La idea de mercado es el cúmulo de muchos e importantes oferentes que dispersos y con independencia los unos del resto de los productores determinan constantemente los precios de cada mercancía, a manera de precios medios para cada mercancía en particular. Máximamente, suelen operar con diferentes composiciones orgánicas de capital, razón lo cual unos obtiene más plusvalía que otros.
Esos precios de mercado son la brújula que les permite a los fabricantes y oferentes saber cómo están sus costes particulares de producción en relación a esos valores medios.
Los costes de producción, contablemente, son sólo medidores del movimiento patrimonial del inversionista, pero no hay ligazón vinculante entre costos y precios del mercado; de esto se encarga el mercado.
Mientras esto no se tenga claro, y terminamos creyendo que los fabricantes e intermediarios podrían perfectamente ajustarse a determinados precios derivados de los costes de producción, por ejemplo, los precios sugeridos por el gobierno de turno; nada más falso. Es el mercado la brújula que le permite a cada productor saber cuánto ganaría o perdería a ese precio y actuar en consecuencia.
Así, si el precio del maíz que ofrece el mercado es X, los demás cotejarán ese precio con sus costes y ajustarán sus personales costos a esos valores medios del mercado.
Cuando X supera el precio estimado por un fabricante entonces este venderá a ese precio de mercado y maximiza sus ganancias; si X resulta inferior, ya sabe que deberá ajustar hacia abajo sus estimados de precios, pero eso no significa que los costes de producción determinen los precios; esa es una confusión muy propia de la Economía Vulgar o burguesa.
Y eso no es todo. Es que existen dos tipos de precios, los precios de mercado y los llamados precios de producción; léase bien: precios de producción, no costes de producción.
Resultaría muy expedito para un fabricante, calcular sus costes con todas las economías del caso y desde allí ofrecer su mercancía, pero no es así como funciona la Economía Política Capitalista, ya que la estabilidad del mercado depende de la igualdad de la tasa de ganancia o ganancia media que deja satisfecho a todos los inversionistas.
Si los fabricantes vendieran al valor, según sus costes, obtendrían tasas de ganancia diferentes, y eso desestabiliza el sistema. Surgirían migraciones de capital hacia la fabricación de aquellas mercancías que garanticen tasas mejores o iguales. Los sectores donde aumenta la producción y la oferta bajan de precio, y en aquellos que merman por las migraciones, sus precios aumentan.
"Toda la dificultad proviene del hecho de que las mercancías no se intercambian como tales por su valor real, sino como producto de capitales que pretenden participar en la masa total de la plusvalía en proporción a su magnitud-la de cada del capital-, y que a igual magnitud reclaman igual participación".[1]
Ahora bien, en la actualidad venezolana, el mercado ha desparecido por completo: sólo existe bodegas y fábricas con diferente capital y cada una de ellas impone sus precios y termina obteniendo tasas de ganancia desiguales ya que por ejemplo, los capitalistas menores suelen operar con costes altos sin tener esas economías de las que tanto disfruta el gran capitalista, pero cada bodega asume los costes de producción como referencia para la fijación de sus precios, en remplazo del precio de mercado que por ahora desapareció, de tal manera que ahora reinan diferentes tasas de ganancia. Es la ley del valor hecha trizas.
[1] Carlos Marx, El Capital Libro Tercero.