"La barbarie Nazi", obra que motivó a Einstein para contactar a Diego Rivera
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Diego camina por todo el cuarto mirando los pinceles escurrir todavía. Sobre el caballete un óleo seca las formas que dan vida a un niño con violín. Como una fiera pasea por su estudio, todavía incómodo por las mudanzas, pero repleto hasta las esquinas del idolaje de piezas precolombinas. Rivera parece nervioso, le asaltan las palabras de un efusivo discurso. Como niño sonríe al pasar los ojos por las letras de un genio contenidas en una carta, letras de un científico a un pintor admirado por su talento. El gigante en su laberinto intenta articular palabras en inglés pero no logra decirlo, se expresa incorrectamente y no fluye con naturalidad. Es un poeta quien le asiste en la mesa intentando mecanografiar los balbuceos en un inglés intraducible. Diego hace una pausa y se detiene de nueva cuenta a mirar la carta escrita en alemán y firmada por A. Einstein. Le pide al poeta que la lea de nuevo para él en español: “No sería capaz de nombrar a otro artista contemporáneo cuyo trabajo haya sido capaz de ejercer un poderoso efecto similar en mí”. Rivera regresa a la carcajada satisfecha y le dice al amigo mecanógrafo: “Ves, Carlitos, eso es lo que produce el realismo superior: afectos, emoción estética”. Luego calla y empieza otra vez su caminata por el estudio. De nueva cuenta dicta unas líneas que de un brinco arranca intempestivamente del aparato para destruirlas entre sus dedos. Finalmente le confiesa a su escriba: “No puedo responder esta carta como las del montón. Déjame le pienso y mientras trabajo en los andamios algo se me tiene que ocurrir”.
La jornada es laboriosa para el muralista. Frente a un fresco que complica su existencia no deja de pensar en lo sencillo y potente de la carta aquella. El pintor baja lentamente del andamio, lo que extraña por principio a Manolito, pues el maestro no para de pintar hasta que la luz se lo permite. Diego se queja de un fuerte dolor en el ojo izquierdo y le señala que no deja de lagrimear desde hace días. Pero no es por eso que bajó. De repente le pide a Manolito que le consiga unas hojas para hacer anotaciones “pero que estén en buen estado”, le repite. Rivera se aparta a un rincón del Palacio y escribe con la agilidad de un gato algunas letras en francés. Las dobla y mete a un sobre que atrapa en su libreta de dibujos. Luego vuelve en ascenso por el color y la materia de su muro.
Gracias a la exposición del archivo personal de Einstein en la FIL de Guadalajara, nos hemos enterado de lo que Rivera rasgó sobre aquel papel:
“Quiero decirle lo mucho que me conmovió su carta. El aliento recibido es muy grande y magnifico por lo poco que he hecho con mi pintura. Por lo que es usted, con su gran energía humana, junto con su ciencia que ha cambiado por la expansión hacia el espacio y la luz, ayudando a elevar el pensamiento humano a un nivel superior.”
El motivo de la correspondencia con Einstein es el retrato que Rivera inserta en una polémica obra ejecutada en Nueva York: “Retrato de Estados Unidos”.
El febrero de 1933, Diego elabora un proyecto a petición de la familia Rockefeller. Un mes después de comenzar el fresco, Rivera decide hacer cambios dramáticos al proyecto del mural. Luego de estudiar con detenimiento la iconografía que usaría para la obra, inserta unas dinámicas elipses y reposiciona los personajes en torno de una colosal máquina que controla un mortificado hombrecillo. Así desarrolla la fusión entre el microcosmos y macrocosmos y enfatiza el encuentro entre un mundo capitalista y otro socialista. Después, como un provocador incontenible, Diego hace la inclusión del líder bolchevique, Vladimir Lenin, en el muro. Tan solo una semana después de haber pintado el rostro de comunista, la realización del fresco es suspendida. Rivera apostó por una lucha política sobre la libertad de expresión artística y perdió su muro.
Después de la cancelación los Rockefeller pagan íntegro el trabajo como una manera de prevenir problemas legales. Rivera lo invierte por completo en la ejecución de 21 paneles en la New Worker’s School. El pintor elige esta escuela por el interés que sus alumnos mostraron por su obra. El colegio se encontraba dirigido por una sección de militantes comunistas de Estados Unidos, de corte trotskista, y no tenía los recursos necesarios para asegurar la renta del local. Así es como el pintor decide ejecutar la obra sobre inmensos bastidores metálicos como una especie de murales transportables. Con esto, Rivera buscaba garantizar que la obra iría a donde la escuela se moviera.
Es claro que la astucia de Diego supera por mucho sus mitologías. La primera idea era reproducir el mural desaparecido, pero pronto el pintor optó por realizar un tema diferente. Con la ayuda de estudiantes y profesores de la escuela, Rivera recrea “una historia dinámica de EUA. mostrando la lucha entre los privilegiados y desposeídos”.
Así en un panel “Unidad Proletaria” Rivera finalmente repite el retrato de Lenin pero en enormes dimensiones. A su lado coloca a líderes comunistas como Rosa Luxenburgo, León Trotsky, Josef Stalin y por encima de ellos a Marx y Engels. Todo el mural es una expresión política sobre la esclavitud y la guerra. En otro panel dedicado a La barbarie NaziDiego representa la represión y brutalidad de un Hitler violento, entre suásticas y puños, que expulsa y tortura a intelectuales y políticos. Ahí es donde aparece un retrato de Albert Einstein quien acusa con el índice el maltrato del pueblo judío. Diego describió este retrato como una consigna de las “mentes críticas” del pueblo judío contra la demagogia del Nazi fascismo.
Esta es la obra que miró Einstein e inspiró, a causa de unas fotos enviadas por el líder comunista Jay Lovestone, el cálido reconocimiento de la carta. Einstein decide comunicarle su conmoción al pintor y como tal agradecerle la composición. Este gesto es alentador para un Rivera ávido de incentivos en una obra tan cargada de contenido político. De ahí lo relevante de la correspondencia entre estos genios. Para Rivera, con la carta de Einstein, el círculo de su batalla contra la coerción de la libertad de expresión estaba cerrado. Para él y sus allegados, Retrato de Estados Unidos había cumplido uno de sus objetivos.
En años siguientes, para mala fortuna del mural, al mudarse la New Worker’s School algunos paneles desaparecieron. Al disolverse la escuela, la Unión de Trabajadores del Vestido adquiere 16 paneles los cuales mantiene en exhibición en su casa de descanso en la Unity House hasta que un incendio acaba con el lugar. En total se pierden 13 paneles y se optó por vender el resto a coleccionistas particulares. El mural está disperso, cercenado, perdido.
Es por esto que el testimonio de las cartas, recientemente exhibidas en la FIL de Guadalajara, es hoy parte sustancial de una historia ya un tanto olvidada sobre un colosal estratega plástico y sus arrojos políticos.
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Einstein Contactó a Diego Rivera
Manuscrito que Rivera mandó en respuesta