“Ultraizquierdosismo” vs. Reformismo / Bases para la dilucidación de una polémica

Guatire, abril 2014

Desde que el Presidente Nicolás Maduro asumiera el poder en abril de 2013 y poco después convocase a importantes exponentes de la burguesía venezolana para sostener diálogos en el Palacio de Miraflores con ellos, destacando sobremanera el caso de Lorenzo Mendoza, Presidente de Empresas Polar, a la sazón el más importante oligopolio de la economía venezolana de capital nacional (no extranjero, hasta donde se sabe, porque la composición accionaria de Alimentos Polar, C.A., Cervecería Polar, C.A. y Pepsi-Cola de Venezuela, C.A. son un misterio dado que ninguna está inscrita en el Registro Nacional de Contratistas - RNC), las críticas por parte de renombrados intelectuales del proceso revolucionario bolivariano han sido numerosas, observándose además que las mismas han incrementado su severidad a lo largo del tiempo, en la medida en que a lo anterior se sumó la salida del aire de emblemáticos analistas revolucionarios en diferentes medios de comunicación social de la Red Nacional de Medios Públicos, los ataques del Presidente Nicolás Maduro en contra de camaradas que en su oportunidad fueron reconocidos y respetados por el Presidente Hugo Chávez, llegando a tildarles peyorativamente de “ultraizquierdosos”, así como la reciente ronda de diálogos entablados con la burguesía nacional y extranjera en el contexto de las sangrientas guarimbas de principios de 2014, que han dejado como saldo varias decenas de muertos y un daño material equiparable ya al ocurrido durante el paro petrolero de 2002-2003.

Esta situación ha llegado a extremos tales, que renombrados camaradas de vanguardia como Toby Valderrama y Antonio Aponte han calificado públicamente mediante artículos en Internet, a los llamados diálogos de paz, como una traición al proceso revolucionario bolivariano y al legado del Comandante Hugo Chávez. A esta opinión se suman otros analistas que, de manera más o menos abierta, han señalado que dichos diálogos no son más que un “pacto” celebrado entre el gobierno y la burguesía, cuya finalidad es sustituir la Revolución por el mero reformismo. En el otro extremo, diversas personas han publicado su opinión mediante artículos en Internet que condenan esa postura, tildándola incluso de “desalmada” porque se trata de una crítica destructiva hacia el Presidente Maduro en momentos difíciles en que todos los revolucionarios deberíamos estar más unidos que nunca para fortalecer el liderazgo político de la Revolución.

Para dilucidar esta candente polémica que se desarrolla al interior del proceso revolucionario bolivariano, es preciso contextualizarla. Venezuela se ha colocado a la vanguardia del respeto a las más amplias libertades civiles, como pocas veces se ha visto a lo largo de la Historia. Esta conquista de nuestra nación forma parte indubitable del legado del Comandante Chávez, único revolucionario de izquierda a lo largo de la Historia que emprendió su lucha en paz y en democracia, respetando escrupulosamente los derechos humanos universales. Esto es tan grande que todavía muchos no logran verlo, pues se requiere tomar distancia histórica para poder apreciarlo en su justa dimensión. Del último mensaje del Comandante Eterno a la nación, el 8 de diciembre de 2012, diversos pasajes suelen destacarse, pero hay uno que constituye un mandato fundamental para el alto mando político-militar de la Revolución y que tiene que ver con lo antedicho: “El proceso revolucionario debe mantenerse en paz y en democracia, respetando las más amplias libertades…”.

Esto quiere decir, obviamente, que el día que la Revolución necesite irrespetar las libertades civiles, los derechos humanos universales y no pueda hacerse más en paz y en democracia, pues entonces no podrá haber revolución. Hugo Chávez jamás lo habría permitido. Es necesario destacar esto, porque cuando se habla del socialismo, debe siempre recordarse que el mismo tiene que construirse sin comprometer ni la paz de la República, ni la democracia, ni las libertades civiles consagradas en la Constitución Bolivariana. Esta limitación, autoimpuesta por la esencia misma de la Revolución Bolivariana, se constituye quizás en el obstáculo más grande para construir el socialismo en Venezuela, apegándose para ello a sus postulados teóricos fundamentales, tales como la socialización de los medios de producción y la nacionalización de la banca, por ejemplo.

Pero además de tener que hacerse en paz y democracia, resulta que tampoco tiene sentido que con las medidas revolucionarias que se adopte se comprometa a la nación misma, haciéndola correr el riesgo, por ejemplo, de una invasión militar imperialista y la posterior balcanización de la República, sumiendo a la Patria en escenarios dantescos como una guerra civil interminable, y la persecución, desaparición y asesinato de la vanguardia revolucionaria, además de la destrucción material de las infraestructuras del país por bombardeos, la apropiación extranjera de nuestros recursos naturales, y demás especies similares. Esto solamente tendría como resultado una situación peor a la existente antes del inicio del proceso revolucionario, es decir, sería su fracaso más rotundo y doloroso. Todo habría sido absolutamente inútil e históricamente desastroso.

Claro está que a lo dicho en el párrafo anterior, cabría oponer dos argumentos. En primer lugar, que la supuesta amenaza de una invasión imperial es exagerada. En segundo lugar, que el apoyo popular al gobierno revolucionario es mayoría y, por lo tanto, no hay que temer para nada a la oposición. Respecto al primer argumento, se remite al lector a consultar la obra de Atilio Borón, “América Latina en la Geopolítica del Imperialismo”, galardonada con el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2012. Para el segundo argumento, cabe recordar que la diferencia en votos en las presidenciales de 2013 fue de menos de 300.000, lo cual no representa ni siquiera dos puntos porcentuales del electorado nacional. Decir que en diciembre de 2013, las elecciones municipales demostraron el gran apoyo popular a la Revolución, es seguir tratando de tapar el Sol con un dedo, pues ni esas elecciones fueron presidenciales, ni la diferencia en votos totales a favor de opciones chavistas a nivel nacional fue abrumadoramente superior a la oposición (tan solo unos 10 puntos porcentuales de brecha, lo que significa que con solo un 5% del electorado que se voltee desde el chavismo hacia la oposición, ya ésta tiene la mayoría de votantes a nivel nacional). Por lo tanto, el chavismo sigue estando en la cuerda floja electoral. Para un análisis de los resultados electorales del chavismo comparados con los de la oposición, se remite al lector a revisar otro artículo del autor, publicado en: http://www.aporrea.org/media/2013/05/artculo_aporrea.pdf.

En consecuencia, existen tres limitaciones o “camisas de fuerza” que mantienen a raya a la Revolución Bolivariana, a saber:

1. El imperativo moral de llevarse a cabo en paz y democracia.

2. La amenaza geopolítica imperial de índole militar.

3. La dependencia del voto popular para mantenerse en ejercicio del poder político.

A esas limitaciones pudiese remontarse el desempeño histórico de la Revolución Bolivariana, desenvolviéndose siempre en una sinuosa línea zigzagueante, más que en línea recta frontal. Una sucesión interminable y exasperante de idas y venidas, de avances y retrocesos, de hablar para adelante y para atrás. Un auténtico camino culebrero. El Comandante Hugo Chávez procedió gradualmente, sin jugadas extremas. En lugar de socializar los medios de producción de un solo golpe, fue comiéndole pedacito tras pedacito, como el ratón al queso, con su lenta pero firme política de expropiaciones y nacionalizaciones. Incluso con la banca, robusteciendo paulatinamente la presencia del sector público en las instituciones financieras, nacionalizando al Banco de Venezuela e interviniendo a todos los bancos privados en dificultades, como ocurrió con la crisis bancaria de 2009. A lo largo de este camino, se presentan dos imperativos para el proceso revolucionario: por una parte, ser lo suficientemente gradual para no precipitar la salida violenta por parte del Imperio, pero al mismo tiempo manteniéndose firme, sin claudicar en el empeño socializador de los medios de producción y del aparato financiero; y por otra parte, está obligado a ir demostrando resultados lo suficientemente eficientes en el manejo de los medios de producción y financieros socializados, que convenzan a la opinión pública (es decir, al electorado) de que se trata de una política acertada.

Si bien el primer imperativo se ha cumplido –aunque desde el advenimiento al poder del Presidente Nicolás Maduro, no se ha producido ni una sola expropiación ni nacionalización de medios de producción, pese a los amagos y amenazas públicas al respecto- en cambio, el segundo imperativo se ha cumplido solo parcialmente, dejando mucho que desear, y no solamente en relación con las expropiaciones y nacionalizaciones, sino además con las restantes iniciativas que han procurado aumentar las fuerzas productivas por la vía del socialismo, es decir, de manera alternativa al capitalismo.

Puede afirmarse al respecto que el "pueblo", como sujeto histórico, ha sido sobrevalorado por el proceso revolucionario como entidad sociológica capaz de desarrollar aceleradamente las fuerzas productivas de la sociedad. En efecto, muchas han sido las modalidades en que se ha intentado activar a este sujeto: cooperativas, microcréditos (agrícolas y manufactureros), empresas cogestionadas, unidades de producción social (areperas socialistas, panaderías socialistas, bloqueras socialistas...), empresas de producción social (contratistas de PDVSA y otros entes gubernamentales), microempresas familiares, empresas de propiedad social (aun no concretadas) y empresas estatizadas (expropiaciones). También los Núcleos de Desarrollo Endógeno y los Fundos Zamoranos, incluso hasta los hogares productivos (organoponia, hidroponia, gallineros verticales).

En líneas generales, y salvando el necesario análisis caso por caso, todos esos intentos han fracasado hasta el momento en la generación de un aparato productivo nacional robusto, capaz de sustituir o reemplazar como fuerzas productivas de la sociedad al gran capital burgués, e incluso al pequeño capital. Esto, siendo una realidad que pocos se atreverán a cuestionar, sin embargo no implica nada en relación con la viabilidad teórica o práctica del socialismo como modo de producción alternativo al capitalismo. Simplemente indica el hecho de que hasta ahora, todavía ese modo de producción no ha podido reemplazar al capitalismo en Venezuela. Tampoco se trata de un “fracaso” generalizado, como se pretende hacer ver, pues cuando se analiza con mayor detenimiento caso por caso, se descubren distintos grados de éxito, en función de sectores de actividad económica e incluso localización geográfica en el territorio nacional.

Se dice, por ejemplo, que el cooperativismo fracasó, pero existen importantes indicadores que hablan de una evolución gradual de este sector, con ejemplos incluso muy exitosos, tales como el Organismo de Integración Cooperativa CECOSESOLA, dedicada a la producción y autodistribución de bienes de consumo básico en el Estado Lara, con cerca de 20.000 asociados y más de 80 cooperativas (de ahorro, de producción agrícola, etc.) y asociaciones civiles agrupadas en su seno; ha sido seleccionada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como una de las ocho experiencias más exitosas de organización comunitaria de América Latina. En términos económicos, esta cooperativa genera un volumen de ingresos anuales en el orden de los 100 millones de dólares. Así mismo, cabe mencionar a la exitosa Cooperativa de Ahorro y Crédito San José Obrero, de Punto Fijo, Estado Falcón, con más de 40.000 asociados; entre otras similares, como CORANDES, Cooperativa Rubio, Cooperativa Bermúdez y Cooperativa Araya. Mención aparte merece, por ser un ejemplo muy exitoso de cooperativas en cogestión, un conjunto que ya representan el segundo sector en volumen de operaciones cooperativas del país, alcanzando cerca de 1.000 asociados y 60 millones de bolívares en operaciones anuales, en apenas 6 años de funcionamiento: se trata del grupo de cooperativas de trabajo asociado que han establecido una alianza de cogestión con Venequip, la empresa que representa los productos Caterpillar en Venezuela (Delgado, 2008: http://www.aciamericas.coop/Venezuela-fracasaron-las).

Más allá del cooperativismo, incluso cabe destacar interesantes experiencias de desarrollo endógeno comunal, como por ejemplo la Comuna Argimiro Gabaldón en el Estado Lara, con modernas técnicas agroecológicas de alta productividad, como el sistema de cama profunda para la cría de animales, en procura de la autosuficiencia alimentaria y el procesamiento artesanal de los excedentes agrícolas. O el tremendo éxito del Consejo Comunal “Nude Palito Blanco” (http://www.fondas.gob.ve/index.php/noticias/reportajes-especiales/2826-consejo-comunal-nude-palito-blanco-diversifica-su-produccion) en el Estado Zulia, dedicado a la producción agropecuaria y su procesamiento industrial, a precios entre 30% y 40% por debajo del mercado capitalista, y próximo a manufacturar 80.000 toneladas anuales de alimento concentrado para animales (http://www.aporrea.org/endogeno/n249845.html).

A nivel manufacturero, entre los ejemplos exitosos de importantes empresas expropiadas, está el caso de Lácteos Los Andes, C.A., cuyo aumento del volumen de producción desde que fue nacionalizada en el año 2008 ha sido explosivo (El Periodiquito, 2014: http://www.elperiodiquito.com/article/40411/Produccion- de-Lacteos-Los-Andes-supero-los-300-mil-litros-de-leche-por-dia); pero además exhibiendo incluso rasgos de innovación muy interesantes, con productos nuevos introducidos recientemente al mercado, tales como el Papelón con Limón, la Limonada, las mezclas de jugos y hasta el Capuchino Frío. Esta empresa vende todo lo que produce y aun cuando ha presentado problemas de desviaciones, ineficiencia y corrupción gerencial denunciados por sus trabajadores, recientemente adoptó el sistema de Control Obrero con el fin de solventar esas dificultades.

De acuerdo con Matamoros (2011: http://www.aporrea.org/trabajadores/n192896.html), las expropiaciones y nacionalizaciones con control obrero sí dan resultado en cuanto a productividad, bienestar laboral y soberanía. En el caso, por ejemplo de Café Fama de América, C.A., su volumen de producción saltó en apenas dos años después de su nacionalización, de 800 a 1.300 toneladas mensuales.

Otras empresas expropiadas, particularmente en el sector alimentario, son las siguientes: Industrias Diana C.A., Grupo Friosa, Industria Venezolana Maicera Pronutricos, Industria Venezolana Maicera Proarepa, Féxtun, S.A., Café Madrid, El Peñón, Parmalat Venezuela, C.A., Alimentos El Faro, C.A., Arroz Cargill de Venezuela, Demaseca y Agroisleña. Todas nacionalizadas entre 2008 y 2010, con resultados variables hasta la fecha, pero ninguna de ellas en situación de quiebra ni mucho menos. Además, está perfectamente claro que son empresas de muy reciente nacionalización y, por lo tanto, todavía demasiado incipientes para poder llegar a conclusiones relevantes en términos de su éxito comparativo con relación a empresas similares bajo control de capitales privados. Lo propio cabe decir, por ejemplo, de los 10 centrales azucareros propiedad del Estado: Ezequiel Zamora, Sucre, Cariaco, Monagas, Pío Amayo, Pío Trujillo, Del Táchira, Venezuela, Santa Clara y Santa Elena.

En la actualidad, existen interesantes iniciativas productivas como la de piezas y refacciones del Metro de Caracas, así como el conjunto de industrias militares impulsadas por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, cuyos resultados están por verse, pero lucen muy alentadores. Mención aparte merecen las denominadas “empresas mixtas”, esquema que aun cuando no protagonizado por el sujeto histórico “pueblo”, siendo en cambio el Estado su protagonista, se adscribe dentro de la estrategia de producción socialista del proceso revolucionario. En este segmento existen ejemplos de alta productividad, como es el caso de la Empresa Mixta para la Producción de Insumos para la Construcción, S.A., mejor conocida como la “empresa bielorrusa”, ubicada en Guatire, Estado Bolivariano de Miranda, dedicada a la fabricación de bloques y otros elementos constructivos de arcilla, aprovechando la inmensa mina de arcilla de alta calidad que se encuentra en esa localidad, y en la que el Estado venezolano entra como socio junto con Bielorrusia. En el sector de alta tecnología, también existen empresas mixtas muy bien consolidadas y altamente productivas, como es el caso de Venezolana de Industria Tecnológica, C.A. (VIT), una compañía anónima de capital mixto, constituida en octubre de 2005 por la Corporación de Industrias Intermedias de Venezuela, S.A. (CORPIVENSA), adscrita al Ministerio del Poder Popular de Industrias (MPPI) y por la empresa de la República Popular China Inspur International, Ltd. Cabe destacar que el esquema de empresas mixtas permite la rápida instalación y puesta en marcha de empresas de gran capital, pero a diferencia de lo que ocurre con las grandes empresas transnacionales capitalistas, las empresas mixtas aseguran la transferencia tecnológica para el país, así como la propiedad de al menos el 51% del capital accionario para el Estado Socialista Venezolano.

Sin embargo, pese a que el cuadro en general luce muy esperanzador a largo plazo, muy lejos está en los actuales momentos el aparato productivo nacional de estar desarrollado mediante los esquemas vinculados al modelo productivo socialista. Esto es una realidad que sigue colocando al país y al gobierno revolucionario bolivariano, de rodillas frente a las empresas multinacionales y a la burguesía nacional que controla grandes capitales, particularmente en lo que a artículos de consumo masivo se refiere.

A grandes rasgos, el escenario actual aparentemente es el siguiente:

- Producción estatal, social y mixta: Baja.

- Producción privada nacional: Baja.

- Producción transnacional: Alta.

- Cobertura de huecos de producción: Alta Importación.

A esa alta dependencia que actualmente tiene la sociedad venezolana del capitalismo burgués nacional y extranjero para la satisfacción de las necesidades de la población, sobre todo las más básicas, como la alimentación, hay que sumarle importantes amenazas que se añaden a las “camisas de fuerza” ya señaladas, entre las que cabe destacar las siguientes:

- Alto crecimiento de las clases medias (con mayores expectativas de consumo y menor conciencia socialista de clase, que las aleja de la “simpatía electoral” por el chavismo). Este fenómeno es consistente con la determinación social del individuo, es decir, donde la conducta de este último estaría determinada por su “condición de clase social”. En términos marxistas, puede entenderse como el debilitamiento de la conciencia de clase a medida que el individuo se convierte de proletario a burgués, haciéndose susceptible a una suerte de “neoalienación” al experimentar  nuevos órdenes de magnitud en sus expectativas de consumo y posición social.

- Aumento explosivo de la demanda de productos básicos debido a: (1) el incremento de la renta nacional media per capita (poder adquisitivo de la población); (2) el aumento desbalanceado del volumen poblacional debido a los altos índices de inmigración fuera de todo control (solo en el año 2010, inmigraron a Venezuela 1.007.400 personas, según Informe del Banco Mundial, 2011); (3) los niveles alarmantes de contrabando de extracción, principalmente hacia Colombia, pero también hacia otros países; (4) el fenómeno creciente de las “compras nerviosas” y el “bachaqueo” por negocio.

- Disminución de la oferta de productos básicos, debido a: (1) ralentización de la producción capitalista por motivaciones políticas (guerra económica); (2) caída del volumen de producción en diversas empresas no parasitarias por falta de materias primas y otros insumos importados, debido a las dificultades para conseguir divisas; (3) caída de las importaciones de productos de consumo final por escasez relativa de divisas. La escasez coyuntural de divisas obedece, al parecer, a las siguientes razones: (a) corrupción en los sistemas gubernamentales de manejo de las divisas; (b) fuga de capitales, principalmente por repatriación legal e ilegal de dividendos de las empresas multinacionales; (c) cumplimiento de los vencimientos de los contratos de venta a futuro de petróleo; (d) servicio de la deuda externa; (e) erogaciones de divisas en el marco de los acuerdos de integración y cooperación; (f) temor por parte del gobierno de otorgar divisas, por el riesgo de entregarlas “a saco roto” (debido a los antecedentes de empresas de maletín y otras formas de corrupción detectadas); (g) ausencia de incremento de los volúmenes de producción de petróleo, debido a las restricciones impuestas por la OPEP y la lentitud y poca envergadura de las inversiones efectuadas para la expansión de la capacidad productiva de PDVSA; (h) volúmenes muy bajos de exportaciones no petroleras (escasez de fuentes de divisas alternativas al petróleo).

- Baja productividad de la fuerza de trabajo en la economía nacional (por la inamovilidad laboral mal aplicada, que impide en la práctica toda calificación de despido debidamente justificada de acuerdo con los extremos de ley, fomentándose con ello el ausentismo y la deshonestidad).

Todo lo anterior se conjuga, junto con los fallos críticos del sistema capitalista de mercado, tales como el monopolio y oligopolio, y la densidad de intermediación distributiva y su cartelización, aunados a la sobrevaluación de la moneda y la corrupción en la implantación de controles, para determinar los dos ingredientes más explosivos de la actual crisis nacional: la inflación y el desabastecimiento.

Pudiera de alguna manera suponerse que ambos flagelos constituyen la consecuencia insoslayable de las oportunidades desperdiciadas a lo largo del camino revolucionario por todos aquellos agentes económicos a los que se les abrió de par en par un abanico diverso de oportunidades, pero cuyo pobre desempeño productivo ahora lo paga la sociedad toda, incluso con el propio retorno del liberalismo. Lapidariamente pudiera sentenciarse: el facilismo en revolución se paga con su fracaso. Por eso El Libertador decía: “trabajo y más trabajo, constancia y más constancia, para tener Patria”. La Revolución Bolivariana ha efectuado una inmensa inversión social, pero sin “retorno social” significativo, es decir, sin aumento consecuente de la productividad laboral, los emprendimientos productivos ni la producción de conocimiento e innovación, que determinasen –siguiendo a Marx- el tan anhelado aumento de las fuerzas productivas de la sociedad.

Existe mucho dinero en circulación en manos de agentes y personas que en honor a la verdad no lo han trabajado, es decir, sin esfuerzo productivo equivalente; es hasta cierto punto “dinero fácil”, cuyo valor nominal no refleja su valor real, y esta es una forma poco convencional pero plausible de entender el por qué de la inflación. Piénsese en esto, por ejemplo: en la Alcaldía y el Consejo del Municipio Zamora del Estado Bolivariano de Miranda, la nómina de empleados aumentó entre finales de 2008 y finales de 2013, de alrededor de 500 hasta 1.400, pero al mismo tiempo que el gasto corriente en empleados públicos municipales prácticamente se triplicó en apenas cinco años, los resultados, el desempeño, la productividad del trabajo de esos empleados, medido por los indicadores de gestión aplicables a un municipio (calidad y cobertura de los servicios públicos, mantenimiento de infraestructuras, tasa de actividad económica local, etc.) desmejoró ostensiblemente en ese mismo período. Piénsese ahora en esto: la cifra global de empleados públicos del Estado venezolano en su totalidad ronda los tres millones de personas (2.463.759 al cierre de octubre de 2013, según cifras del Instituto Nacional de Estadística - INE), y eso en una economía cuya Población Económicamente Activa (PEA) fue de tan solo 14.020.495 al cierre de febrero de 2014 (INE, 2014). Por lo tanto, aproximadamente el 18% (1 de cada 5) personas de 15 años y más con disposición y disponibilidad para trabajar en Venezuela, son empleados públicos (los que por definición, constituyen un gasto para la sociedad, es decir, no generan renta o riqueza, no producen). A lo que habría que añadir la pesada carga económica que representa la pirámide etaria de nuestra población (somos un país joven), con alrededor de 7.500.000 niños, niñas y adolescentes matriculados en educación inicial, primaria y secundaria; al igual que unos 3.250.000 adultos mayores, de los cuales aproximadamente 2.150.000 están pensionados. Estamos hablando entonces de millones de personas que en Venezuela perciben una buena renta, sin productividad equivalente en términos económicos. Y todo esto sin cuantificar la renta improductiva que percibe la totalidad de la población ocupada, debida a ausentismo laboral, desperdicio de tiempo durante la jornada laboral, baja calidad y desempeño laboral, etc., originado todo ello por la política de inamovilidad laboral mal entendida y mal aplicada, pues en ningún momento el resguardo del trabajador frente a los abusos del patrono significa que el trabajador se convierta en un “viva la pepa”. Lo anterior no debe entenderse como una generalización infundada, sino como el señalamiento de una situación que invariablemente denuncian los empleadores del país a todo nivel.

Por otro lado, una cantidad indeterminada pero aparentemente elevada de dinero venezolano termina subsidiando a los extranjeros, por la vía de los inmigrantes improductivos (carga social adicional a la que cabe esperar según la tasa de crecimiento vegetativo de la población), las remesas legales e ilegales hacia el extranjero, y el contrabando de extracción, cuya cifra ha sido reconocida por altos funcionarios del gobierno nacional en alrededor del 40% de las importaciones venezolanas, al menos en el rubro de alimentos.

Así mismo, existen importantes debilidades del proceso revolucionario que potencian aún más todas esas amenazas, a saber: (a) la debilidad ideológica de las masas poblacionales; (b) la debilidad comunicacional del sistema nacional de medios públicos, comunitarios y alternativos; (c) el confort consumista de la población; (d) el sectarismo e incapacidad de renovación de la dirigencia política del proceso; (e) el reducido protagonismo del poder popular, más allá de la retórica;  (f) la incapacidad recurrente para proveer a la población de los servicios básicos fundamentales (electricidad, agua potable, aguas servidas, recolección de desechos sólidos urbanos, mantenimiento vial); (g) la exclusión y marginamiento –por aquello de la “meritocracia” mal entendida- de los recursos humanos mejor capacitados de la población (clase media, profesionales y técnicos, pequeños y medianos empresarios no parasitarios), comprometiendo con ello el potencial de innovación del proceso revolucionario; (h) la gigantesca burocracia estatal rentista; (i) la maldición del oro negro, causante de la ineficiencia en el gasto público y la irresponsabilidad y prepotencia de los gobernantes hacia la población civil (pues no tienen que vivir de ella, sino del situado constitucional petrolero); y (j) la inexistencia de una teoría clara y consensuada para la construcción del socialismo.

Ese pudiera ser, a grandes rasgos, el contexto dentro del cual cabría interpretar y dilucidar la polémica entre “ultraizquierdosismo” y reformismo, que se viene planteando entre los cuadros de mando del proceso revolucionario y sus cuadros de vanguardia. Al respecto, conviene enumerar los indicios hacia la izquierda y hacia la derecha que pueden observarse hasta el momento en el gobierno del Presidente Nicolás Maduro, a saber:

Indicios hacia la Izquierda:

- Neutralización de Globovisión.

- Combate contra el narcotráfico (derribamiento de aeronaves).

- Combate contra el contrabando de extracción (negociaciones con Colombia y atención especial en la frontera).

- Medidas contra el bachaqueo y los raspacupos.

- Combate (persecución penal) contra la usura y la especulación.

- Combate contra la corrupción (al menos en capas medias de la burocracia estatal).

- Mantenimiento firme del antiimperialismo (expulsión de funcionarios norteamericanos, discurso agresivo contra Washington, no normalización de las relaciones diplomáticas).

- Mantenimiento de las políticas de acercamiento pluripolar (relaciones con China, Rusia, Bielorrusia, Irán, etc.).

- Mantenimiento del control estatal de la renta petrolera (PDVSA).

- Mantenimiento del discurso a favor del Poder Popular (registro formal de 600 comunas en todo el territorio nacional).

- Mantenimiento de la política integracionista regional de América Latina y el Caribe (CELAC, ALBA-TCP, MERCOSUR, PETROCARIBE, etc.).

- Mantenimiento de las misiones sociales y ampliación de las mismas.

Indicios hacia la Derecha:

- Exclusión de los trabajadores y el poder popular de los diálogos de paz.

- Paralización de las expropiaciones y nacionalizaciones.

- Concesiones económicas a la burguesía nacional y extranjera: acceso a dólares, acceso a fondos de financiamiento, entre otras.

En el contexto desarrollado a lo largo de este artículo, cada quien podrá colocar en la balanza y extraer su particular conclusión de los indicios anteriores, así como modificar la lista en una u otra dirección. En lo personal, el autor arriesga para finalizar solo los siguientes comentarios:

- La crítica contra el capitalismo sobrevalora al sujeto histórico "pueblo" y subvalora al sujeto histórico "empresarios", olvidando con ello que hasta cierto punto son intercambiables entre sí (empresarios que vienen del pueblo y el pueblo organizado en empresas productivas). No debe confundirse al gran capital con el pequeño capital, ni tampoco estigmatizar bajo la etiqueta de “burgués” a todo micro, pequeño o mediano empresario que le echa tanto o más bolas que sus trabajadores para ganarse el pan que lleva a la mesa de su hogar todas las noches. Conozco a más de uno. Así como también conozco a más de un trabajador proletario “vivo criollo”, más pendiente del contrato colectivo que de echarle bolas.

- No todo empresario, sobre todo los venezolanos (no los extranjeros), es rentista y parasitario. Existen muchas micro, pequeñas y medianas empresas cuyo interés real es producir bienes y servicios, no vivir de la renta petrolera y la ganancia fácil. Con estos empresarios tiene perfecto sentido llegar a acuerdos productivos verdaderos y acercarlos a las bondades y enormes ventajas que para ellos puede tener el modelo socialista de producción, pero el cual desconocen porque el aparato propagandístico capitalista, y sus órganos de afiliación empresarial y político-partidistas, los han mantenido alejados por completo de esa alternativa.

- Las formas de organización popular también han sido corruptas e ineficientes, incluyendo hasta consejos comunales "de maletín", y con una “viveza criolla” que los hace estar más pendientes de “que nos bajen los recursos”, que de echarle bolas.

- La mayoría de los autodenominados “chavistas” no aguantarían mucho un “apretarse el cinturón” ante un llamado a la austeridad que siga a una medida drástica de expulsión de los capitales transnacionales del país, nacionalización de la banca y expropiación masiva de empresas privadas. Yo en lo personal me considero prácticamente libre del consumismo. Si por mí fuera, la actividad comercial sería imposible en este país por falta de clientela. ¿Pero, es ese el caso general? Lamentablemente, es una realidad que la estabilidad política del proceso revolucionario depende de su capacidad para satisfacer los niveles de consumismo de la población. ¿Cuántos “chavistas” no pegan el grito en el cielo porque no consiguen la salsa de tomate de su preferencia en los anaqueles? ¿O porque no consiguen papel higiénico? ¿O porque qué vamos a tomar ahora que no hay café? Me imagino la respuesta que les daría, por ejemplo, el Ché Guevara… ¡Váyanse a la m…!

- Finalmente, a modo de agenda de recomendaciones, me permito plantear algunos problemas fundamentales que deberían abordarse con mucha seriedad con el objeto de mejorar las perspectivas futuras del proceso revolucionario bolivariano, a saber: (a) la irresponsabilidad generalizada (cultural), tanto en el gobierno, como en el pueblo, como en los empresarios; (b) la castración de las fuerzas creadoras de la sociedad (innovación, emprendimiento); (c) la intermediación burocrático-burguesa de los recursos destinados al poder popular organizado (el poder popular concebido como niño de escuela); (d) la falta de capacidades técnico-profesionales para los proyectos productivos (por la meritocracia mal entendida); (e) el apego ritual al préstamo a interés como modo de financiamiento de la inversión productiva inicial (capital semilla, empresas llave en mano); (f) ausencia de visión de conjunto, panorámica o compleja del desarrollo (indispensable por ejemplo para el caso del turismo).

 



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Luis Enrique Gavazut Bianco

Coordinador del Movimiento de Batalla Social Punta de Lanza. Director Ejecutivo de la Fundación Punta de Lanza. Coproductor del Programa Radial "Trinchera del Poder Popular". Productor Nacional Independiente No. 26.292. Investigador Independiente en Ciencias Sociales y Consultoría desde 1990.

 luisgavazut@yahoo.com      @gavazutcandanga

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