La crítica a Maduro desde la izquierda: una mirada a los planteamientos de Heinz Dieterich sobre Venezuela

Con la intensificación del conflicto político y el deterioro económico en Venezuela, las críticas severas hacia el gobierno vienen ahora no solamente desde la derecha del espectro político, sino también desde la izquierda. Se acabaron los días en los que el Presidente Chávez podía alardear de haber unificado el altamente fragmentado movimiento izquierdista venezolano, abarcando a Trotskistas, Comunistas y social demócratas.

Un ejemplo de la posición anti-chavista proveniente de la izquierda es la tendencia de atacar ambos lados – al gobierno y a la oposición – con igual vigor. El profesor universitario Gabriel Hetland aparentemente defiende esa línea en un artículo reciente publicado en la página de NACLA: Report on the Americas en el cual termina citando la consigna que según él representa el punto de vista de las clases populares hacia los políticos venezolanos: "Que se vayan todos!". (1)

Otra argumentación – común en casos de naciones bajo un régimen socialista – es que las políticas de Maduro se alejan del modelo socialista racional, que en efecto se basa en cálculos académicos divorciados de las realidades socio-económicas y políticas. Una tercera perspectiva representativa de algunos analistas de la izquierda enfoca sobre la política de las potencias mundiales que eclipsa las luchas de base y los conflictos a nivel nacional.

Las tres tendencias caracterizan el pensamiento de Heinz Dieterich, un residente mexicano durante muchos años, de descendencia alemana. Como asesor de Chávez, Dieterich ayudó a acuñar el término "socialismo del siglo 21", que fue el título de un libro que publicó en el momento que el presidente venezolano comenzó a llamarse socialista en 2005. El libro aboga por la integración latinoamericana, y al mismo tiempo niega que los movimientos comunistas del siglo pasado puedan servir como inspiración.

En 2007, Dieterich rompió con Chávez como resultado de su decisión de buscar la reelección y abolir los límites de los periodos presidenciales. Dieterich ha intensificado sus críticas hacia el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, a quien él llama tan "inepto y mafioso" como la oposición venezolana. (2)

El ataque de Dieterich a Maduro pasa por alto las decisiones de su gobierno con implicaciones de largo alcance que Dieterich, como izquierdista, no ha debido omitir de la ecuación. A pesar de algunas vacilaciones sobre política económica, Maduro ha rechazado la privatización estilo neoliberal, la desregulación y los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional como una salida a la crisis económica actual. El gobierno venezolano ha alentado las tomas obreras de las fábricas que dejan de producir (como el caso de Clorox y Kimberly-Clark, ambos de los cuales salieron de Venezuela). El gobierno también ha creado organizaciones vecinales llamadas CLAP que son paralelas a las cadenas comerciales privadas y distribuyen productos básicos a precios subsidiados. Dieterich critica ácidamente las políticas y acciones audaces promovidas por Chávez y Maduro – como la participación obrera en la toma de decisiones de las empresas, las tomas obreras de fábricas y las comunas, llamándolas "fantasías" y "el camino al abismo".

Los aspectos positivos de los gobiernos chavistas tienen que ser incorporados en el análisis, como también los puntos negativos: la corrupción, la dirigencia excesivamente centralizada, y la incapacidad del gobierno de crear un sistema viable para regular los precios, tanto para los bienes y servicios básicos como para el control de cambio. Más recientemente, el gobierno provocó a la oposición al inhabilitar al gobernador y ex-candidato presidencial Henrique Capriles. También ha demorado la convocatoria de las elecciones regionales, originalmente pautadas para diciembre de 2016.

Estas y otras críticas de las fallas y errores del gobierno de Maduro no deben ser tabú para los progresistas y tampoco se debe minimizar su gravedad. Pero las críticas tienen que ser colocadas en el contexto del hostigamiento continuo proveniente de grupos poderosos en Venezuela y fuera del país. Los ejemplos más recientes de la campaña internacional contra el gobierno de Maduro incluye las posiciones del secretario general de la OEA Luis Almagro que coinciden en su totalidad con aquellas de la oposición venezolana; la Resolución 35 del Senado norteamericano pidiendo que la administración de Trump obligue a los oficiales venezolanos rendir cuentas por la violación de derechos humanos y que trabaje con la OEA a favor de "soluciones democráticas"; y la negación de Mercosur de permitir a Venezuela asumir la presidencia rotacional de esa organización.

Los enfrentamientos violentos en Venezuela en las semanas recientes son otro ejemplo de la necesidad de contextualizar los acontecimientos y rechazar la posición neutral que condena ambos lados en términos iguales. El comportamiento bélico de las brigadas callejeras de personas que pertenecen a la oposición, incluyendo la destrucción de propiedad pública y los ataques contra los miembros de los cuerpos de seguridad, estarían calificados como "terrorismo" en los EE.UU. y otros países. En breve, las respuestas policiales tienen que ser contextualizadas, aún cuando los excesos no pueden ser condonados.

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Al mismo tiempo que Dieterich abandonó el campo chavista, abrazó una visión del pensamiento izquierdista que privilegia la importancia de las grandes potencias internacionales, específicamente los enfrentamientos entre los EE.UU., China y Rusia. Como respuestas a la recién contraofensiva de Washington en América Latina, Dieterich pide a la China la implementación de un "Plan Marshall" que estaría condicionado a la intervención de los militares chavistas con el fin de reemplazar a Maduro y adoptar un "programa político y económico de salvación nacional." El plan de Dieterich en el cual la China inyecta grandes sumas de dinero para reforzar los gobiernos progresistas en la región, serviría para salvaguardar sus "legítimos intereses económicos" e "intereses geoestratégicos" en la región frente a los esfuerzos de Washington de minarlos. Al mismo tiempo, la China estaría sirviendo "a los pueblos de América Latina y a la humanidad entera". (3)

En 2015, Dieterich escribió que "la conquista del Estado…como estrategia… para suplantar el capitalismo es hoy en día fútil, a menos que se haga en alianza con las superpotencias del mundo." El elemento faltante de esta estrategia cuasi-marxista para lograr el socialismo es la movilización basada en el conflicto de clases. El sentido de realismo de Dieterich se traduce en la preferencia a la política de los poderes y decisiones que originan desde arriba. En ese sentido ignora el principio fundamental que Marx y Engels formularon en el Manifiesto Comunista: "Toda la historia de la sociedad es una historia de luchas de clases". En el caso de Venezuela, el papel de la base chavista en defender al gobierno y moldear las políticas no puede ser omitido de cualquier análisis de los gobiernos de Chávez y Maduro.

Hay un elemento de verdad en el argumento de Dieterich que China y Rusia favorecen los intereses económicos y políticos de los gobiernos progresistas latinoamericanos y que son aliados naturales, aún cuando sus sistemas políticos y económicos – por no hablar de su record de derechos humanos – no representan un modelo para ser emulado. Ciertamente, ambos países no presionan otros gobiernos para adoptar políticas neoliberales, como hace Washington y su instrumento el FMI. Además, fuera de las zonas fronterizas que ellos consideran vitales para su seguridad nacional, Rusia y China no despliegan su poder militar en oposición a gobiernos que consideran poco amistosos, como hace los EE.UU. Sin embargo, al enfocar sobre el realpolitik, Dieterich pasa por alto las transformaciones que los gobiernos progresistas latinoamericanos han iniciado.

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En su libro Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI, Dieterich aboga por un socialismo basado en cálculos cibernéticos para reemplazar la economía del mercado. Dieterich plantea que solamente las computadoras pueden determinar sistemáticamente el valor, como Marx definió (valor = al número de horas trabajadas, tomando en cuenta factores como la experiencia y la educación del trabajador). Este cálculo es necesario para establecer una relación entre el poder adquisitivo del salario del trabajador y el número de horas trabajadas, y para establecer los precios en base al valor verdadero del producto.

Dieterich mantiene que antes de la época de las computadoras, los gobiernos socialistas fueron condenados al fracaso, porque hacer este tipo de cálculo era literalmente imposible. Su teoría está impregnada por lo que se llama "determinismo tecnológico," o sea, la noción que los desarrollos tecnológicos hacen posible los cambios históricos. Este tipo de razonamiento es otro ejemplo de cómo Dieterich subestima, por no decir ignora, el papel fundamental de la lucha popular en el proceso de cambio.

La lucha por el socialismo en la práctica es un proceso mucho más complicado. En los países del tercer mundo, uno de los desafíos principales para la izquierda consiste en ganar y movilizar a los trabajadores de la economía informal, que representan 50 por ciento o más de la población. El esquema de Dieterich, en base al uso de la computación, difícilmente puede servir como una bandera para esos trabajadores, particularmente porque su aplicación a la economía informal no es factible.

Consistente con su modelo socialista basado en la cibernética, Dieterich plantea que la clase media reemplaza la clase obrera como el agente principal del "modelo de anti-capitalismo y la liberación de la humanidad propuesta por Marx, Engels, Lenin, Mao, Ho Chi Minh y Fidel".

Dieterich plantea que el sistema cibernético va a desplazar a la economía del mercado y hacerla innecesaria y obsoleta, pero hasta este momento, es una realidad que no puede ser desafiada. Él aplica esta observación a Venezuela al plantear que el control de cambio y de precios debe ser eliminado con el fin de permitir al mercado desempeñar su función. Esta propuesta ignora la existencia de una guerra económica llevada a cabo contra el gobierno chavista. Sin el control de cambio, los grupos capitalistas comprarían dólares para enviarlos al extranjero con el fin de especular y desestabilizar la economía. Independientemente de los motivos, la fuga de divisas agotaría las reservas venezolanas.

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Dieterich a menudo es criticado por su estilo agresivo y cáustico y sus abusos verbales usados contra cualquier persona de la izquierda que esté en desacuerdo con él. Al emplear ese tipo de lenguaje, Dieterich pierde de vista el hecho que la vía democrática al socialismo es compleja y los problemas que surgen no tienen soluciones fáciles.

Más allá del estilo, una falla fundamental en el análisis de Dieterich es la poca importancia que asigna al conflicto entre grupos económicos poderosos y los sectores populares. Las organizaciones populares y movimientos de base han sido elementos esenciales en todas las revoluciones en la historia, pero aún más en el caso de la vía democrática al socialismo. Dieterich ignora este principio fundamental y en su lugar presenta soluciones sencillas – algunas derivadas del uso de computadoras – para los asuntos complejos y desafiantes en el logro de la liberación nacional y el socialismo.

Su tendencia de condenar los dos lados en el conflicto venezolano en términos iguales pasa por alto las complejidades de los desafíos que el gobierno de Maduro enfrenta. En este sentido, es necesario hacer una distinción entre dos posiciones. Una consiste en el apoyo crítico al gobierno chavista que en ningún momento subestima la gravedad de sus errores y fallas. La otra es lo que hace Dieterich: colocar la oposición y los líderes chavistas en el mismo saco.

La segunda línea es en gran parte incompatible con el trabajo de solidaridad internacional, que defiende la soberanía de Venezuela y presupone que vale la pena defender al gobierno venezolano. Fuera de duda, el respeto para la soberanía nacional de los países del tercer mundo es una causa importante y justa. Sin embargo, en el caso de Venezuela, para poder maximizar la efectividad de su trabajo, el movimiento de solidaridad debe también subrayar los logros del gobierno y exponer las distorsiones de los medios de comunicación corporativos.

Steve Ellner es actualmente el coordinador de un número de la revista Latin American Perspectives sobre las políticas de clase de los gobiernos progresistas en América Latina. Su trabajo "Implications of Marxist State Theories and How They Play Out in Venezuela" aparecerá en el próximo número de Historical Materialism.

Este artículo originalmente fue publicado por NACLA: Report on the Americas (EE.UU.)

Notas

1. Gabriel Hetland, "Why is Venezuela Spiraling out of Control?" NACLA: Report on the Americas, http://www.panorama.com.ve/experienciapanorama/Heinz-Dieterich-a-PANORAMA-Gobierno-y-oposicion-son-igualmente-incapaces-20170112-0001.html.

2. Panorama, "Heinz Dieterich a Panorama: "Gobierno y oposición son igualmente incapaces." http://www.panorama.com.ve/experienciapanorama/Heinz-Dieterich-a-PANORAMA-Gobierno-y-oposicion-son-igualmente-incapaces-20170112-0001.html

3. Dieterich, "Sólo China puede salvar a la centroizquierda latinoamericana y a Cuba". https://www.aporrea.org/ideologia/a233943.html



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Steve Ellner

Profesor de historia económica en la Universidad de Oriente (UDO) desde 1977. Su libro más reciente (como compilador) es La izquierda radical en América Latina: Complejidades del poder político en el siglo XXI.

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