Cuando la política desaparece, es porque se degradó en los intereses del capital, luego brota con naturalidad el fanatismo, “la vinotinto”, un fascismo incipiente con aires de inocencia que fácilmente puede crecer y degenerar en la mayor manipulación del odio que se conoce, que es el Estado fascista, condición factible y necesaria para el próximo gobierno, gane quien gane estas elecciones. Se trata de un fenómeno propio del capitalismo y de su permanencia en el tiempo en momentos de crisis, de inestabilidad política y social, como hoy.
Mefistófeles y el doctor Fausto
La “vinotinto” es una forma incipiente de fascismo, estimulado por el mercado oscuro del fanatismo. Detrás de la práctica deportiva y el desarrollo honesto de un equipo de fútbol está Lorenzo Mendoza y la familia Cisneros, uno vendiendo harina precocida y cerveza y el otro vendiendo lo suyo como propietario de equipos de beisbol. El capitalismo se alimenta del fanatismo aparentemente de forma inocente, pero hay que ver cómo se tuerce la mente del fanático en su comportamiento grupal, pasando al campo cognoscitivo de la psicología de las masas.
A través de mensajes como “hermano, tengo fe” se puede vender cualquier cosa. En principio, se vende la fe en la victoria definitiva de un equipo de fútbol acostumbrado a perder, pero de forma subliminal, una victoria política, lo que supone la derrota política de un contrario. Se exacerban los odios; es mentira que se una al país con el fenómeno de “la vinotinto”. Cada bando electoral, por ejemplo, lo usa a su manera y conveniencia. Pero detrás está Mefistófeles, azuzando al fanático, haciendo sombreritos con arepas, imponiendo slogans como “arepa power” o un himno ridículo, necedades como esas, para el consumo de niños, adolescentes y adultos atontados. Igual, detrás del “fanático del beisbol” está un gran mercado que va más allá de la venta de franelas y gorras, el mercado del deporte profesional, que alcanza el destino de nuestros niños y adolescentes, en muchos casos incitados u obligados por sus familias a las escuelas de beisbol como una forma de ascenso social rápida y relativamente segura, en detrimento de su educación integral.
Hay un diablo detrás de los hooligans ingleses en Europa, los cuales han degenerado en organizaciones neofascistas, y “nuestra vinotinto”, dicho solo por cortesía, no se queda atrás, aspira a formar hooligans nacionales, como en Argentina o quizás Brasil. Una forma de jugar sin lucha, solo odiando, una forma de ser nacionalista sin nación, patriota sin patria, eso enseña el fanatismo, a que seamos mansos ante el mensaje imperativo, emotivo, insulso y huero del slogan.
A despecho de muchos, es el caso de la democracia burguesa. El mensaje insulso e hipócrita de Maduro remachando cuánto ama a Venezuela, promoviendo las moto piruetas, declarándose evangélico, y prometiendo lo que no va a cumplir, IMPOSIBILITADO A DEBATIR O HABLAR DE POLÍTICA A CAUSA DE SUS CONTRADICCIONES ABISMALES justo en el campo que lo define, propio de suyo: la política. O el otro señor que se viste de vinotinto junto a su titiritera, PARA SOPORTAR UN DISCURSO HIPÓCRITA SOBRE LA INCLUSIÓN, LA UNIDAD NACIONAL Y LA LIBERTAD, cualidades negadas en fanfarrones que trabajan para el capital y para una sociedad de privilegios y gente selecta. El mensaje que incita al fanático es de la misma naturaleza de la manipulación política, frases hueras, emotivas, insulsas; son los gritos de un idiota, que de cara a la realidad nada significan.
Los “faustos”, las federaciones deportivas, el Estado, los políticos, les venden su alma al diablo, cuando se visten de “vinotinto” alentando el fanatismo, apoyando el mercado, el negocio del deporte profesional, el juego de azar, sin alentar las prácticas de deportes de forma racional, en beneficio de la salud física y mental. Por eso digo, Sant Roz tiene razón,… ¡así será de evidente esa aterradora manipulación de “la vinotinto”!
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