Cuando uno promete actuar como socialista lo primero que intenta es ser justo, en medio de una sociedad egoísta, mezquina, quejosa bastante difusa; así entendíamos el socialismo cuando todavía no sabíamos nada de su historia, de sus luchas y de su teoría: ser justos y repartir justicia, sin muchas contemplaciones. Podríamos decir que andábamos camino hacia el socialismo de manera práctica. Y veíamos la sociedad burguesa sin mucha malicia, a la gente y a nosotros mismos, todavía confundiendo las cosas, la sociedad capitalista estaba fuera de nosotros en virtud de nuestra actitud romántica y medio dandi; conjurábamos al capitalismo (así lo creímos) con nuestra justiciera candidez.
Más adelante, ya de adultos, se nos atraviesa Marx y la crítica al capitalismo, las contradicciones, nos cae encima el peso de la vida peleando con ellas, y terminamos desengañados de casi todo lo que fuimos de adolescentes. Ese socialismo que de jóvenes nos hizo buenas personas, justos y solidarios, ahora mejor pensado y sentido nos desengaña de nuestra exagerada candidez, al creer que por ser socialistas "de vocación" eso nos colocaba por encima de las demás personas: ¡leo el Manifiesto Comunista y ya ironizo de la ignorancia del resto de los mortales!, eso fue ridículo pero no del todo inútil.
Pareciera que "nuestros socialistas" desde el gobierno, en su mayoría se quedaron en esta etapa pre adulta, suspendidos por encima de los demás seres, mirando con desprecio la "ignorancia" y la pobreza de los que no ambicionan sin moral, o que no hacen alarde de ser socialistas, de nosotros los eternos pendejos de siempre que no vivimos en la Florida.
Sin embargo, como no se han sorprendido todavía de su atraso ideológico, usan su original forma de entender la "justicia socialista" aplicando el método de: "lo que es bueno para mí debe ser bueno para todo el mundo". No llegaron a entender a Marx, o, digamos, la dimensión de los problemas, no han sido consecuentes como militantes, no estudian ni estudiaron, no se preocuparon en tratar de entender las contradicciones que nos agobian a diario, ahora viven dulcemente mejor, "pero, si esto es bueno para mí debe serlo para los demás…, porque yo soy la medida de todas las cosas". Nada nueva esta fórmula para apreciar la vida; por supuesto, casi todos los seres humanos tendemos a hacer lo mismo, o, funcionamos de la misma manera, pero estos "socialistas" proclamados "socialistas", se llaman "socialistas", "rezan el socialismo" que se saben… y tienen poder, ¡Ahí está el detalle!, el poder, breve y pantanoso, pero poder al fin.
En este caso, el poder es "poder hacer", poder de "cagarse" en medio de una sala ajena, poder desenvolverse sin miramientos con todos los prejuicios y mañas; complejos y resentimientos guardados en el escaparate de las insatisfacciones… de inclinaciones pequeñoburguesas, siempre "con la mirada hacia lo alto". El poder de ser un bicho disfrazado de socialista, protegido por el escudo del socialismo, de todo aquel que lo ataque, de sus enemigos, de los otros socialistas, verdaderos o falsos, pero sin ese poder "de un día". Esta peste que ataca a los socialistas pequeñoburgueses tiene enferma a la revolución agónica, y el único antídoto es desenmascararlos con la verdad, como un flix, una rociadita de verdad por donde quiera que pasen.
Sin menoscabo de su condición de seres humanos inteligentes (etc etc etc) aquí no cuentan aquellos que honradamente no creen en el socialismo y lo maldicen, por razones particulares que ahora no vienen al caso tratar (ignorancia, prejuicios atávicos, horror anticomunista). Más bien nos referimos a los que usaron a Chávez para mejorar sus viditas particulares, llevando consigo toda la carga de sus gustos pequeñoburguesas reprimidos; desde el vivaz líder de la juventud psuvista, pasando por aquel organizador de eventos y marchas, hasta el que aspira a "lo más alto", cada cual a su medida: uno, con un apartamento en Fuerte Tiuna reformado por dentro como si fuera una Tasca y con una Chery Tiggo nueva en el estacionamiento; el otro haciendo inversiones precavidas y comprando dólares para cuando caiga el gobierno; y el último anhelando ser embajador en la ONU o canciller, vivir de Nueva York, a París, de Florencia a Londres…, y todos compartiendo el sueño de vivir "la importancia", sin llegar a ser necesariamente importantes.
Esa inmadurez política es para las mayorías la "madurez" natural del hombre, por razón a los valores pequeñoburgueses del tener para llegar a ser, como decía Chávez, nosotros quedamos como los eternos románticos, inmaduros resentidos de los ricos. Para conservar la candidez y la vocación socialista hay que luchar en contra de esa "madurez" de la que siempre "sospechamos" sin saber por qué, pequeño burguesa ¡muy burguesa!, esa que cree que "si eres joven y no eres socialista, no tienes corazón, pero si cumples cuarenta y eres socialista no tienes cerebro". Algo así decía Churchill, y ¡Vaya cuantos socialistas lo admiran!, pero por esta sola ocurrencia, de un señor que a pesar de lo sabio siempre temió y abominó de Lenin y la revolución Rusa.
Los eternos jóvenes que somos, creyendo en el socialismo después de haber pasado los cuarenta, somos la salvación de esta sociedad enferma, ciega, incapaz de ver más allá del capitalismo a la hora de sustituir a los farsantes socialista pequeñoburgueses. Nuestra lucha se multiplica pero con gusto por todo lo que hemos aprendido en estos años. Ahora hay que sustituir al impostor, denunciarlo y convencer al resto de la población engañada de que el socialismo siempre será la salvación de la humanidad y de la sociedad enferma, relativamente cerca de su extinción. Pensemos en Chávez, en lo que fue, y leamos su último programa de gobierno (Plan de la Patria original): es sigue siendo nuestra esperanza. ¡Viva Chávez!