En la literatura el héroe tiene un carácter ético, más que estético. Por qué, porque en él se resuelve un conflicto ético, después de cotejar las representaciones del bien y el mal, digamos, la envidia, la codicia, la venganza personal; la bondad, la piedad, la solidaridad humana, le toca decidir el camino que definirá su conducta moral para el resto de su vida. Confrontado su corazón y su inteligencia con sus pasiones resuelve el camino a seguir, toma una opción para su vida, o para el resto de su vida. El joven estudiante Raskolnikov, por ejemplo, en “Crimen y Castigo”. El héroe es una máquina destiladora de impurezas, por decirlo así, es Bolívar en su laberinto, el carácter que define al héroe aparece justo el momento antes de la resolución de ir a la acción, el héroe es clarividencia y acción, podríamos decir que es una epifanía seguida de una acción.
Gentes con esa disposición moral es lo que requerimos hoy día frente al dilema actual, que es una crisis fundamentalmente moral, donde se intercambian los valores a conveniencia en una falta de carácter, como en “cambalache”, el tango de Discépolo. Necesitamos personas que no reflexionen desde la codicia, la envidia o la venganza, sino que reflexionen sobre la codicia, la envidia y la venganza para optar sólidamente por todas las formas o del bien o del mal, de la solidaridad humana o lo contrario, como Milei, pero no por las dos, según convenga. Muchos saben acerca de los malos sentimientos y bajas pasiones pero pocos los reconocen y las reconocen como experiencias propias, es ahí, en ese pedacito de conciencia donde se decide la opción de vida que queremos llevar, en ese instante nacen los actos heroicos pero también los héroes, que servirán de “moldes para la fragua” de futuras generaciones (copiando la imagen de algunos ensayos biográficos), junto a sus actos, a sus obras.
En la vida funciona de manera análoga. Para el teniente coronel Hugo Chávez no fue fácil tomar la decisión de rebelarse en contra del sistema, conociéndose hoy que su rebelión fue producto de una decisión política personal y no un acto mercenario, el encargo pagado de algún grupo económico o del gobierno de Washington. Esos minutos previos a la acción militar son intensos porque se sabe que se va a trasgredir la ley de muchos, cruzando hacia un terreno desconocido, pero a la vez – y creo que es lo más importante – que se está contrayendo un compromiso definitivo con un proyecto de cambio de vida, una vida elegida, adoptada, no heredada del mismo sistema moralmente acomodaticio, no la vida fácil de un militar obediente y complaciente o de un burócrata obediente.
Cuando decidimos NO VOTAR estamos optando por rebelarnos al orden impuesto por el sistema, el sistema capitalista. Cuando votamos estamos reafirmando el sistema, en nuestro caso, una mezcla del “voluntarismo madurista” con “elecciones burguesas” tradicionales, donde siempre gana el capitalismo; viejo o nuevo, siempre será el vencedor. Cuando decidimos NO VOTAR estamos optando por cruzar la barrera de la “legalidad” madurista (¿?) y la legalidad burguesa, reinstalada por ellos mismos –luego de haber renunciado a la idea de establecer un “poder popular”, torcido su sentido, en su nombre, en un vulgar instrumento de control social y en una fábrica de burguesitos revolucionarios, de pequeños capitalistas que llaman amablemente “emprendedores” –.
No sabemos qué nos espera después de las elecciones. Como dicen algunos, “no votar es un salto al vacío”, y tienen razón, sin embargo la abstención electoral tiene más sentido político que votar por los opositores a maduro para no votar por maduro, porque NO VOTAR es el intento más pacífico de deslegitimar, inutilizar un sistema que ha sido el cimiento de la tiranía capitalista por años, el elegir dentro de una falsa democrática, del gatopardismo donde todo cambia para que no cambie nada. NO VOTAR es la asunción del compromiso con el proyecto socialista, tal y como lo hizo Chávez con su primitivo proyecto bolivariano (posteriormente socialista). Es decir, ¡basta de este circo!, ¡Volvamos a Chávez!, aprendamos algo del último de nuestros héroes y seamos valientes, como lo fue Chávez al rebelarse contra el gobierno adeco de CAP y el ilusorio juego democrático de la cuarta república.
Las condiciones son y no son las mismas del 4F de 1992. Ya Miquelena no está, o los “Miquelenas” están descubiertos, hasta JV Rangel murió junto a la “sindéresis” de los conciliadores. Pero contamos con la experiencia de conocer mejor la mecánica de la felonía, y desgraciadamente las condiciones materiales y espirituales, que ayer motivaron el golpe de Chávez, se parecen mucho a las de hoy. Si de algo ha servido la traición a Chávez y al socialismo (a los trabajadores y los parias del país) ha sido para no repetir los errores de percepción de la revolución: no podemos creer en discursos sino en los hechos (no escuchar promesas y adulaciones, sino exigir resultados); ahora sabemos la importancia de participar y protagonizar los cambios más que contemplarlos desde lejos, por televisión o por las redes sociales... NO VOTAR es gritar ¡BASTA!, …alguien debe estar pensando ahora en el rechazo, más allá de las manipulaciones de Maduro y el madurismo para que apoyemos su candidatura de verbena escolar, su monigote, su doble y el bullicio superficial de sus falsos logros, alguien debe estar despertando en el país, ojalá sean muchos.
La esperanza cobra un valor positivo cuando se fundamenta en la lucha, y no votar es una forma de lucha radical legítima. Pero la esperanza tiene un valor muy negativo, cuando se usa para detener la vida, la lucha, para empobrecer el presente, adormeciendo a las personas con promesas que nunca se cumplirán. La esperanza que ofrece maduro es como la esperanza cristiana del paraíso que nos hace sacrificar la vida presente, que es toda la vida. No existe ninguna diferencia entre la promesa de la “Venezuela potencia” madurista –o sea, hacer de Venezuela un remedo de la sociedad de consumo desarrollada– con la promesa de la “mano invisible del mercado” de los liberales capitalistas. La implantación de esta esperanza negativa en los más pobres y su efecto narcotizante –en el espíritu de la población boba que va a salir a votar – es igual de quimérica que la “justicia social” capitalista, no hay diferencias entre las mentiras de maduro y las mentiras de los que se le oponen (en estas “elecciones madurocapitalistas”, sin opciones ideológicas). NO VOTAR es un acto heroico, en medio de un ambiente electoral, del "fentanilo electoral" que tiene al país embobado, mientras los candidatos lo preparan para asaltarlo, para venderlo a pedazos y acabar definitivamente con la base material de nuestra sociedad. Lo importante es seguir la ruta hacia el socialismo luchando, volver a Chávez y al Plan de la Patria, la constancia, honrar a nuestros héroes.