Cada pueblo, cada nación, evoluciona de acuerdo a sus propias características, por lo que los revolucionarios debemos encontrar nuestro propio rumbo al socialismo, si bien atendiendo las enseñanzas de la historia universal, particularmente la del pasado siglo que está lleno de grandes aciertos y no menos grandes frustraciones y las enseñanzas que nos ha legado nuestro gentilicio en abnegadas y heroicas luchas por la libertad y la justicia.
La tendencia resultante de las fuerzas en pugna, en cada momento histórico será producida por los componentes objetivos como las correlaciones entre clases, sectores, actores geopolíticos; y subjetivos: una teoría concreta con planes bien definidos, cohesión de las fuerzas revolucionarias, claridad ideológica en la clase obrera y sus aliados, liderazgo con políticas acertadas y gestiones públicas ejemplarizantes.
En el caso venezolano tenemos que el subsuelo nos permite importar plusvalía en forma de una voluminosa renta que genera a un Estado opulento que permaneció un siglo a disposición de las clases dominantes: trasnacionales petroleras, mineras e industriales, terratenientes, burguesía importadora, burguesía financiera internacional y nacional y sus partidos que desplegaron una burocracia acomodada. Solo con el acceso de Hugo Chávez al gobierno, a hombros de una marejada de intuición popular, y a las parcelas de poder que desde allí se han venido controlando, hubo un cambio en la dirección del chorro de divisas para paliar la deuda social que se tenía con una población mayoritariamente empobrecida y un gran porcentaje sumido en la miseria y darle base material al poder popular, fundamento de la revolución.
Nosotros, que entendemos por socialista una sociedad que se caracterice en primera instancia por tener la menor inequidad posible, que erradique odiosos privilegios para garantizar a todos la satisfacción de sus necesidades básicas, pues estos dos factores casi siempre son inversamente proporcionales, tenemos claro que es muy difícil que las clases favorecidas cedan a motu proprio sus prerrogativas y que, por el contrario, al sentirse amenazadas presentan una encarnizada resistencia, revelando una contradicción antagónica que llega a situaciones de guerra a muerte como las vividas en nuestro continente en álgidos períodos durante el siglo pasado y se mantiene con mucha intensidad en Colombia o con algo menos, en nuestra patria bolivariana o en Brasil con la disputa por la tierra y en la misma democratísima pugna electoral; y tenemos también la experiencia suficiente para saber que la lucha por el poder es un complicado ajedrez multicolor donde vence quien mueve mejor sus piezas, que de ninguna manera es un proceso mecánico con un final preestablecido.
No es posible caer en maniqueísmos, ver el mundo en blanco o negro, y como dijo Chávez en una oportunidad que si había que bajar al infierno a darle la mano al Diablo para que la revolución avanzara, él lo haría. Lenin, en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo explica la naturaleza de los compromisos de la dirigencia revolucionaria: cuando en 1918 tuvieron que firmar la paz con los malandros imperialistas teutones dijo que fue como si anduvieses por una carretera y unos bandidos te asaltaran y tuvieras que entregarles el carro, el dinero y el revólver, cuestión que haces diligentemente con tal de sacudirte de su agradable presencia. Otra cosa sería que le entregaras el arma y el carro para que siguieran delinquiendo en cuyo caso te convertirías en cómplice de sus choreos. Hay coyunturas y coyunturas.
La dirección revolucionaria está permanentemente amenazada por su Escila y Caribdis, dos errores igualmente peligrosos: adelantarse a las circunstancias provoca errores izquierdistas, o atrasarse, errores de derecha; los dos pueden ser fatales: el primero te aísla del concierto internacional y el segundo te enajena la voluntad del pueblo. Tiene que ser lo más oportunista (en el buen sentido) posible, de actuar en el momento oportuno, para garantizar el éxito y minimizar el daño. De manera que creemos que Nicolás y la dirección político-militar de la revolución bolivariana han jugado esta difícil partida, a raíz de la pérdida de nuestro líder, de manera magistral, como los maestros internacionales que son pues lo que se hereda no se hurta.
Por eso nos llama la atención que en los artículos más recientes del camarada Antonio Aponte aparecidos en Aporrea, se haya olvidado en sus análisis de que el imperialismo norteamericano existe y en cambio carga la mano contra rusos y chinos que en nuestro ámbito no representan la contradicción principal, por el contrario han devenido en muy importantes aliados, y como la pequeña propiedad es fuente generadora de ideología burguesa, no tardará en enfilar las baterías contra Cuba que ha abierto esta posibilidad. Por esto nos parece que las críticas a las conversaciones sostenidas por el gobierno con la burguesía venezolana agroindustrial, asomadas últimamente en Un grano de maíz, quedarán para que se las coman los pollitos que dicen pío, pío, pío como en la canción infantil.