Lealtad

Éste es uno de los principios fundamentales de un revolucionario, debería ser de toda persona, siempre que sea honesta. Junto a la honestidad, así como, la perseverancia, la coherencia con una idea, cuando las mismas se asumen como una forma de vida en la conducta y el relacionamiento diario, entonces siempre estaremos en la posibilidad de actuar de la forma correcta, de ver a la cara, a los ojos, sin dobleces, sin mentiras, con suficiente moral para que la palabra, la promesa, la esperanza, expectativas o confianza tenga valor. El valor de la palabra empeñada, del juramento hecho, de la vida compartida.

Cuesta mucho, para saber quién es una persona, tanto en términos políticos como personales, su trayectoria, la coherencia de su actuación, de qué grupo humano proviene, cuáles han sido los riesgos asumidos en la defensa de sus ideas, con quién ha trabajado, cómo ha sido el desempeño y si ha sido una persona leal a sus principios, palabra y a los que han confiado en él.

Provengo de una familia venezolana, de profesionales ucevistas, imbuidos del pensamiento liberador de la derrota de la Dictadura Perejimenista y luego militantes revolucionarios, durante los duros años del fragor guerrillero. En mi hogar, crecimos rodeados de heroísmo, amor y combate: mi padre guerrillero, con su temple trujillano y mi madre con su pasión por las ideas y su dulce fervor margariteño. Mi hogar fue el crisol de mis convicciones políticas y de mi formación como ser humano.

En aquellos años, duros, de entrega, las convicciones políticas costaban la vida, como sucedió con Felipe Malavé, los hermanos Pasquier, Fabricio Ojeda y tanto otros patriotas, que pagaron caro su lealtad a las ideas del socialismo. En el caso de mi familia, vivimos en carne propia los allanamientos, las persecuciones, el más absoluto cerco e incluso, la amenaza permanente contra los miembros de la familia, muchos de los cuales sufrieron la tortura y la prisión, eran tiempos del fascismo, tiempos que espero nunca vuelvan.

Entré a la lucha política a los quince años de edad, cuando comencé a militar en el PRV-RUPTURA, partido revolucionario que provenía del FLN-FALN y que, para mí, era la continuación lógica del esfuerzo de mi padre. Eran tiempos difíciles, de reflujo político para la revolución luego de la derrota de la lucha armada, de las posiciones de izquierda en el país y la consolidación y expansión de la Cuarta República.

El país estaba sumido en la vorágine de un sistema profundamente entreguista y corrupto, que deformó toda la conducta y composición de nuestra sociedad, con las élites y las transnacionales apropiándose de la inmensa renta petrolera, que fue entregando nuestros recursos naturales, nuestras riquezas y condenando a nuestro pueblo a un proceso brutal de empobrecimiento y marginación de todos los aspectos económicos, sociales, y culturales. La juventud de hoy ni tiene idea de lo que significó la Cuarta República en términos de destrucción y entrega de nuestra patria y confiscación del futuro para nuestras grandes mayorías.

Además, la izquierda estaba derrotada política e ideológicamente, sus partidos devinieron en parte del sistema, negociando cuotas marginales del poder y los más consecuentes, se extraviaron en teorías liquidacionistas y anarquistas, transformándose en grupos románticos que no implicaban ningún riesgo para el sistema. A nivel mundial, sólo Cuba se mantenía leal a las ideas del socialismo, aislada, luego de la caída del bloque soviético y la derrota de la Revolución Sandinista. El Capitalismo globalizado, se proclamaba victorioso con su tesis del ¨fin de la historia¨. Sus expresiones violentas en el mundo, ahora con toda la supremacía militar y política, dieron inicio a la desestabilización del Medio Oriente.

Nosotros, los revolucionarios, estábamos en nuestro propio desierto, en absoluta minoría, resistiendo cada uno a su manera, haciendo trabajo político en difíciles condiciones, desarticulados, sin dirección, sin plan.

Los sucesos del 27 de febrero del 89 en Caracas y la violenta respuesta de la burguesía, masacrando al pueblo en los trágicos eventos del “Caracazo¨ con sus miles de muertos, fue la confirmación de que algo muy grave estaba ocurriendo en nuestro país, que lo que nosotros predicábamos en las calles de manera aislada y sin conexión orgánica con el mismo, lo sentía y sufría el pueblo en su vida cotidiana y se expresó en un rechazo, una explosión violenta que tomó por sorpresa a todo el estamento político del país, incluyendo a la izquierda.

A pesar de la supremacía del control político del que se jactaban los partidos AD y Copei, de la manera abusiva y desproporcionada con la que se ejercía el poder en todas las instituciones del Estado, a pesar de la impunidad con la que actuaban las élites con su grosera y extendida corrupción y destrucción del país, a pesar de que ya habían entregado PDVSA y el petróleo durante la apertura a las transnacionales, a pesar de que se sentían seguros y confiados de su invencibilidad, se les estaba derrumbando el país en sus propias narices. No se percataron, en su prepotencia, que el movimiento Bolivariano crecía y se fortalecía en el seno de nuestras Fuerzas Armadas, en su ejército, liderados por el Comandante Hugo Chávez.

Es una máxima a la que se debe prestar atención: en política lo más peligroso es lo que no se ve a simple vista.

Por eso la rebelión del 4 de febrero, el ¨por ahora” del Comandante Chávez y la arrolladora campaña que lo llevó a la presidencia, nos convocó a todos, a todo el pueblo, al más pobre, y a la mayoría de los militantes de izquierda. El Comandante congregó a lo mejor del país, a todas las fuerzas progresistas.

En mi caso, me sumé al proceso junto al resto de los compañeros que quedaban del PRV para apoyar al Comandante, como creo que hicimos todos. Era difícil, había mucho control del miquilenismo, se trataba de imponer un cerco. Mi padre fue el primer Comisario del Ministerio de Energía y Minas en PDVSA, en tiempos de revolución con nuestro querido amigo de la familia, Alí Rodríguez quien era el ministro. Los “Informes del Comisario” fueron la primera prueba fehaciente del desastre de la vieja PDVSA.

En septiembre de 2000, fui nombrado Presidente fundador del Ente Nacional del Gas, organismo regulador del sector. Redefinimos la estrategia de la apertura para preservar bajo control del Estado Venezolano, nuestros inmensos recursos gasíferos. Inició así, la confrontación de visiones y políticas con la vieja PDVSA, eran tiempos de Guaicaipuro Lameda, ya estaba en marcha la conspiración contra el Comandante Chávez. Alí Rodríguez salió a Viena a la Secretaria General de la OPEP, lo cual indicaba que se imponía el peso de la vieja PDVSA.

Fui incluido por el Comandante Chávez en la Junta Directiva de PDVSA liderada por el Dr. Gastón Parra. El Comandante ya me conocía por mi desempeño en el sector gasífero y por intermedio de mi respetado amigo Adán Chávez, a quien conozco desde nuestros años de militancia política en la Universidad de los Andes.

El golpe de Estado nos encontró a nosotros desde La Campiña defendiendo nuestra posición, como había sido la instrucción recibida, ya que el golpe del 11 de abril vino antecedido por una tremenda movilización de la llamada ¨meritocracia¨ petrolera que había entrado en desacato a las decisiones del Comandante Chávez, en cuanto al nombramiento de la Junta Directiva de PDVSA.

El 17 de julio de 2002, el Comandante me llama como Ministro de Energía y Minas, posición en la que permanecí a su lado hasta su partida. A partir de 2004, también me designó al frente de la Presidencia de PDVSA. Es curioso que el Comandante tomara esta decisión a pesar de los celos que él sabía generaba en algunos compañeros. Nunca le pedí al Comandante ninguna posición, ni cargo político. Nunca he tenido ni plan propio ni grupos, mi plan era y es junto a Chávez.

Fue siempre su decisión y tengo ese inmenso honor en mi vida, ser depositario de la confianza y el afecto del Comandante Chávez, no es poca cosa, yo no sé cómo eso puede molestar a nadie del campo Bolivariano. Para mí, ha sido y será un gran honor que siempre he sabido llevar con humildad, que jamás he utilizado para un propósito distinto que no sea el de profundizar en el trabajo y en nuestra revolución y que defenderé hasta mi muerte.

El Comandante, en los momentos más difíciles, donde el enemigo arreciaba con sus ataques despiadados contra mi gestión, mi nombre y mi honor, siempre salió en mi defensa, incluso durante la última campaña de 2012 me ratificó en público, en dos oportunidades. Esta confianza lo que hacía era multiplicar mi compromiso y reforzar mi lealtad infinita hacía él y lo que él representa para nuestro pueblo.

Desde las altas responsabilidades que me confiara el Jefe de Estado, el Jefe de nuestra Revolución, me desplegué en lo que consideré mi deber ineludible y mi contribución más importante a la consolidación y profundización de nuestra revolución, además de lo que considero la única manera de que nuestro país tuviese la posibilidad de dejar de ser un satélite dependiente y atrasado y alcanzar su pleno desarrollo e independencia: tomar el control sobre el manejo soberano de nuestro petróleo.

Lo primero, participar activamente en la derrota del Sabotaje Petrolero. Ya yo era el Ministro y Alí el Presidente de la empresa, ambos trabajamos estrechamente como miembros del Grupo Colina. Recayó sobre nosotros y nuestro grupo el restablecimiento de las operaciones y funcionamiento de nuestra empresa, en la batalla, que liderada por el Comandante Chávez, no sólo permitió derrotar el intento criminal de la ¨meritocracia¨ petrolera, de la ¨Gente del Petróleo¨ y las transnacionales involucradas en el segundo intento de derrocar al Gobierno Bolivariano, sino que nos permitió refundar nuestra empresa nacional, capturada por el interés transnacional y crear la Nueva PDVSA.

A partir del rescate de la industria petrolera y la creación de la Nueva PDVSA, el Comandante Chávez encontró el más fuerte aliado para pasar a la contraofensiva popular, luego de la desestabilización política-económica intentada por la derecha luego del golpe de Estado de Abril: Sabotaje Petrolero y Plaza Altamira.

Inmediatamente se fueron creando y activando las Misiones sociales: Misión Barrio Adentro, Misión Robinson, Misión Ribas (que me correspondió coordinar), Misión Sucre, Misión Alimentación, solo para mencionar las iniciales. Luego vendría la Gran Misión Vivienda Venezuela, los recursos para el desarrollo de nuevas Universidades, infraestructura de salud, trenes, puertos, las grandes obras. Fue la primera vez que utilizamos la renta petrolera para ponerla al servicio del Pueblo, de manera directa, a su favor. Saldar la deuda social acumulada por décadas era la prioridad de la revolución, lo hicimos.

A la vez, iniciamos la ofensiva para desmontar la nefasta Apertura Petrolera. Comenzamos el proceso de migración de los ilegales Convenios Operativos a la figura de Empresas Mixtas contempladas en la Ley Orgánica de Hidrocarburos, restablecimos el Control de PDVSA sobre 500 mil barriles días de producción que habían sido entregados a los privados. Ajustamos el pago de regalías del 1% al 33,33 % establecido en nuestra Ley, igual hicimos con el pago de impuestos petroleros, de la tasa de 14% al 50% de la Ley.

El primero de mayo de 2007 tomamos el control de la Faja Petrolífera del Orinoco, tras el decreto de nacionalización del Comandante Chávez. Allí estuvo el Comandante con miles de trabajadores petroleros, el alto mando, el gobierno bolivariano y el pueblo en el más extraordinario acto de reafirmación de nuestra soberanía patria. A partir de allí, logramos certificar las reservas de la Faja Petrolífera, convirtiéndonos en el país con mayores reservas de petróleo del planeta, acabando con la estafa del bitumen que convertía nuestra riqueza petrolera en una montaña de carbón.

Luego, vino toda la ofensiva política internacional: Petrocaribe, Cuba, Brasil, Argentina, Uruguay, Nicaragua, Paraguay, Bolivia, Ecuador, una presencia y frenética actividad política-petrolera en nuestra región. Luego vendría China, la Federación Rusa, Vietnam e India. Diversificación de nuestros mercados, alianzas estratégicas, apoyos financieros y políticos y cooperación tecnológica, en la defensa nacional.

La empresa la restablecimos en todas sus capacidades operativas, recuperando todas las capacidades que habían sido privatizadas y que mermaban nuestra integridad operacional y vulneraban nuestra seguridad, como se demostró en el sabotaje petrolero: Nuestro servicio informático, el cerebro de PDVSA, nuestra información geológica, nuestros propios buques de transporte, las operaciones en el lago de Maracaibo, las operaciones de procesamiento de gas, taladros, equipamientos y servicios propios, fabricación de tuberías, válvulas, reducción del uso de divisas, diversificación tecnológica, creación de empresas de servicios, nacionales.

PDVSA logró, como brazo ejecutor del Ministerio de Petróleo, completamente renovado y en pleno ejercicio como formulador y asiento de la política petrolera en el país, captar más de 480 mil millones de dólares de la renta petrolera. Con un precio estable, atendiendo y coordinando permanentemente con nuestros hermanos de la OPEP, fiscalizando, recuperando el ingreso fiscal petrolero, manteniendo nuestra producción en los niveles establecidos de 3 millones de barriles día.

Probablemente lo más importante fue la participación activa de los miles de trabajadores de la Nueva PDVSA en el proceso político-revolucionario y el trabajo al lado del pueblo y sus problemas y necesidades sociales. Era una fuerza de Chávez, de la Revolución, del Pueblo. Insisto, hay que protegerla y defenderla, vaya mi saludo a todos los trabajadores y trabajadoras de PDVSA. Saldremos adelante de los complejos problemas que confrontamos.

Me he visto obligado a renunciar a mis responsabilidades representando a nuestro país ante las Naciones Unidas, para mí no resulta fácil, más aún cuando la solicitud del Presidente de entregar el cargo está directamente vinculado a las opiniones políticas y advertencias económicas que he hecho por esta vía. Sigo convencido de que es mi responsabilidad y mi lealtad a Chávez alertar de los peligros que confronta nuestra revolución. Después de tanta lucha en áreas tan estratégicas para el Estado Venezolano, resultaría un error pretender apartarme o neutralizar mis opiniones. Perdemos todos, gana la derecha.

Lo asumo como una etapa de nuestro proceso que tenemos que superar. Debe imponerse una profunda reflexión y discusión en el seno de la Revolución para sobreponernos a cualquier interés grupal o mezquino, el enemigo está a las puertas y podríamos perder todo lo que hemos logrado con el comandante Chávez. Sería un retroceso brutal, la burguesía no puede volver a gobernar nuestro país.

Hice mi renuncia pública porque quiero que el pueblo todo se entere de mis razones, que son todas legítimas. El enemigo actúa tratando de azuzar el odio, una defección o claudicación a mis principios, no me conocen. Siempre actuaré apegado a mis ideales revolucionarios, necesitan mucho más que una etiqueta infame como la que posicionaron los nuevos campeones de la política: los robots de los tuiters y los palangristas de siempre. Que no se imponga la descalificación y la miseria humana, ya pasamos por eso en la Cuarta.

No, acá se impone la seriedad y el respeto. Yo reitero mi respeto por el Presidente de la República y por todos mis compañeros de tantas luchas y tanto tiempo al lado del Comandante pero también exijo respeto a mis posiciones y que las mismas sean asumidas como la voz de un revolucionario que tiene muchas cosas que decir y que jamás levantará la mano, ni su palabra contra Chávez, ni la revolución Bolivariana. Venceremos!


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Rafael Ramírez Carreño

Ingeniero y político venezolano. Ex-embajador de la República Bolivariana de Venezuela ante la ONU. Ex-ministro de Energía y Minas y expresidente de empresa pública Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) hasta el año 2014. Militante Revolucionario, Chavista y Bolivariano.

 @RRamirezVE

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