—Y, sin embargo, ¡cuántas veces no se dice uno a sí mismo: "no me creí capaz de tal cosa", o "no me reconozco", "soy otro"!
Al comprender el presente como un momento de la serie toda del pasado, se empieza a comprender lo vivo de la eterno, de que brota la serie toda, aun cuando queda otro paso más en esta comprensión, y es buscar la razón de ser del presente total intra-histórico; ver en las casusas de los hechos históricos vivos revelaciones de la sustancia de ellos, que es su causa eterna. Pero entre tanto no nos sea esto hacedero con "ciencia", será utilísima e imprescindible la labor de los desenterradores y ajustadores de sucesos históricos pasados, porque es labor de paleontología, luz para enlazar a nuestros ojos las especies vivas hoy y llegar a la continuidad zoológica. Por las causas se va a la sustancia, Sin el paleontológico hiparión no veríamos tal clara la comunidad de la pezuña del caballo y el ala del águila. Y así como la paleontología, capítulo de la historia natural, se subordina a la biología general, así la historia del pasado humano, capítulo de la del presente, se ha de subordinas a la ciencia de la sociedad, ciencia en embrión aún y parte también de la biología. Todo esto es hoy del dominio general, tan corriente que apenas se asienta, pero es, cómo veremos, letra muerta. Son cosas sabidas de sobra y… Dios te libre, de tener razón que te sobre; más te vale que te falte.
Todo el mundo sabe de sobra, con sobrada frecuencia, que un pueblo es el producto de una civilización, flor de un proceso histórico el sentimiento de patria, que se corrobora y vivifica a la par que el de cosmopolitismo. A esto último hemos del volver, que lo merece.
A partir de comunidad de intereses y de presión de mil agentes exteriores a ellas y que las unen, caminan las voluntades humanas, unidas en pueblo, al contrato social inmanente, pacto hondamente libre, esto es, aceptado con la verdadera libertad, la que nace de la compresión viva de lo necesario, con la libertad que da el hacer de las leyes de las cosas leyes de nuestra mente, con la que nos acerca a una como omnipotencia humana. Porque si en fuerza de compenetración con la realidad llegáramos a querer siempre lo que fuera, sería siempre lo que quisiéramos. He aquí la raíz de la resignación viva, no de la muerta, de la que llevas a la acción fecunda de trabajar en la adaptación mutua de nosotros y el mundo, a conocerlo para hacerlo nuestro haciéndonos suyo, a que podamos cuanto queramos cuando sólo podamos querer lo que podamos llevar a cabo.
Se podrá decir que hay verdadera patria venezolana cuando sea libertad en nosotros la necesidad de ser venezolanos, cuando todos lo seamos por querer serlo, queriéndolo porque lo seamos. Querer ser algo no es resignarse a serlo tan sólo.
Hasta llegar a este término de libertad, del que aún, no valen ilusiones, estamos lejos, la Historia va haciendo a los pueblos, la Historia, que es algo del hado. Les hace un ideal dominando diferencias, y ese ideal se refleja sobre todo en una lengua con la literatura que engendra.
La labor de venezolización de Venezuela no está concluida, ni mucho menos; ni concluirá, creemos, si no se acaba con casticismos engañosos, en la lengua y en el pensamiento que en ella se manifiesta, en la cultura misma.
¡La Lucha sigue!