Lecturas de papel

Sentido pedagógico de hacer política

Como acción constructora de la visión filosófica el hacer político es una de las tantas maneras que tiene el hombre para llevar a cabo sus infinitas potencialidades, como hacedor de mundos posibles.

En nuestra sociedad la manera de hacer política ha sido confundida hasta retrotraerla a una especie de jauría humana, donde los instintos más atrasados se manifiestan como resultado de una manera de convivir donde todo es permitido, mientras posibilite el arribo al poder.

Semejante razonamiento niega la misma condición humana y sentido pedagógico de su hacer. Nada está más cercano a lo humano, en términos de nobleza y dignidad del hombre, como vivir y convivir en lo político. Así como nada está más cercano a la divinidad mística que vivir y convivir en lo poético.

Son maneras racionales de consciencia que pueblan las zonas más dignas del hombre. Lo político niega, por esencia, por su naturaleza humana, toda injerencia de la intolerancia del irracionalismo que necesariamente desemboca en la injusticia individual y colectiva, y el denominado tristemente “canibalismo político”.

Han sido, y parecen continuar siendo, tiempos grises y quejumbrosos para el hombre pensante venezolano con sentido pedagógico de su hacer y poéticamente inserto en la armonía social como naturaleza política.

La acción política se genera y nutre, como toda manifestación y conocimiento inteligente del hombre, en la naturaleza del lenguaje. Somos esencialmente seres que existimos en el lenguaje y no de otra manera. Somos una metáfora que se traduce continuamente en infinitas realizaciones.

Por eso cuando hablamos mostramos nuestro ser, nos presentamos tal y como somos y no de otra manera. El hombre que piensa, habla y actúa en esa misma línea de coherencia y lógica, es un ser ético porque mantiene una armonía discursiva en su Hacer Político.

La naturaleza humana, por ser intrascendente, tiende a construir a través de la acción política mundos de realidades tangibles para dejar constancia de aquello de lo que adolece: trascendencia e inmortalidad.

Por eso cuando morimos no nos llevamos nada material. Ni aún nuestro lápiz ni una hoja de papel para escribir nuestro nombre. Desaparecemos como inutilidad humana. Sólo quedan recuerdos que como imágenes que se han construido en otros, están registradas en aquellas cosas a las que dedicamos nuestro infinito amor.

Y en este sentimiento es donde reside el sentido del hacer político: el infinito amor que nos ofrecemos a nosotros mismos y como consecuencia de ello, extendemos al Otro, el semejante, nuestro yo infinito.

La actividad política es la capacidad que tiene todo hombre para darle sentido a su vida y transformarla en constante vocación de servicio al semejante. Sacrificio, gozo y mística de trabajo cuyo único interés es la orientación pedagógica del semejante. Orientarlo en su formación ciudadana como habitante de una nación.

Por eso el odio y la injusticia social niegan el sentido de lo humano, la capacidad del hombre para convivir en el lenguaje hilvanado sobre bases lógicas y de convivencia pacífica en lo diferente. En este sentido, disentir argumentativamente y con sentido ético-comunicativo (de comunión=comunidad) es demostración, en quien lo practica, de que ha llegado a estadios de consciencia que ofrecen espacios para compartir experiencias significativas que ennoblecen el alma y fortalecen el amor al prójimo.

Vivimos tiempos turbulentos en nuestra sociedad. Buscamos líderes y dirigentes con bases sólidas en la ética política. Es urgente formar dirigentes en las comunidades sobre la base de una armonía social, con claridad teórica y sólidos principios morales. Además de saber expresarse verbalmente. Esto, porque ellos son modelo de virtudes en la oratoria y consolidación de un idioma y de una cultura.

Por estos tiempos presenciemos, como testigos adoloridos y horrorizados de una mala película, el lenguaje subhumano de aquellos semejantes quienes no contribuyen en nada a elevar la consciencia social ni el sentido pedagógico de hacer política.

Después de todo es otra lección de la vida, muy cruda, para depurar en crisis generalizada, las antiguas generaciones de “políticos prácticos” y advertir a estos nuevos rostros sobre la imposibilidad de seguir siendo “caníbales” en el escenario del hacer político.

(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camiloeasís IG @camilodeasís1


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Juan Guerrero


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