No había escuchado una explicación tan resumida y tan cínicamente sincera de la razón por la cual el madurismo deja pasar tantas contradicciones, le resbalan tantos disparates, la razón de su colosal oportunismo –o “pragmatismo” – para sostenerse en el poder, al precio que sea. Esa razón es, que “ahora nos toca a nosotros” (o sea, “a ellos”) aprovechar el poder (y del poder). Un madurista desesperado, atrapado por la realidad, al ver que se le agotaban los argumentos en favor de este desgobierno, terminó confesando, “ahora nos toca a nosotros”, y a la vez con esa salida admitir la mezquindad que contenía, tan “honesta”. Es el dilema moral de algunos de mis viejos amigos, que queriendo ser honestos la cagan siendo cínicos.
Ahora nos toca a nosotros.
Ahora les toca a ellos tener altos cargos, varios sueldos, cobrar en dólares, recibir contratos, créditos, invitaciones, tener jubilaciones adelantadas y sustanciosas, no hacer colas, sacar el pasaporte a distancia, viajar a Nueva York con dinero ajeno, privatizar una calle ciega, poner los vehículos oficiales a su nombre, aprovechar las influencias de los amigos en el gobierno y cobrar los favores a los amigos empresarios; empezar a olvidarse de los demás y pensar y ocuparse del bienestar de ellos mismos: ¡al carajo la solidaridad voluntaria!, ¡la cooperación gratuita!, ¡bien lejos con los pobres y la gente que huele a pobre!
Lo anterior suele pasar en una revolución traicionada, que solo sirvió de punto de partida para que sus herederos ascendieran en una sociedad ¡capitalista! para varias generaciones de aspirantes. Esta respuesta es la de una revolución que se quedó sin modelos morales, sin vanguardia y sin líder, la revancha de la envidia lumpen marginal. La muerte de Chávez sorprendió a muchos, pero sobre todo, a los que creímos que pudo haber una continuidad en el nuevo gobierno, luego del asesinato de Chávez. No obstante, no tardaron los favorecidos por su muerte en mostrar su talante marginal, de acomplejados arribistas; egoístas, sin nada noble o bueno que enseñar; mezquinos, sin permitir que otros hicieran bien lo que ellos hacían mal o fueron incapaces de hacer.
¡Claro que una revolución necesita de una vanguardia política, pero sobre todo moral!, que sea capaz de todo lo bueno, de indignarse ante la injusticia, y no negociar con ella, como ahora se hace con los presos y con la libertad, con la comida, con las viviendas, con la salud, con el trabajo, ¡con todo!, movidos por mezquindad y muchas veces arrastrando odios. La revolución tiene que ser socialista desde los huesos y valiente, sus principios no son negociables.
Ese “ahora nos toca a nosotros” no es un argumento, expresa en voz alta un resentimiento social marginal. Verdaderamente, ante esta respuesta a nuestras críticas uno queda desarmado, no reconocemos a la persona con quién hemos estado hablando. Ya no se trata de un cándido crédulo, o de un disociado, se trata de un pícaro escondido que hace como si no se enterara de nada, hasta que, al sentirse ofendido, se confiesa. Es una revancha que se distribuye desde el nivel “Maduro- El Aissami”, pasando por un pequeño ejército de “colocados”, hasta el de un humilde jefe de calle.
Ahora más que nunca debemos volver y rescatar a Chávez, prepararnos políticamente, ideológicamente, forjar nuevos cuadros en una lucha espiritual, de cara a la demagogia capitalista del éxito individual, de la superchería evangélica y la salvación egoísta donde cada quién pretende ser protegido por su “diosito” personal. Es mucha la basura que hay que recoger, la mierda que hay que limpiar, que este gobierno ha distribuido a través de sus mensajes y discursos, pero sobre todo con sus malos ejemplos personales.
¡CÓMO NECESITAMOS A CHÁVEZ!, ¡EL OBJETIVO ES VOLVER A CHÁVEZ!