaso de peor
ralea que la capitalista clásica. Como respuesta a lo anterior se habla de la
democratización de la propiedad. Una suerte de distribución generalizada del
derecho a la propiedad de los medios de producción. No otra cosa son los
experimentos en algunas de las empresas expropiadas y colocadas en manos de
unos trabajadores con participación accionaria y control de las políticas de
las empresas. Al poco rato hemos visto cómo algunos de estos trabajadores
olvidan la conciencia de clase proletaria y reclaman dividendos como lo haría
cualquier empresario capitalista, bajo los mismos principios de insolidaridad y
egoísmo.
El problema, sin querer asumir que una u otra vía es la acertada, nos devuelve
de nuevo al principio. El capitalismo necesita de una ideología donde la
codicia y el individualismo sea una virtud. Bajo la ideología capitalista el
consumo es esencial para la felicidad del individuo. ¿Podrá construirse un
socialismo con vocación de permanencia bajo estos mismos principios por más que
estén generalizados?, ¿Qué formas de propiedad deben acompañar el recorrido de
este hombre social de forma que no lo enferme de egoísmo?
Una sociedad progresa cuando creencias y tecnologías son congruentes. En este
tiempo de producción basada en el conocimiento las creencias capitalistas son
incongruentes y por eso está en crisis. Para construir el socialismo
necesitamos de una visión congruente y mejor. La utopía de un mundo mejor
mantiene a los pueblos en movimiento pero esa utopía debe ir adquiriendo forma
a través de las condiciones materiales de vida. En el caso de la construcción
del socialismo del Siglo XXI la utopía requiere de los pueblos que caminen
hacia ella, ¿Sobre que bases lo haremos?, ¿Qué hombre lo hará? ¿Una especie de
hombre viejo parcheado y reformado con elementos del hombre social?, ¿Será eso
suficiente para garantizar el no retorno al hombre viejo? Son interrogantes que
debemos responder. Ese debe ser el debate, sin egoísmos ideológicos, sin caer
en la tentación de alejar propuestas o arrimar la sardina cada quien para su
brasa. Con generosidad y entusiasmo. Explorarlo todo, sin prejuicios, sin
imposiciones, abiertos, tolerantes, comprensivos y, sobre todo, con espíritu,
al menos, de hombre nuevo.
El 7 DE OCTUBRE LA HUMANIDAD SE JUEGA LA VIDA
PATRIA Y SOCIALISMO… O MUERTE TIENE QUE SER LA CONSIGNA
¡¡¡VENCEREMOS!!!
martinguedez@gmail.com