Pudiera hacer falta una bola de cristal para englobar todas las variantes que inciden en el devenir político de nuestro país, férreamente entrelazado con el rumbo histórico de la región y del mundo. Lo que sí tenemos claro es que esta etapa de transición no es corta; así que no nos queda más remedio que suponer, señalar lo que nos apunta el instinto en base a probabilidades y a las tendencias más o menos evidentes en nuestra dirección política, en una zigzagueante marcha de ensayo y error.
La revolución venezolana se caracterizó en la década de los 60 como un proceso de liberación nacional y socialismo, en medio de fuertes debates (porque en eso sí éramos fuertes en la izquierda) sobre si era por etapas, si había una burguesía nacional cuyas contradicciones con el imperialismo la hiciera potencialmente aliada a la revolución, o si, como en Cuba -donde eran de los gringos las principales fuentes económicas: latifundios, ingenios y casinos-, era una sola y única causa.
La socialdemocracia y la democracia cristiana, llamada también social cristiana, se apurruñaron bajo el capitalismo proimperialista y la izquierda se ubicó en la acera de enfrente, en el socialismo antiimperialista. Luego vino una atomización de corrientes que derivaron de las primeras fracturas de la revolución victoriosa internacional en la URSS y entre ésta y China. Comunistas pro Moscú, maoístas, fidelistas, trotskistas, hasta albanistas había (era una forma de disfrazarse los estalinistas tardíos). Después, los comunistas pro Moscú se dividieron y Teodoro y Pompeyo crearon el socialismo pro yanqui; pero, desde las filas mismas de la guerrilla, había surgido la tesis del socialismo bolivariano (cuestión que hay que reconocerle a Douglas Bravo, a quien le hubiésemos deseado otra muerte política) y el árbol de las tres raíces, basamento doctrinario de nuestro chavismo.
El douglismo, que propugnó la independencia y el socialismo como un solo proceso, se fragmentó en Tendencia Revolucionaria, comandada por Alí Rodríguez; Tercer Camino, del mismo Douglas, que nunca llegó a ninguna tercera parte; Esperanza Patriótica, con el Tobi Valderrama al frente y el magoyismo, que aunque Elegido Sibada no creó su fracción, fue punto de referencia para grupos de desamparados que quedaron porahi.
Aquellos vientos soplaron estas tempestades y aquí estamos ante los inicios de un estremecimiento del capitalismo mundial, sismo cuya máxima magnitud aún no conocemos, atendiendo las contradicciones entre la burguesía financiera y la banca pública, entre la burguesía productora y la importadora, entre estas y el proletariado y la burocracia capitalista de estado, y las alianzas de clases y sectores que apuntan en una u otra dirección, hacia el afianzamiento del poder popular o la implantación del totalitarismo fascista como ya se asoma en Grecia y España.
En este momento del largo parto, donde lo nuevo no termina de nacer y lo viejo aún ostenta bríos, la dirección política debe ser muy cuidadosa sobre las expectativas que se le presenten al pueblo. Sin demagogia, con objetividad y optimismo, desde la plataforma alcanzada bajo la invalorable conducción de Hugo Chávez: cohesionando nuestras bases sociales, fortaleciéndolas material e ideológicamente, y también analizando con cuáles sectores de la burguesía tenemos contradicciones secundarias que puedan ser negociadas y convivir en paralelo o producir bajo el esquema de empresas mixtas y con cuáles nuestra contradicción es definitivamente antagónica, imposibilitando la convivencia en una virtual guerra a muerte. Ya vemos cómo se están tomando medidas en este sentido con el gobierno de calle.
Un segmento importante de las clases populares está confundido, como quedó demostrado el 14 de abril, a causa de nuestros errores. Nadie más tiene la responsabilidad sino nosotros mismos: lenidad en el control de las divisas y las importaciones, fallas en la producción agrícola e industrial, infiltración de opositores y contra revolucionarios en la administración pública plagándola de ineficiencia y sabotajes. Tenemos adversarios políticos perversos, desalmados, pero como reza el viejo dicho: Si me engañas una vez es tu culpa, pero la segunda, es mía; volvemos a tener desabastecimiento y especulación que encabritan una inflación salvaje golpeando sin misericordia el bolsillo popular y que fue la motivación preponderante en los resultados electorales.
Bajo la dirección de Nicolás podemos corregir las fallas y encaminar el proceso bolivariano y chavista un considerable trayecto y hasta llegar, en lo interno, (toquemos madera) al punto de no retorno, de afincar la revolución empoderando al pueblo, con la conformación de verdaderas comunas operativas donde las comunidades sientan que participan efectivamente en la toma de decisiones. Pero aun así no bastaría pues no estamos solos. Tenemos frente a nosotros un imponente enemigo, el imperialismo norteamericano que, aunque comenzó su declive y sabemos que a la larga es un tigre de papel, todavía posee un importante potencial para agredir a los países que se escapan de su férula, por lo que el socialismo del siglo XXI estará definitivamente instalado en la Venezuela bolivariana sólo cuando lo esté en la Patria Grande, con la fuerza suficiente para resistir cualquier amenaza. ¿10, 20, 30 años? Qui lo sa.
Y por ahora y para siempre Chávez vive, la lucha sigue.