La política de Maduro, a nivel de Lele Pons

Cuando pierdes la base ideológica de la lucha, cuando peleas solo tener ventajas personales sin ambiciones políticas reales de mejorar la sociedad o de cambiar la sociedad, cualquiera que haga lo mismo, en el terreno que sea, será tu igual. Maduro no antagoniza con el capitalismo, antagoniza con Lele Pons, una influencers que no lo  quiere, y con Elon Musk, que lo llama dictador, y el presidente termina comportándose como un dictador,  con ladridos y machetazos, y sin ideas, sin mostrar decoro, siempre solapado sin mirar a los ojos. Así suene cómico decirlo, maduro necesita crecer, “madurar” como político; en él, su mismo apellido resulta una fatalidad.

Maduro: «A los influencers los tienen controlados los dueños de las redes sociales» Yo: a los influencers los tienen controlados lo mismo que controla a los dueños de las redes sociales: el lucro. Pero alguien como él,  que promete con el capitalismo la solución para los problemas sociales (como  el resto del mundo capitalista), no cuenta con ideas políticas avanzadas con las cuales desafiar el juicio de sus enemigos, que lo llaman simplemente dictador. Maduro, mientras más  intenta ser claro, oscurece.

Qué manía en no querer hablar con la verdad, qué manía de justificarse sin asumir jamás la responsabilidad de sus fracasos. ¡A mí me dicen dictador, como mínimo, me miro en el espejo, a ver qué veo! Pero él parece que no se mira en el espejo, ¡no se sostiene  la mirada!, se queda con la primera impresión y  sale a la calle – o a donde sea que salga un presidente abatido como él después del asearse – apurado, sin pensar mucho en el asunto. En una crisis como la que vive maduro y sus fieles más cercanos, hablar con la verdad les aliviaría la carga, la presión, y tendrían espacio para actuar. Pero, como la tragedia del rey Claudio, maduro se empeña en llegar hasta el final, y sin arrepentirse debe sostener – ya que no puede con el reflejo de su propio rostro –  la mentira.

La verdad es que Maduro perdió las elecciones, así haya ganado. Y debe admitir el fracaso  de sus políticas ambiguas, más reaccionarias que revolucionarias, más capitalistas que  obreristas, donde el discurso va en una dirección y las acciones en otra, donde a veces, en una misma alocución ofrece ventajas y estímulos a los empresarios, “pacificar el país” (y lo cumple) y promesas de justicia social y mejoras salariales a los trabajadores, pero no cumple, ¡así de fácil!, sin escucharse a sí mismo (sin mirarse en el espejo). Maduro fracasó y la gente votó en rechazo a su gobierno anárquico, sin carácter, dócil ante el capital, un gobierno que gradualmente ha ido borrando la memoria de Chávez luego de que traicionara su legado. Maduro perdió porque no tuvo la decencia de competir con una opción socialista verdadera, alternativa al capitalismo majunche de su gestión y al otro capitalismo, el cual promete ser igual de salvaje; perdió por tramposo y astuto.

Maduro perdió por subestimar la capacidad de la masa de percibir el engaño;  así esa masa votó por el opositor con más posibilidades de triunfo, solo para sacar a maduro del gobierno, por incapaz de confesarse capitalista, por inepto, desatento y manipulador.

La herencia de maduro ha sido la desilusión de la masa por el socialismo, acabar con el chavismo,  y un gobierno –como dice Valderrama – que “le cayó del cielo”, desperdiciado en un proyecto capitalista fracasado, que nos ha retrotraído al pasado colonial de los años de Juan Vicente Gómez.

Desde la muerte de Chávez no ha habido un debate político de altura por parte de maduro y el madurismo, el único tema de las alocuciones presidenciales y que trata Diosdado Cabello en su programa es la conspiración imperial, y, ahora, el chisme de farándula. El socialismo dejó de ser un ensayo verdadero, la idea rectora de la política día a día. Todos en la pirámide burocrática y dentro del PSUV se conducen como “aprendidos”, “infiltrados de socialismo”, pero obedeciendo cualquier disparate que sale de Miraflores, o haciendo lo que le venga en ganas, en sus “prácticas” el único incentivo es la ganancia fácil; para ellos pensar o hablar de socialismo es innecesario, latoso,  vergonzoso.

¿Quién recuerda haber escuchado a Diosdado Cabello o a los Rodríguez reflexionar sobre el “ensayo socialista”, sobre propiedad social, conciencia del deber social, trabajo voluntario, cooperación, solidaridad, respeto por el conocimiento, la diferencia entre el ser y el tener… ? (Yo nunca). Sus discursos son la exposición de conceptos aprendidos que se vomitan como maldiciones, enteros, sin digerir: te muestran el socialismo como si ellos mismo fueran el mismísimo socialismo, justicia como si ellos fueran la encarnación de Dike, con la túnica, lo ojos vendados y la balanza, juzgan y condenan como el  mismo Dios de los hebreos… Pero debatir política frente a la ideología que sostiene al capitalismo, cuestionar sus métodos y su lógica (como sí lo hizo siempre Chávez), nunca. Ellos son petulantes y se sienten “aprendidos y hechos”; dentro de la lógica de su locura todo lo demás es error y maldad: de esa falta de humildad proviene el tono ridículo del fracaso madurista. Ahora les toca pelear con Lele Pons y Elon Musk, “cazar moscas”. …¡QUÉ FALTA HACE CHÁVEZ!



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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