He buscado la esencia en la que se cimenta el espíritu de los grandes seres humano, de quienes trascendieron en vida su propia existencia, su efímero paso por la humanidad; he hurgado en su síntesis para saber cuál es el verdadero legado, la sustancia de su legado; y llegué a la conclusión de que sus legados fundamentales son el amor y la fe en los hombres.
Para ellos nada ha importado lo que se diga ni lo que les hagan en lo personal, incluso, atentar contra su vida material; pero sí les ha importado lo que los hombres han hecho para negarse a sí mismos. Nunca los grandes seres humanos dejaron de amar ni perder la fe en la capacidad de resiliencia del amor de los seres humanos. Y fue Einstein quien mejor definió ese verbo: “Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el amor.”
Y por ser el amor fuerza universal, por lo tanto fuerza que nunca se agota, independiente de quien la contenga, no es posible hablar en tiempo pasado de quienes decidieron albergarla, porque vivos o muertos pasaron a ser parte de esa fuerza, la nutrieron, la volvieron más luz, más intensa, mayor fuerza. ¿Y cómo es eso posible? Porque los grandes humanos, apoyados en esa fuerza, produjeron las ideas que ayudan a fertilizar la fuerza que es el amor, así se hacen eternamente vivos en Ella.
No importa el tamaño de las tareas que cumplen los grandes humanos; desde las de liberar a naciones enteras (Bolívar), un pueblo (Gandhi, Lenin, Chávez, Mandela) hasta la de preñar de vida la tierra todos los días con árboles (Gonzalito, el Hombre Árbol de Portuguesa) o cuidar hijos (madres); hasta quienes escriben poesías, cantan, se solidarizan con los enfermos y los detenidos. Lo importante es que los grandes humanos aman, así de sencillo y de aparente simpleza: decidieron amar lo que hacen y a la vida.
Si queremos ser parte de la fuerza del amor, decidamos amar, decidamos ser parte del amor, hagámonos eternos entonces.