I
Constreñidos a decir todo cuanto sea posible, racional y emocionalmente en pocas líneas (“No más de una cuartilla”, Manuel Caballero. Alfadill. Caracas, 2009), este texto ha de ser, guardando las distancias físicas e ideológicas, “Corto y profundo”, (Rafael Poleo, dixit: en El Nuevo País, Caracas). Un ensayo minimalista.
Y constituye una provocación o invitación a debatir temas relevantes.
Se parte de una premisa mayor que recorre de arriba abajo la página, pero se contrasta o triangula con una corta batería de premisas menores que niegan o reafirman los argumentos de ocasión, de cuya discusión, como dice nuestra amiga la médico cubana Loly González, debe emerger “naturalmente” un corolario o conclusión a cerca de algunas categorías generales y conceptos fundamentales, siguiendo en esto a Martín Heidegger, (en: “Conceptos fundamentales”. Alianza Editorial. S. A. Madrid, 1989); esas categorías y conceptos del área de conocimiento o región de la realidad social o fenómeno objeto de deliberación, puede representar un aporte nuevo, por muy modesto que sea.
Pero nunca para establecer “verdades apodícticas”, o proposiciones de mostrables, con fórmulas matemáticas y todo; que sean necesariamente evidentes y ciertas forzosamente. o falsas e inválidas, según la lógica clásica aristotélica.
No, la conclusión en el ensayo corto es apenas una aproximación sincrónica, un corte transversal, una posición epistemológica y hasta ontológica y axiológica, frente al objeto de deliberación. Una invitación “…para que siga el debate”; como solía señalar el Dr. Rigoberto Lanz en su columna periodística, (en: “A Tres Manos. Miradas múltiples para el diálogo”, El Nacional, Caracas).
En el ejercicio que en ese sentido se intenta aborda la cuestión de la cultura como una creación de la racionalidad humana y su sensibilidad, (Briceño Guerrero, J. M., 1962: Qué es la filosofía, ULA; Fundación Buría, Barquisimeto, 2013). La cultura viene a ser un vehículo, junto al lenguaje, a través de lo cual dialoga con su entorno físico-natural en las dimensiones del tiempo y el espacio, en un ejercicio del pensamiento o del filosofar, bien como “Dynamis”, “Energeia” o “Ergon”, esto es, “…visión del mundo, concepción de la vida, ideas o creencias sobre el puesto del hombre en el univers0”, (ob cit., pág. 11); “…un amplio conocimiento, sin filosofar, además de ser necesariamente superficial no pasa de ser árida erudición”, (ob cit., pág., 13); por “Energeia” se ha de entender que “La Filosofía como energeia conduce generalmente a la producción de obras filosóficas. Los pensadores han ensayado respuestas a sus propias preguntas, soluciones a sus problemas y los ha comunicado de viva voz o por escrito…”, (ob cit., pág. 12).
Al final se insertan unas líneas de interpretación personal, a modo de interpretación o posicionamiento aposfántico, esto es, un juicio personal con una proposición atributiva en la que se afirma o niega algo, siguiendo a Austin en su teoría de los actos de habla, (J- L. Austin. “Cómo hacer cosas con palabras”, Paidós. Barcelona, 1986).
II
La cultura, en tanto que creación intelectual con bienes tangibles e intangibles y con fines de diverso tenor: utilitarios, decorativos, rituales, entre otros atributos de su teleología; todo constituye una expresión diversa, con arreglo a los contextos geográficos e históricos concretos y las dimensiones apriorísticas del tiempo y el espacio donde tiene lugar la experiencia humana y la cultura.
Cabría decirse que el quehacer cultural, es testigo del acaecer humano del ser humano o ente antropológico en su entorno y en el marco del tiempo. Esto es, que en el espacio de lo vivido las comunidades humanas desarrollan sus modos de vida a partir de los denominados modos de producción: asiático, primitivo, esclavista, feudal, mercantil, capitalista, socialista, comunista o postcapitalista…con sus producciones técnicas, literarias o científicas.
Son infraestructuras, según la metáfora de Marx acerca de la construcción de edificios, como en la Misión Gran Vivienda Venezuela, pero en este caso es una metáfora de tipo económico; tales infraestructuras son las que dan lugar a unas relaciones sociales de producción, distribución y consumo material y espiritual, a las que les corresponde, necesariamente, una superestructura ideológica-política y cultural.
Esta, a su vez da lugar a sistemas de representaciones y mentalidades. Son procesos susceptibles de ser simbolizados en imágenes vívidas en los sistemas de creencias y que se comportan como bisagras, capaces de articular otros procesos de la misma familia de fenómenos.
Propician los intercambios de significados u horizontes de sentido; de allí que las expresiones culturales, bailes, danzas, música, fiestas patronales, celebraciones populares de nuestros pueblos pequeños o aún en las grandes ciudades, en las parroquias o comunas, entre otros espacios, son realidades a tener en cuenta, o a considerar.
Un aspecto que la Revolución Bolivariana está atendiendo progresivamente a través del Ministerio del poder popular para la Cultura, sobre todo a través del Sistema de Culturas populares y que Dios quiera cubra todas las expectativas que ha generado.
Hay que advertir, sin embargo que la cultura tiene un carácter polisémico, de significado diverso, en atención a los atributos que asignan a cada expresión los usuarios del complejo imaginario social, el cual se concreta en ciertos eventos en diversos puntos de intercepción de los paralelos y meridianos de “La Bolita del Mundo”, como diría el maracucho Pérez Pírela. Es allí donde la cultura habrá de adquirir formas particulares o especificidad.
En sentido general, y ya para cerrar estas líneas convendría volver a ciertas nociones que sobre cultura expone JM Briceño Guerrero (en ob cit), a saber, que:
“Por cultura entendemos aquí no el refinamiento de las costumbres, el intelecto y los sentimientos por su depuración y pulimiento de acuerdo con criterios ético-estéticos; sino todo lo que el hombre ha creado y su actividad creadora –cultura culturante y cultura culturada”, (Pág. 24). A lo que agrega continuación el Maestro Briceño Guerrero (2013):
“En el concepto de cultura incluimos la técnica, la religión y los mitos, la moralidad, el derecho y el arte”, (ídem).
“La técnica incluye métodos de adquisición: caza, cría, pesca, agricultura, minería; medios y procedimientos de fabricación; alimentación, vestido, habitación, armamento, medicinas, ect.; varía cuantitativa y cualitativamente según las sociedades, pero conserva el mismo sentido y cumple las mismas funciones”, (ídem).
“Creencias y mitos sobre el más allá, el destino del hombre, etc., acompañados de dogmas, tabúes y ritos son también parte de la cultura”, (ídem).
Así se tiene entonces que aquella discusión entre alta cultura y cultura popular viene a ser un falso dilema, ubicada en el plano del Ergon, entre eruditos y diletantes.
Como aquellos capitostes de la izquierda napoleónica y demás especímenes, que en su tiempo fueron “grandes” revolucionarios de boina y cafetín, donde hacían largas sentadas y plantones y discurrían “a profundidad” botellas mediante, en el marco de la revolución universitaria de los setenta u ochenta o noventa, inclusive; y hoy son los más acérrimos opositores a la Ley de Cultura, y de todo lo que sea del Gobierno Bolivariano.
Marchan con adecos, copeyanos y la burguesía amarilla, muy orondos y además sin usar pañuelo alguno en la nariz. Sino vociferantes, iracundos y resignados a usar sus viejas consignas de la extrema izquierda ahora en la extrema derecha.
Operación harto difícil, algo verdaderamente patético, de donde se podría concluir que nuestros políticos tradicionales y opositores no piensan filosóficamente, el “presentismo” y los intereses crematísticos les nublan el entendimiento.
Y alguno que otro traidor del chavismo también. O que nunca en realidad fueron bolivarianos sino oportunistas despreciables, verdaderamente.
luissaavedra2004@yahoo.es