Cada generación aprende de nuevo, es inevitable. Puede leer libros sobre el pasado, ver documentales, conversar con viejos compañeros, pero la experiencia se refunda en cada época histórica. Hablo de las clases populares, de una desventaja. Los sectores dominantes tienen en cambio una continuidad sin fisuras, escuelas de formación mundiales, laboratorios, dólares, y sobre todo no cuentan muertos, desaparecidos, y pobreza.
Las organizaciones son en esa trama cajas fuertes que preservan las mejores conclusiones y experiencias de los trabajadores. Como puentes entre las rupturas generacionales. Así lo explicaba Raimundo Villaflor, compañero del peronismo revolucionario.
Agreguemos a eso algunas coordenadas propias de Venezuela: gran parte de la izquierda histórica -cuadros, intelectuales, organizaciones- no se sumó al chavismo. El punto de partida organizativo -las cajas fuertes acumuladas- no fue grande. La mayoría chavista, su militancia, movimientos, se formó en los años de revolución, aprendiendo de cero, con las coordenadas propias del proceso. Que no son las de Cuba, Chile, Nicaragua.
Son venezolanas, siglos veintiuno, petroleras, electorales, comunales, chavistas.
¿Equivocarse? No podría no suceder. Con Chávez y más sin él. En particular frente a una guerra salida del infierno: invisible, cobarde, asesina, 2.0, que se propuso como estrategia hambrear al pueblo, desplegando los métodos que el imperialismo perfeccionó en estos años de Afganistán, Irak, Libia, Ucrania, y Siria.
Se trata entonces de una revolución nueva hecha esencialmente de juventud, barriadas, campesinos, mujeres, fundados en las victorias electorales. Hasta el 6D como primera gran derrota. Puesta en este momento crítico ante su propio aprendizaje y una ola que viene de frente destrozando casi todo en su camino.
Sabemos: una derrota sería la puesta en marcha de un ciclo contrarrevolucionario. Nuestra memoria, nuestros desaparecidos, deberían ser suficientes para indicarnos la magnitud de una época como esa, para no desear por un segundo perder una posición de poder.
Sucede sin embargo que algunos desean la pérdida del Gobierno. Como si eso pudiera abriera una etapa de una nueva fuerza, una posibilidad de depuración, de clarificar las contradicciones, un viejo análisis erróneo de la política.
Por falta de conclusiones históricas algunos.
Otros, por soberbia intelectual, de quien solo arriesga el teclado y el ego.
La muerte no es belleza /la muerte no es amor / dice Zito Lema. La muerte es lo que vendría.
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Pausa: por las redes hay rumores de saqueos en Caracas, en Catia y Fuerzas Armadas. Ocurre varias veces por semana, estos parecen más fuertes. Espontáneos no. Lo que se presente como protesta espontánea en Venezuela es sospechoso.
Por twitter circulan algunas fotos, videos de diez segundos, no mucho más. Hay que ir.
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No tenemos derecho a la derrota. A los errores sí, a las dudas también. No acerca del proyecto político, las causas y el fin que nos reunió, la certeza que Chávez nos puso sobre la mesa a cada uno de nosotros. Sino a las dudas acerca de si estamos haciendo las cosas bien, peleando todo lo que hay que pelear.
Estamos: la dirección de la revolución, los movimientos populares, los comunicadores etc. El chavismo es un movimiento, compuesto de diferentes niveles, responsabilidades, posibilidades de acción, trayectorias.
No se puede criticar sin cuestionarse, sin la pregunta: ¿hago todo lo que puedo hacer?
Tengo críticas, son públicas. En este momento a la dirección en particular, por el peso de la responsabilidad, tener el timón de un barco al que le entran tormentas de agua.
Eso mismo implica preguntarse por qué el timón no está también en manos -compartidas- del movimiento popular, de espacios más amplios que el Partido Socialista Unido de Venezuela y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. ¿Porque la dirección cierra espacios, coopta, no permite? Puede ser. Pero responder a una insuficiencia únicamente acusando al otro es una respuesta corta. Poco honesta.
Críticas entonces. Más que críticas debates. En un momento donde las reservas de tiempo, comida y moral son limitadas, y el enemigo impacta de la noche a la mañana sobre la base social chavista. La suya, escuálida, burguesa, es miamera, youtubera, no moviliza más de escasas cuadras, sea para una convocatoria al CNE, a la universidad o hecha por Capriles Radonsky o María Corina Machado.
Estoy preocupado, como muchos. Recorro el país, las colas, la corrupción, la ética en crisis, los impactos de una guerra que no se muestra, que tiene su fuerza en negarse a sí misma.
Por eso necesitamos que el enemigo se muestre, como OEA, Barack Obama.
Como protestas violentas. Porque cuando sale se equivoca.
Con toda honestidad: ¿quién sabe cómo resolver esta época? Volvamos al principio: somos una generación nueva ante un desafío nunca planteado de esta manera. Hay derecho al error. El problema es que persistir en ciertas equivocaciones puede llevarnos a un ciclo del que sospecho no podemos si quiera imaginar las dimensiones.
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Ir entonces. Saltear las redes sociales, twitters y videos, ver: seis cuadras de avenida con efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, restos de violencia en las calles -escombros y basura- decenas de personas en la vereda mirando, a la espera de que algo regrese.
Parados a unos metros de los uniformados veo un grupo de unos treinta hombres, con motos, capuchas, pañuelos rojos. No disimulan. La gente les saca fotos. Esperan también.
– ¿Bajaron los colectivos a ayudar a la gente? Me pregunta una señora en una moto.
La información no circula. ¿Qué pasó, cómo fue? La sospecha siempre: algo espontáneo no existe desde hace rato. Sobre todo tratándose de intentos de saqueos, disturbios, en el contexto de una guerra donde los autores operan escondidos en el anonimato, escurridizos, líquidos, cobardes.
Al día siguiente sucede lo esperado: la derecha titula con las imágenes de la protesta, el chavismo no lo menciona en todo el periódico. De a poco se consigue información: existió un operativo para descomprimir las colas en las principales arterias del centro de la ciudad, como parte de la estrategia de volcar la mayoría de los productos regulados a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, y romper con el acaparamiento en los grandes supermercados privados.
La derecha aprovechó el escenario para intentar desatar el fuego.
Sectores del chavismo popular -denominados colectivos- apoyaron la acción. Ante un enemigo irregular, liquido, asesinando desde el anonimato, ¿qué fuerzas deben desplegarse para combatirlo? Regulares, pero también irregulares. La Milicia Bolivariana en un hipotético contexto por venir, por ejemplo.
La doctrina bolivariana es clara: defensa integral.
El problema fue, otra vez, la comunicación. No haber difundido información, explicaciones de lo sucedido, las causas, actores y fines. Negarlo en el periódico del día siguiente cuando, se sabe, todos iban a hablar de eso. Haberse perdido la oportunidad de hacer política con una acción acertada que, mediáticamente, aportó al ánimo de confusión y tensión.
Tenemos derecho al error, aunque creo que ya no existe margen. También la obligación de defender lo conquistado, el proyecto, el futuro que deseamos. Con las críticas que sean necesarias, siempre desde la autoridad de poner el cuerpo, de aportar en uno de los momentos más complejos, al borde de. Lo demás es casi siempre ego, resentimiento.
Esta revolución no tiene derecho a fracasar. Es cierto. Se nos va el continente en ello.
FUENTE: http://contrahegemoniaweb.com.ar/el-derecho-al-error/