“El punto de la obra es la de separar el marxismo y el estalinismo. Cómo el comunismo fue escrito y cómo se aplica eran dos cosas completamente diferentes. Hay muchos conceptos erróneos sobre el socialismo.”. Brian Jones….
Empieza febrero del 2017, segundo mes del año, y ha sido de lo peor para comprobar la perdida de nuestro poder adquisitivo en estos días aciagos que atravesamos todos los venezolanos de a pie. Con los habituales gastos que implica el sobrevivir, han de añadirse los extras de ropas, mantenimiento de las casas, y los repuestos para el catanare, las reuniones con parientes, y amigos desaparecieron de la agenda recreativa de los asalariados, y en algunos casos los viajes a otros pueblos para estar con familiares y amigos. Lo cierto es que el malestar va increcendo en todas las personas, por los análisis que cada quien hace en su entorno más cercano donde se desenvuelve cada ciudadano venezolano, todos dicen que esto esta inaguantable por el encarecimiento generalizado de la vida. A pesar de todo, desde el burocratismo estalinista nos dicen que vamos relativamente viento en popa. La versión oficial es la siguiente: la economía del país va bien. Crecemos por encima de los países de la América Latina, el país es ahora más rico en personas hurgando en la basura, y, a pesar de que ha aumentado la inflación hasta rozar el 1000%, estamos lejos de cifras alarmantes. Toda la versión oficial se cae, cuando un venezolano va de compras, y se encuentra con la realidad generalizada de que la vida está mucho más cara que antes, y que los salarios alcanzan para ¼ de adquisición. La economía del país es un concepto anacrónico, y abstracto como lo fue en la ex URSS. Detrás de estas macabras cifras encontramos realidades, productos, personas, y situaciones totalmente a un pie de la tumba de la indigencia.
"La distancia entre el precio de una bolsa de leche, y el salario mínimo refleja lo complicado de la nueva realidad económica en esta Venezuela del 2017"
Aquí en Venezuela hoy se refleja lo contradictorio de la realidad que nos rodea. Notamos que uno de los establecimientos como los Bicentenarios, la apetecida harina PAN, ha vendido en los últimos 20 días más de 20.000 kilos a unos 400 bolívares el kilo promedio. Pero se insiste, que sigue en aumento la pobreza, y el hambre en Venezuela, en que millones de personas no pueden vivir con el actual salario mínimo. También se puede ir observando cómo se ha producido una drástica reducción de la compra de televisores, lavadoras, neveras, A/A, computadoras, de los teléfonos móviles de última generación etc. Pero, en contraste, los precios de los alimentos básicos se han encarecido en cerca del 700% según los expertos en la materia económica. Personas expertas en el asunto alertan sobre la necesidad de interiorizar el costo real del bolívar fuerte, para evitar así las especulaciones excesivas o poco conscientes de los comerciantes inmigrantes ilegales sirios, y chinos, con cedulas venezolanas, y con pocos meses en nuestro país. Pero, con el riesgo de que mi comentario sea interpretado como opositor, lo cierto es que , se afirma que el peso de los salarios en relación con el producto interno bruto, es decir, lo que representan los costos salariales en el conjunto de ese medidor de la riqueza de un país que es el PIB, resaltando la actual precariedad laboral. Más del 50% de los jóvenes trabajan en condiciones de supervivencia, donde jamás podrán adquirir una casa, y un carro nuevo con el producto de un trabajo digno.
Las cosas parecen claras, es un imposible para una pareja recién relacionada, comprarse un televisor plano de 50 pulgadas, o un celular inteligente con una línea con un montón de megas, si se compara con lo que costaba tres años atrás, y es una ruina comprar un kilo de café que en un solo año se ha encarecido más del 300%, o una canilla de pan, cuya alza se sitúa en el 500%. En este genocidio lo que hay es una "mutación ideológica desviada" de lo que vale realmente la moneda venezolana. La creciente distancia entre los salarios, y los precios de los productos en todos los renglones, refleja lo complicado de la nueva realidad económica para muchos venezolanos. El pan, la leche, el pollo, el mantenimiento de la vivienda son gastos obligatorios, y por tanto definidos en términos económicos como innegociables ante ideologías trasnochadas. Es decir, cuando aumentan los precios, su consumo baja. Si la canilla de pan sigue aumentando, no resulta difícil imaginar muchas alternativas viables a esta caótica situación económica. Empieza el pase de factura de un pueblo a un gobierno indolente e indiferente.
Estas son una de las más evidentes paradojas de esta mala época económica que vivimos: cuando no tenemos acceso de una manera fácil a los productos como vehículos, casas, líneas blancas, sin la intermediación de este aberrante capitalismo totalitario de estado, aunado a la misma emergencia en términos de la capacidad de consumo, se está incrementando notablemente la pobreza en el pueblo venezolano. Es tremendo constatar como el enfoque, y la dirección de la revolución no está entendiendo el progreso en el mundo que busca el hacerle más fácil la vida a la mayoría de la gente. Y no generar nuevas precariedades, mala calidad de vida, sin que existan medios para eliminarlos de manera inmediata. El día a día, en cambio, sigue estando atento por los problemas de supervivencia, en la lucha constante por tener una mejor calidad de vida del pueblo venezolano.
Por eso necesitamos construir una nueva realidad, en vez de hacernos caer en la impotencia de los trasnochos ideológicos dogmaticos de la arcaica izquierda del siglo XX, se debería buscar nuevas formas más cercanas, y locales de producción, y de distribución en el consumo de los bienes básicos. Y presionar para conseguir que la vivienda sea realmente accesible, y concebida como un derecho esencial de las personas jóvenes. Hay que exigir a las clases políticas en pugna más compromiso con la defensa de los que menos recursos tienen para afrontar esta dura realidad, no se puede seguir en una mera posición de espectadores críticos ante el sufrimiento ciudadano. Y tampoco una complacencia con las nuevas cadenas de distribución estatal que controlaran clientelarmente e ideológicamente el mercado de la alimentación generando mas miseria, y pobreza, decidiendo de manera oligopólica, y arbitrariamente sobre el destino del pueblo venezolano.