Las causas de la crisis (I)

Vivimos en un país que atraviesa una gigantesca crisis en casi todos los órdenes, tanto en la salud, como en lo inseguridad y en lo económico con una altísima tasa de inflación y una escasez agobiante. En lo particular me da mucha tristeza ver las largas colas de venezolanos mendigando un kilo de azúcar o un litro de aceite. Esto es francamente inaceptable.
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Sobre este último aspecto el economista y diputado Jesús Farías señaló “que sería un enorme riesgo entrar a un año electoral con incremento de la inflación y mayor desabastecimiento”. Si el gobierno no corrige rápida y eficientemente esta situación realmente se corre el peligro de que este proceso revolucionario se pierda definitivamente.
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Lo que traería repercusiones inimaginablemente negativas también para el proceso integracionista y liberador de Latinoamérica. Estoy convencido que el retroceso que experimentan electoralmente las fuerzas progresistas en nuestra región en países como Brasil, Argentina y Uruguay tiene que ver con una percepción negativa que existe en el área del modelo venezolano.
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No se pueden buscar las causas en la incapacidad o ignorancia de los funcionarios. Este gobierno ha incorporado muchísimos profesionales de primera línea a su gestión, además de la altísima calidad de que han mostrado los integrantes de nuestras fuerzas armadas.
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Tampoco en las explicaciones del gobierno achacando la culpa al contrabando y a la guerra económica. En mi opinión, si bien es cierto que ellas han tenido y tienen cierto peso en su origen, la causa fundamental ha sido la incorporación a la gestión del gobierno, después de la muerte de Chávez, de conceptos equivocados que han contaminado su exitosa gestión.
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UN GRAVÍSIMO ERROR CONCEPTUAL
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El primero de ellos es el relativo a la categorización de las clases sociales. Si examinamos la doctrina marxista, para Carlos Marx la sociedad estaba dividida en clases en correspondencia con su papel dentro del proceso de producción. Así por ejemplo, en el capitalismo están, por un lado, la burguesía y los terratenientes dueños de los medios de producción y por otra los trabajadores asalariados y los campesinos cuyo trabajo genera la riqueza y cuya mayor parte es apropiada por los propietarios mediante la plusvalía.
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En esta visión Marx destacaba otros grupos sociales que no eran propiamente clases. Tal es el caso de lo que él denominó la pequeña burguesía, definida por su papel de sostén imprescindible del orden dominante, como los jueces, los oficiales militares, etc. o el del lumpen proletariado, constituido por marginales pobres que no estaban incorporados al proceso productivo.
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En nuestro país ideólogos del partido de gobierno y que se autodefinen como “revolucionarios”, sostienen lo contrario, que la división en clases sociales debe hacerse en función de la riqueza de los individuos. Es así como para ellos Venezuela está dividida en las clases populares o pobres, la clase media y la clase rica, repitiendo de esta forma los mismos argumentos utilizados por las clases dominantes para justificar su dominio y esconder la verdadera naturaleza de la explotación.
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Es que si antes la división social se justificaba por el designio divino o por pertenecer a la nobleza o a determinada raza, bajo este criterio la actual ubicación en una clase es consecuencia de tener o no las habilidades o la voluntad para “progresar” socialmente en un sistema que brinda oportunidades por igual para todos. De resulta que las clases pobres están integradas por perdedores que no las han “aprovechado”, tal como nos lo repiten constantemente todos los medios del sistema.
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El mismo Chávez recordaba que en las clases de la Academia Militar algunos profesores, señalando a las barriadas circundantes, explicaban que ellos vivían así porque querían.
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Ejemplo de esta visión de dividir las clases según la riqueza lo constituyen las declaraciones del nuevo secretario general de la MUD que propone “una unión entre las clases pobres y la clase media.”
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“REVOLUCIONARIOS EQUIVOCADOS”
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Esta diferencia de conceptos plantea dos diferencias fundamentales al momento de llevar a la práctica los cambios sociales.

Mientras que para Marx se trata de suplantar, mediante la lucha de clases, a la “dictadura del capital”, es decir, al sistema dirigido por los capitalistas para su propio beneficio, en donde todas las estructuras jurídicas y sociales han sido diseñadas con ese objetivo (como lo apreciamos en nuestro país), por una “dictadura del trabajo”, es decir, que lo fundamental sea el interés del ser humano, en la cual se liberen todas sus potencialidades, alcanzado la verdadera democracia.

Por el contrario, para estos antimarxistas “revolucionarios locales” el objetivo fundamental de la lucha de clases es satisfacer las reivindicaciones más sentidas de las “clases pobres”, en una política que se asimila a las conocidas demagógicas o populistas.

Pero en el proceso local estos “teóricos revolucionarios” han incorporados dos elementos particulares.

Primero, en Venezuela la lucha de clases no se trataría, como en otras experiencias históricas, de redistribuir a la fuerza la riqueza existente mediante la expropiación y el asalto, sino de, aprovechando nuestra condición de país petrolero, reorientar la renta del petróleo hacia las clases populares.

Y segundo, el calificar a lo que ellos llaman “clase media” como reaccionaria, como enemiga del proceso. Eso se puede apreciar en los innumerables artículos, caricaturas y análisis que se han publicado en los medios oficiales. Tan reciente como la semana pasada el escritor Roberto Malaver escribía “Uno no sabe qué dirá la gente de Primero Justicia, que es uno de los pocos partidos que le quedan a la clase media”.

Bajo ese contexto se entienden las declaraciones del ministro que afirmó que no se podía dar muchos bienes a las clases pobres porque se convertirían en escuálidos. Lo contrario precisamente al pensamiento de Chávez.

Recuerdo cuando el Comandante estaba de visita en una urbanización muy bonita en el Estado de Florida, que comentó que él quería que todo nuestro pueblo viviese así. Es decir, proponía una igualdad hacia arriba.
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Podemos afirmar, bajo la visión marxista, que no existe una clase media como tal. En realidad existen sectores medios en los cuales la mayoría de sus integrantes viven de un sueldo y son igualmente explotados por el capital o buscan su subsistencia trabajando por su cuenta ante un sistema incapaz de garantizarles un trabajo remunerado.

Hay que recordar que ningún proceso revolucionario en la historia ha tenido éxito si no ha contado con una mayoría determinante Por eso es que es un error tildar a las sectores medios como enemigos del proceso, ya que en Venezuela, según el INE, ellos constituyen la mayoría de la población. Sencillamente, sin la mayoría de ellos no hay proceso.

DE DONDE VIENE ESA VISIÓN EQUIVOCADA
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De la Unión soviética. En efecto, después de los primeros años de confusión, Lenin planteó la necesidad de incorporar a los pequeños propietarios a la revolución y lanzó su famoso programa NEP (Nueva Política Económica) que luego fue eliminado por Stalin, implantando un igualitarismo a la fuerza, colectivizando el campo con los Koljoses y los Sovjoses y pulverizando a los sectores medios.
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Dado el papel de modelo de la Unión Soviética para el movimiento revolucionario, esa política del igualitarismo ramplón se convirtió en un dogma con consecuencias desastrosas, como se apreció en Chile cuando Allende, donde gracias a la política sectaria de los estalinistas el movimiento se aisló de las grandes mayorías de los sectores medios dándole el piso político necesario a la dictadura de Pinochet.
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Igual está ocurriendo en nuestro país. Veamos por ejemplo algunos resultados de las últimas elecciones municipales, en donde parroquias de la capital habitadas por sectores medios bajos e intermedios como Santa Teresa, Altagracia, Candelaria, San José, etc., fueron ganados por el fascismo. Eso es irracional.
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Pero esa confrontación de clases no ha sido sólo obra de teóricos trasnochados. La oposición, desde el mismo inicio de la campaña electoral de 1998, sembró el terror entre los sectores medios anunciando la implantación del igualitarismo ramplón si Chávez ganaba. Por supuesto que eso no ocurrió, surgiendo así en algunos sectores medios el fenómeno llamado de disociación psicótica, producto del contraste entre la realidad real y la “realidad virtual” presentada por el imperio.
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NO SE PUEDE SEGUIR ASÍ
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En el artículo anterior expliqué los grandes retos que tenemos ante las graves circunstancias que atravesamos y que se seguramente se agravarán, como la del acelerado crecimiento demográfica, la sostenida caída en el precio del petróleo, el aumento de la demanda ante las nuevas necesidades y la escasez de tierras naturalmente cultivables se necesita del concurso de la gran mayoría de los venezolanos. Esa opinión en contra de los sectores medios debe terminar. No hay otra.


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Carlos Enrique Dallmeier


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