El liberalismo es la geocultura del capitalismo e ideología de todos sus actores políticos
A Jorge Elías Hurtado Pérez (Rector de la Universidad del Partido Comunista de Cuba) y Ernesto Teuma (Redactor del sitio web La Tizza Cuba)
"La democracia es la demanda por igual voz en el proceso político en todos los niveles e igual participación en el sistema socioeconómico de recompensas"*
Immanuel Wallerstein
"es preciso recordar que la democracia y el liberalismo no son gemelos, sino en su mayor parte opuestos. El liberalismo se inventó pata oponerse a la democracia"**
Immanuel Wallerstein
"el lema clásico de la Revolución francesa: ‘libertad, igualdad, fraternidad’. Si se hubiera respondido a esas demandas ya no habría habido economía-mundo capitalista, puesto que habría sido imposible asegurar la acumulación incesante de capital"***
Immanuel Wallerstein
"El sistema mundial moderno —la economía-mundo capitalista— existe desde el siglo XVI. Sin embargo funcionó durante tres siglos sin ninguna geocultura firmemente instaurada. Es decir que entre el siglo XVI y el XVIII no hubo en la economía-mundo capitalista ningún conjunto de valores y reglas básicas que pudiera decirse aceptado activamente por la mayoría de los cuadros y al menos pasivamente por la mayoría de las personas"1, un "conjunto de reglas y valores básicos que consciente y subconscientemente gobiernan las recompensas dentro del sistema y crean un conjunto de ilusiones tendientes a persuadir a los miembros de que acepten la legitimidad del sistema"2, que es en lo que consiste, precisamente, lo que se conoce y ha dado en llamar geocultura, algo necesario para el correcto funcionamiento de los sistemas sociales, ya que sus miembros al consentir las normas y reglas de funcionamiento del mismo lo avalan y convalidan, dado que "un sistema que no tiene legitimación no sobrevive"3
"Dentro de cualquier sistema mundial siempre hay personas y grupos que rechazan en todo o en parte los valores de la geocultura e incluso que los combaten. Pero mientras la mayoría de los cuadros del sistema acepten activamente esos valores, y la mayoría de las personas corrientes no llegue al escepticismo activo, podemos decir que la geocultura existe y que sus valores predominan".
"Además es importante distinguir entre valores fundamentales, cosmología y teleología por un lado, y por el otro la política de su aplicación. El hecho de que algunos grupos estén en rebelión política activa no significa necesariamente que no suscriban, quizá inconscientemente, los valores fundamentales, la cosmología y la teleología del sistema. Puede significar simplemente que creen que esos valores no se están aplicando correctamente"4.
Resumiendo: la geocultura o, lo que es lo mismo, los valores básicos del sistema tienen que ser asumidos activamente por los cuadros y en consecuencia defendidos vehementes por éstos, mientras en las "personas de a pie" no se precisa en ellas la existencia de una desmesurada radicalidad ideológica, basta con que lo hagan pasivamente o que al menos no lleguen a un escepticismo activo.
En el caso del capitalismo la revalidación de sus preceptos, normas y reglas por parte de los sujetos resulta imperiosa porque "si todos los seres humanos tienen los mismos derechos, y todos los pueblos tienen los mismos derechos, no podemos mantener el tipo de sistema desigualitario que la economía-mundo capitalista siempre ha sido y siempre será. Pero si se admite esto abiertamente la economía-mundo capitalista no tendrá legitimación a los ojos de las clases peligrosas (es decir, las clases desposeídas)"5.
Fue la Revolución francesa la que vino a llenar el vacío geocultural en el que se había movido hasta ese entonces el sistema-mundo capitalista, modificándolo todo, "al establecer dos principios nuevos: la normalidad del cambio político y la soberanía del pueblo. Esos principios arraigaron en la conciencia popular en forma tan rápida y tan profunda que ni el Thermidor ni Waterloo pudieron desplazarlos, con el resultado de que la llamada Restauración en Francia (y de hecho en todo el sistema mundial) no fue en ningún momento y en ningún sentido una verdadera restauración del Antiguo Régimen"6.
"Antes de la Revolución, la Weltanschauung dominante de la economía-mundo capitalista, como de otros sistemas históricos, era la normalidad de la estabilidad política. La soberanía residía en el gobernante, y el derecho a gobernar del gobernante derivaba de algún conjunto de reglas acerca de la adquisición del poder, generalmente por herencia. Desde luego los gobernantes eran frecuentemente desafiados e incluso derrocados, pero los gobernantes que los sustituían siempre proclamaban la misma creencia en la normalidad de la estabilidad. El cambio político era la excepción y debía justificarse en forma excepcional; cuando ocurría, no se pensaba que estableciera un precedente para ulteriores cambios.
El cataclismo desencadenado por la Revolución francesa —un cataclismo que se sintió en Europa entera y más allá— transformó esa mentalidad. El pueblo había pasado a ser el soberano. Todos los esfuerzos de los ‘reaccionarios’ desde 1815 hasta 1848 no hicieron mayor mella en las nuevas mentalidades. Después de 1848 nadie volvió siquiera a intentarlo seriamente, al menos hasta hoy. En realidad, el cambio —el cambio de todo tipo, incluyendo el cambio político— había pasado a ser ‘normal’"7.
Dicho de otra forma, las cosas no volvieron nunca a ser como antes, de ahí que Wallerstein la haya considerado por su gran significado "en el sentido en que anunciaba el futuro; [como] la primera de las revoluciones antisistema de la economía-mundo capitalista: en una pequeña proporción un éxito, en mayor medida un fracaso. Sin embargo, el ‘mito’ que representa no es un mito burgués, sino antiburgués"8.
¿Qué reto impusieron esos dos principios, instaurados por la Revolución francesa (la normalidad del cambio político y la soberanía del pueblo) a la economía-mundo capitalista?
Producto de los mismos "y con el objeto de contener esas ideas subsumiéndolas en un todo mayor, es por lo que los marcos del sistema mundial sintieron la necesidad urgente de elaborar e imponer una geocultura mayor"9.
"El punto clave que es preciso señalar acerca de estos dos principios es que, en sí y por sí, eran muy revolucionarios en sus implicaciones para el sistema mundial. Lejos de asegurar la legitimidad de la economía-mundo capitalista amenazaban con deslegitimarla a largo plazo"10.
"Una vez que la gente llegó al punto de pensar que el cambio político era normal y que en principio eran ellos el soberano (es decir el que decidía sobre el cambio político), todo era posible. Y ése era, desde luego, el problema que enfrentaban los que tenían el poder y los privilegios en el marco de la economía-mundo capitalista. En cierta medida el foco inmediato de sus temores era el pequeño pero creciente grupo de trabajadores industriales urbanos. Pero, como demostró ampliamente la Revolución francesa, los trabajadores rurales no industriales podían ser igualmente revoltosos y temibles desde el punto de vista de los poderosos y privilegiados. ¿Cómo impedir que esas ‘clases peligrosas’ se tomaran demasiado en serio esas normas y llegaran a interferir en el proceso de acumulación de capital, minando las estructuras básicas del sistema? Ése era el dilema político que se le planteó agudamente a las clases dominantes en la primera mitad del siglo XIX".
"Una respuesta obvia era la represión. Y se recurrió ampliamente a la represión. Pero la lección de la revolución de 1848 fue que la simple represión, por último, no era muy eficaz; provocaba a las clases peligrosas, irritando aún más los ánimos en lugar de apaciguarlos. Se llegó a comprender que la represión, para ser eficaz, tenía que combinarse con concesiones. Por otra parte, los aspirantes a revolucionarios de la primera mitad del siglo XIX también aprendieron una lección. Las insurrecciones espontáneas tampoco eran muy eficaces, porque sofocarlas era más o menos fácil. Si habían de acelerar el cambio significativo tendrían que combinar las amenazas de insurrección popular con la organización política consciente y a largo plazo"11.
"Decir que el pueblo es soberano no es decir nada preciso, puesto que todavía hay que decidir quién es el pueblo y por qué medios puede ejercer colectivamente esa autoridad. Sin embargo, simplemente sugerir que existe una entidad como ‘el pueblo’ y que es capaz de ejercer poder soberano tuvo implicaciones radicales para los que ejercían la autoridad de facto. El resultado ha sido la gran agitación político-cultural de los siglos XIX y XX en torno a la cuestión de cómo interpretar, y domar, el ejercicio de la soberanía por el pueblo"12.
"Si se considera que el cambio político es la norma y se reconoce ampliamente que la soberanía reside en el pueblo, la cuestión pasa a ser cómo montar al tigre o, para expresarlo en forma más académica, cómo manejar las presiones sociales a fin de minimizar los trastornos, las perturbaciones y de hecho el cambio mismo. Aquí es donde entran las ideologías. Las ideologías son programas políticos para manejar el cambio"13, y fue en esa tesitura que surgieron las ideologías "como formas de contención"14, para domesticar las aspiraciones, reclamaciones y exigencias de las "clases peligrosas" o el pueblo, como también se le llamaba, lo cual no significaba que se renunciaba a la represión por parte de los dueños del sistema, sino más bien que debía ser utilizada en última instancia y solo después de agotar cuanto artificio y ardides pudieran emplearse para, de la manera más hábil y mañosa, lograr que la continua e incesante acumulación de capital provocara la menor cantidad posible de protesta y descontento social que ésta suscita con su ininterrumpido accionar.
La Revolución francesa, con la instauración de los dos principios básicos ya mencionados, llegó en un momento inoportuno para el sistema capitalista, que crecía favorablemente e incorporaba nuevas regiones a su apetito expansivo, de ahí que los planificadores del sistema tuvieran que emplearse a fondo para encontrar la forma de contener las demandas de las clases populares y que la etapa de vigorosa prosperidad del sistema no se detuviera.
"El problema político planteado por las clases peligrosas no era, como sabemos, menor. En el mismo momento en que la economía-mundo capitalista estaba empezando a funcionar a toda máquina en términos de expansión de la productividad y mayores reducciones en los impedimentos planteados por el tiempo y el espacio a la acumulación rápida de capital (fenómeno que hemos denominado incorrectamente la ‘revolución’ industrial, como si apenas hubiera comenzado), y justamente cuando la economía-mundo capitalista se iba expandiendo para cubrir todo el globo (fenómeno que hemos denominado incorrectamente el comienzo del imperialismo, como si fuese exclusivo de esa época), precisamente en ese momento las clases peligrosas estaban empezando a representar una amenaza sumamente seria para la estabilidad política del sistema mundial (fenómeno que ya no nos gusta llamar lucha de clases, pero eso es lo que era). Podemos suponer que los estratos privilegiados son razonablemente inteligentes y están alerta en defensa de sus intereses y normalmente buscarán enfrentar los peligros apenas aparecen con los instrumentos más sofisticados"15, y así lo hicieron; las ideologías aunque no sólo ellas, formaron parte de esas herramientas, a las que habría que agregar las ciencias sociales y los movimientos sociales16.
En el caso de las ideologías Wallerstein entiende que constituyen "un plan de acción política amplio y a largo plazo que se propone movilizar a grandes cantidades de personas"17 algo que, como se ha dicho, no fue necesario antes de la Revolución francesa y su prolongación napoleónica. Las ideologías que surgieron fueron tres: el conservadurismo, el liberalismo y el marxismo, "y todas fueron ideologías sistémicas mundiales"18. Las dos primeras aparecen entre 1815 y 1848 y, a partir de éste último año, como un impulso ideológico independiente plenamente desarrollado, el marxismo. De esta forma "después de 1848 el horizonte ideológico se estabilizó; habíamos llegado a la trinidad de ideologías que han enmarcado la vida política de los siglos XIX y XX: conservadurismo, liberalismo y socialismo/radicalismo (conocidos también como derecha, centro e izquierda)"19.
Dado que la "normalidad del cambio" era inevitable, las tres ideologías se dieron a la tarea de cómo debían abordarlo, reduciendo las diferencias entre grupos los tres grupos que si "originalmente eran de principios fundamentales, fueron reduciéndose cada vez más a discusiones sobre la velocidad del cambio: lento si es posible, decían los conservadores; rápido si es posible, decían los radicales; a la velocidad precisa, decretaban los liberales. Esa reducción de los debates a uno solo, más sobre la velocidad del cambio que sobre su contenido, es el origen de las quejas —que fueron acentuándose a lo largo del tiempo— sobre la diferencia mínima que habían hecho los repetidos cambios de gobierno ocurridos en casi todas partes, analizados a mediano plazo, incluso cuando tales cambios eran proclamados como ‘revolucionarios’"20.
De las tres ideologías el liberalismo salió triunfante, erigiéndose en la geocultura dominante de la economía-mundo capitalista haciendo de las dos restantes meros apéndices suyos, "el genio de los liberales consistió en que lograron dominar a las fuerzas populares, por un lado, mediante trucos y retórica (la esperanza de que el medio pastel que ofrecían sería algún día el pastel entero) y por el otro transformando los movimientos de sus oponentes (y en particular de sus oponentes radical/socialistas) en avatares suyos, que de hecho difundían la doctrina liberal de la reforma gradual manejada por especialistas/expertos"21.
El liberalismo se propuso "como solución inmediata a las dificultades políticas tanto de la derecha como de la izquierda. A la derecha le recomendaba las concesiones; a la izquierda la organización política. A las dos les recomendaba paciencia: a la larga se ganaría más (todos ganarían más) siguiendo un camino intermedio. El liberalismo era el centrismo encarnado, y su sirena era muy atractiva. Porque no predicaba sólo un centrismo meramente pasivo, sino una estrategia activa. Los liberales ponían su fe en una premisa clave del pensamiento de la Ilustración: el pensamiento y la acción racionales eran el camino de la salvación, o sea del progreso. Los hombres (raras veces fue una cuestión de incluir a las mujeres) eran naturalmente racionales, potencialmente racionales, por último, racionales"22.
"Pero entonces, ¿qué es el liberalismo, que afirmaba oponerse al conservadurismo por un lado y al socialismo por el otro? La respuesta era formalmente clara pero sustancialmente ambigua. En términos formales, el liberalismo era la vía media, el ‘centro vital’ (para emplear una autodefinición del siglo XX). Ni muy rápido ni muy despacio, sino el cambio a la velocidad precisa"23.
"La vía del medio, de los liberales, basaba su argumentación en dudas acerca de los méritos eternos de las instituciones tradicionales existentes, demasiado sujetas al imperativo de mantener los privilegios existentes, pero también en dudas sobre la validez de las expresiones de la voluntad general, demasiado sujeta a las veleidades de ventajas impulsivas y de corto plazo para las mayorías. Ellos aconsejaban dejar los juicios a los expertos, que evaluarían cuidadosamente la racionalidad de las instituciones existentes y la racionalidad de las nuevas instituciones propuestas, y propondrían reformas mesuradas y apropiadas, es decir, con cambios políticos al paso exacto"24.
"Sus creencias pasaron a ser la geocultura del sistema mundial. Estableció las formas de las estructuras estatales en los estados dominantes del sistema mundial y el modelo al que los otros estados debían, y de hecho todavía deben, aspirar. Y lo más importante de todo, por sus consecuencias, el liberalismo domó tanto al conservadurismo como al radicalismo, transformándolos (por lo menos entre 1848 y 1968) de alternativas ideológicas en variantes o representaciones menores del liberalismo. A través de su triple programa político de sufragio, el estado de bienestar y la creación de la identidad nacional (combinada con el racismo orientado hacia el exterior), los liberales del siglo XIX terminaron efectivamente con la amenaza de las clases peligrosas en Europa. Los liberales del siglo XX intentaron aplicar un programa similar para domar a las clases peligrosas del Tercer Mundo, y por mucho tiempo parecían estar teniendo éxito allí también"25.
Y aquí hay que resaltar algo importante del liberalismo como proyecto político, sus límites: el mismo no podía funcionar como un programa de aplicación mundial para todos los países, regiones y seres humanos, por cuanto el capitalismo es un sistema que privilegia la desigual distribución de ingresos, por eso "en escala mundial el plan de acción liberal no podía haber tenido el éxito que tuvo en escala nacional en los países del centro en el periodo 1848-1914, y más aún después del fin de la segunda guerra mundial. Y eso por dos razones.
Primero, en escala mundial era imposible aportar el tercer elemento de los ‘compromisos históricos’ nacionales —solidaridad nacional— que habían mantenido controlada la lucha de clases. Ese tercer elemento había dado el sello final a los programas nacionales liberales de sufragio y estado de bienestar en Europa occidental y Estados Unidos. Un nacionalismo mundial es teóricamente imposible, puesto que no hay nadie contra quien afirmarlo. Pero segundo, y más importante, la transferencia de ingreso que implicó la institución del estado de bienestar en los países del centro fue posible porque el monto total así transferido no era tan grande que amenazara la acumulación de capital en escala mundial, pero no ocurriría lo mismo si esas transferencias hubieran de repetirse en el mundo entero, especialmente debido a la naturaleza intrínsecamente polarizadora de la acumulación capitalista"26, "la razón era bastante simple: el éxito de la fórmula aplicada en los estados del centro dependía de una variable oculta —la explotación económica del Sur, combinada con un racismo antisureño. En el ámbito mundial esa variable no existía, lógicamente no podía existir"27. En palabras de Marx "la esclavitud encubierta de los asalariados en Europa, exigía como pedestal, la esclavitud sans phrase en el Nuevo Mundo"28.
De ahí que "la geocultura liberal no funcionó tan bien en escala mundial en el siglo XX como había funcionado en el XIX en escala nacional en la zona del centro"29 , el liberalismo solo fue consuetudinario con los estados ubicados en los estadios superiores de la única división del trabajo existente, la capitalista; la palabra todos, para todas las naciones, para todos los individuos, para todas las razas, para todos los enfermos, etc., etc., es incompatible con un sistema excluyente, elitista y desigual como es el capitalismo.
La solución que dio el liberalismo para afrontar la tarea "de contener a las clases peligrosas, primero en el núcleo y después en todo el sistema mundial consistía en conceder acceso limitado al poder político y una participación limitada en la plusvalía económica, a niveles que no amenazaran el proceso de incesante acumulación de capital ni el sistema estatal que lo sostenía"30, por eso fue que venció a las demás y se impuso como la geocultura del moderno sistema mundial capitalista, porque en la etapa de florecimiento y esplendor en la que éste se encontraba, era la que mejor solución daba; obsérvese que todo lo que concedían los liberales revestía un carácter limitado, "el pilar del liberalismo era la esperanza que ofrecía, pero fundamentalmente una esperanza diferida"31.
La solución ofrecida por el liberalismo para aminorar el peligro, que las demandas de las masas populares y clases trabajadoras podían provocar en el ordenamiento social capitalista era, como se ha dicho, hacer concesiones: cierto acceso al poder político y alguna participación en la plusvalía. "Pero el problema era cómo dar a las clases trabajadoras lo suficiente para que no vacilaran en perturbar el orden, pero no tanto que amenazara seriamente la incesante y creciente acumulación de capital que era la razón de ser de la economía-mundo capitalista y la principal consideración de los estratos gobernantes. Lo que se puede decir de los Liberales entre 1848 y 1914 —los Liberales con mayúscula fueron la encarnación política del liberalismo con minúscula, la ideología — es que todo ese tiempo estuvieron temblando, sin saber nunca hasta dónde atreverse, sin saber cuántas concesiones eran demasiadas o cuántas eran demasiado pocas. El resultado político de tanta vacilación fue que los Liberales con mayúscula perdieron el balón, como parte del proceso en que el liberalismo con minúscula triunfó definitivamente como ideología dominante del sistema mundial"32.
El resultado fue que las dos ideologías ubicadas a los extremos de los Liberales abrazaron también el liberalismo: los conservadores, ya que no podían oponerse a las demandas populares, cada vez más legítimas y racionales (¿cómo negar el voto a una mujer por el solo hecho de ser mujer?, por ejemplo), aplicaron la táctica de aceptar el cambio, pero ralentizándolo y haciendo que fuera lo más lento posible, nunca estimularlo y sólo admitirlo "cuando se justifique como necesario para impedir una ruptura mayor del orden social"33; y en el caso de los radicales/socialistas, si bien sus demandas máximas tenían que aparcarlas a un lado, por otra parte, estaban dispuestos con un poco de paciencia, a poder conseguirlas en un futuro, si en un periodo de treinta años más o menos no lograban obtenerlas, siempre quedaba la esperanza (concepto estrella del liberalismo) que ellos o sus hijos tendrían su recompensa en el subsiguiente periodo de treinta años, lo que no se podía conseguir ahora, en un futuro próximo si se podría llegar a alcanzar ("el futuro pertenece por entero al socialismo", "todo tiempo futuro tiene que ser necesariamente un tiempo mejor") eran consignas que se decían y, hasta algunas vallas publicitarias se encargaban de difundirlas a la vista de todos, así fue de sólido el mensaje de ilusión que impregnó en todo y a todos la ideología liberal.
Esa convergencia de las tres ideologías llevó a que "los conservadores se convirtieron en liberales-conservadores y los socialistas en liberales-socialistas"34. "En suma, terminamos con dos tipos de liberalismo. Las alianzas entre conservadores y socialistas, menos probables, fueron en origen apenas tácticas transitorias, pero cabe preguntarse si los diversos ‘totalitarismos’ del siglo XX no son una forma más duradera de esa alianza, en el sentido de que instituyeron una forma de tradicionalismo que era a la vez populista y social. Si es así, esos totalitarismos fueron otro modo en que el liberalismo permaneció en el centro del escenario, como la antítesis en un drama maniqueísta. Detrás de su fachada de intensa oposición al liberalismo se puede encontrar como componente nuclear de las demandas de todos esos regímenes la misma fe en el progreso por la vía de la productividad que había sido el evangelio de los liberales. Así, podemos concluir que incluso el conservadurismo socialista (o el socialismo conservador) fue en cierto modo una variante del liberalismo, su forma diabólica. Y en ese caso, ¿no sería justo concluir que desde 1789 sólo ha habido una ideología importante, el liberalismo, que ha desplegado su bandera en tres versiones principales?"35.
Esa confluencia de las tres corrientes ideológicas trae consigo que "en los sistemas parlamentarios occidentales, las elecciones siempre tienen que ver con el centro. La situación estándar es aquélla en que hay dos partidos dominantes –uno situado un poco hacia la derecha del centro y otro un poco hacia la izquierda del centro. Hay diferencias entre las políticas que estos partidos emprenden cuando están en el cargo, pero hay enormes similitudes. La elección nunca refleja una división política profunda. Más bien se trata de recentrar el centro –que debe considerarse el punto de apalancamiento en el subibaja entre partidos.
Es más rara la situación donde se repudia el centro, y por tanto hay un repudio de los dos partidos principales que giran en torno al centro. Un resultado así arroja la política nacional a trastornos importantes, y en también tiene un impacto considerable fuera del país"36, que es lo que estamos viendo actualmente cuando, producto a los embates de la crisis estructural que azota al capitalismo, el concierto liberal asumido por consenso, aunque con matices, por todas las fuerzas políticas ha saltado por los aires hecho pedazos.
Una periodización del liberalismo como geocultura del capitalismo en sus aproximadamente 500 años de existencia quedaría así:
1789-1815 surgen las ideologías al calor e influencia de la Revolución francesa.
El período 1815-1848 fue de lucha entre las tres ideologías sin que ninguna perdiera su esencia.
De 1848 a 1968 el programa político liberal/centrista dominó la política mundial del sistema capitalista. 1968 es para Wallerstein el año de la defunción del liberalismo como geocultura del sistema capitalista, "yo sostengo que su geocultura [la del capitalismo] apareció con la Revolución francesa y empezó a perder su aceptabilidad general con la revolución mundial de 1968"37.
De 1968 a 1989 el liberalismo pierde credibilidad, "las limitaciones de los liberales eran tan grandes como su genio. Algún día, inevitablemente, quedaría claro que la mitad del pastel nunca podía ser el pastel entero, puesto que si se daba a las fuerzas populares el pastel entero el capitalismo dejaría de existir. Y ese día los movimientos de la Vieja Izquierda, los avatares radical/socialistas del liberalismo, inevitablemente perderían su credibilidad"38, además si se hubiese satisfecho la solicitud contenida en "el lema clásico de la Revolución francesa: ‘libertad, igualdad, fraternidad’. Si se hubiera respondido a esas demandas ya no habría habido economía-mundo capitalista, puesto que habría sido imposible asegurar la acumulación incesante de capital"39, de ahí que Wallerstein en un artículo conjunto con Terence K. Hopkins y Giovanni Arrighi considerara "1989, la continuación de 1968"40.
Resumiendo, si fuera "preciso ubicar el liberalismo en su contexto histórico, yo sostengo [dice Wallerstein] que ese contexto está contenido en los límites de las fechas 1789 y 1989"41. Y si como se ha dicho, la función geocultural del liberalismo ha sido domesticar a las "clases peligrosas", conteniendo sus aspiraciones mediante trucos y retórica, engaños y artimañas, en aras de que sus demandas no interrumpieran la incesante acumulación de capital, entonces podemos afirmar que los 200 años "de esa doma es la historia de la ideología liberal"42, un período largo de dos siglos durante el cual desempeñó un papel notable en la estabilización política del sistema mundial.
Desde el punto de vista de la ideología "después de 1968 el sistema mundial volvió al cuadro ideológico de 1815-1848: una lucha entre las tres ideologías"43.
¿Qué significó entonces 1968 que ha sido como un parte aguas en la historia política del capitalismo?
"Como acontecimiento político, la revolución de 1968 fue una llamarada que se encendió súbitamente y se extinguió de inmediato. Para 1970 no quedaban sino brasas, principalmente en forma de sectas maoístas. Y para 1975 hasta las brasas se habían extinguido. Sin embargo la revolución tuvo efectos perdurables. Deslegitimó el liberalismo reformista del centro como ideología reinante de la geocultura, reduciendo el liberalismo a una ideología más en la competencia, con fuerzas importantes tanto a la derecha como a la izquierda. Desilusionó a gente de todas partes acerca del Estado como instrumento de transformación social. Y destruyó el optimismo acerca de la inevitabilidad del progreso, especialmente cuando su propia carrera meteórica, último avatar de ese optimismo, fue perdiendo impulso hasta detenerse. El ánimo había cambiado"44.
La revolución mundial de 1968 fue al mismo tiempo una revolución "anunciatoria y denunciatoria, que desafió la geocultura liberal, y la subsiguiente evidencia, a partir del decenio de 1970, de que el paquete liberal de concesiones era estéril. En 1968 lo que los estudiantes y sus aliados decían en todas partes —en los países occidentales, en el bloque comunista y en las zonas periféricas— era que la ideología liberal (incluyendo la variante soviética, retóricamente diferente pero sustancialmente similar) consistía en una serie de promesas fraudulentas cuya realidad era de hecho más bien negativa para la gran mayoría de la población mundial. Desde luego los revolucionarios tendían a hablar en términos de las circunstancias específicas de sus respectivos países —que eran diferentes en Estados Unidos y en Alemania, en Checoslovaquia y en China, en México y en Portugal, en la India y Japón—, pero los mismos temas aparecían en todas partes"45.
"Las revoluciones de 1968 se hicieron contra el centro liberal y presentaron el argumento no sólo de que la Vieja Izquierda formaba parte de ese centro liberal, sino también de que ese centro liberal era tan peligroso como los verdaderos conservadores (o más)"46.
"La revolución mundial de 1968 se dio cuando esas masas populares empezaron a dejar el hábito. Por primera vez el mensaje popular antisistémico se volvió en contra de las propias dirigencias de los principales movimientos antisistémicos del mundo: los movimientos socialdemócratas en el mundo occidental; los movimientos comunistas en el bloque del Oder al Yalú; los movimientos de liberación nacional en Asia y África; los movimientos populistas en América Latina. Dejar un hábito nunca es tarea fácil, hicieron falta veinte años para que la revolución de 1968 alcanzara su clímax en 1989 y el desencanto popular con las fuerzas antisistémicas superara el legado de lealtad que dejó el adoctrinamiento anterior, pero eventualmente logró romper el cordón umbilical. El proceso fue impulsado y apoyado por la realidad del hecho, que quedó claro durante las décadas de 1970 y 1980, de que las mejoras sociales del periodo 1945-1970 no habían sido más que una quimera efímera, de que la economía-mundo capitalista jamás podría ofrecer una perspectiva real de prosperidad universal capaz de superar la creciente brecha entre el centro y la periferia"47.
Hay sin embargo, un "cambio posterior a 1968, el que tomó dos décadas para realizarse plenamente, fue la pérdida de fe popular en el gradualismo, o más bien en los movimientos de la Vieja Izquierda que lo habían predicado como forma revolucionaria. La esperanza (y fe) de que los hijos de las masas populares heredarían el mundo se ha hecho añicos, o por lo menos se ha debilitado seriamente"48.
"La caída de los comunismos en Europa central y oriental y en la ex URSS fue simplemente la última fase de la crítica del falso radicalismo que era un avatar del liberalismo anterior a 1968"49.
La desaparición del socialismo en la URSS y Europa del Este (el socialismo realmente existente) y el derrumbe del marxismo-leninismo como fuerza ideológica en el mundo moderno fue festejado por los dueños del capitalismo como un gran triunfo, algunos ignorantes hasta todavía lo celebran, pero "esto es una percepción totalmente equivocada de la realidad. Por el contrario, esos acontecimientos marcaron aún más el derrumbe del liberalismo y nuestra entrada definitiva en el mundo ‘después del liberalismo’"50, "muchos piensan que el derrumbe de los comunismos en 1989 marca un gran triunfo del liberalismo. Yo creo que más bien marca la caída definitiva del liberalismo como cultura geopolítica definitoria de nuestro sistema mundial"51.
"El liberalismo nunca fue una doctrina de la izquierda, siempre fue la quintaesencia de la doctrina del centro"52.
Pero la revolución de 1968 significó algo más, "los efectos inmediatos y más visibles de 1968 fueron suprimidos o desarmados en los dos o tres años siguientes. Pero la revolución mundial de 1968 tuvo un efecto inmediato perdurable, y un efecto que se hizo sentir en las dos décadas siguientes. El efecto inmediato perdurable fue la destrucción del consenso liberal y la liberación tanto de los conservadores como de los radicales de la sirena del liberalismo. Después de 1968 el sistema mundial volvió al cuadro ideológico de 1815-1848: una lucha entre las tres ideologías. El conservadurismo ha venido resurgiendo, con frecuencia bajo el falso nombre de neoliberalismo, y ha resultado tan fuerte que hoy, lejos de presentarse como una encarnación del liberalismo, es el liberalismo el que está empezando a presentarse como una encarnación del conservadurismo. Al principio, el radicalismo/socialismo intentó resucitar en varias formas: los múltiples y efímeros maoísmos de comienzos de la década de 1970 y los llamados movimientos de la Nueva Izquierda (verdes, movimientos de identidad, feminismo radical y otros) que han vivido más tiempo pero no han logrado librarse por entero de la imagen de avatares del liberalismo anterior a 1968. La caída de los comunismos en Europa central y oriental y en la ex URSS fue simplemente la última fase de la crítica del falso radicalismo que era un avatar del liberalismo anterior a 1968"53.
Es por todo ello que "la revolución mundial de 1968 marcó un punto de viraje de la historia de nuestro moderno sistema mundial en muchos sentidos"54.
Al llegar a esta altura del estudio aportes teóricos de Immanuel Wallerstein nos encontramos con una simbiosis de acontecimientos y fenómenos que interactúan y se manifiestan al mismo tiempo: la crisis estructural, el caos-bifurcación y el fin del liberalismo como la ideología que le dio cohesión y estabilidad al sistema en los últimos 200 años, también en la variante que de la misma asumieron los movimientos antisistémicos en sus afán por transformar el capitalismo en una sociedad más democrática y justa, participativa e incluyente.
¿Qué estrategia adoptaron en su lucha contra el capitalismo los movimientos antisistémicos en sus distintas versiones: socialdemócratas, comunistas y movimientos de liberación nacional?
¿Por qué fracasaron?
¿Qué estrategia de lucha y línea de acción propone Immanuel Wallerstein para superar el capitalismo?
Y lo más importante, qué opciones tenemos, según Wallerstein, de ganar en esa batalla.
Estos son los temas que se abordarán en la siguiente entrada.
Notas.
* Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 43. El autor no conoce una definición de democracia que, a riesgo de caer en una simplificación excesiva, peligro que acecha a toda síntesis, refleje tan profundamente dicho concepto.
** Ibidem, Pág. 42.
*** Wallerstein, Immanuel. Discurso principal pronunciado en la conferencia "State and Sovereignty in the World Economy" Universidad de California en Irvine, 21-22 de febrero de 1991. Forma parte del libro Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 81.
Robert Kurz dice en su libro, El colapso de la modernización que, "como la ‘autonomía’, ‘autogestión’ y la ‘democracia de base’ se proponían de forma ahistórica e ilustrada sin conceptualizar la estructura fetichista básica del sistema de producción de mercancías, harán valer al cielo el ideal burgués de la libertad, igualdad y fraternidad en contra de la realidad burguesa. Esta ilusión subjetiva burguesa no expió nada de su carácter mágico desde la Revolución francesa, y por eso sigue sonando sin descanso". Kurz, Robert. El colapso de la modernización. Editorial Marat, Primera edición en castellano.2016. Pág. 74.
1. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 149.
2. Ibidem, Pág. 148.
3. Ibidem, Pág. 163.
4. Ibidem, Pág. 149.
5. Ibidem, Pág. 163.
6. Ibidem, Pág. 149.
7. Ibidem, Pág. 96.
8. Wallerstein, Immanuel. El moderno sistema mundial III. Editorial Siglo XXI. Segunda edición aumentada, nuevo prólogo. Pág. 73. En otra parte de este libro agrega "la revolución creó una situación de quiebra del orden público, a tal grado, que surgiera el primer movimiento antisistémico (es decir, anticapitalista) significativo de la historia del moderno sistema mundial, el de las ‘masas populares’ francesas. Y esto no porque la Revolución francesa fuera una revolución burguesa, sino precisamente porque no lo fue". El moderno sistema mundial III. Editorial Siglo XXI. Segunda edición aumentada, nuevo prólogo, 201. Pág. 154-155.
9. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 150.
10. Ibidem, Pág. 149-150.
11. Ibidem, Pág. 253.
12. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 80.
13. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 167.
14. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 46.
15. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 166.
16. "Las ideologías fueron sólo una de tres formas de enfrentar esa situación. Las otras dos fueron las ciencias sociales y los movimientos antisistémicos. Examino en detalle esto e intento especificar las relaciones entre las tres formas en La Revolución francesa como suceso histórico mundial, en el libro Impensar las ciencias sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos. Pág. 9-27. (Nota al pie de página) Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 77.
17. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 96.
18. Wallerstein, Immanuel. Impensar la ciencias sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos. Editorial Siglo XXI. Segunda edición en español, 1999. Pág. 19.
19. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 103.
20. Ibidem, Pág. 47.
21. Ibidem, Pág. 50.
22. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 253-254.
23. Ibidem, Pág. 151.
24. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 167.
25. Ibidem, Pág. 167-168.
26. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág.106-107.
27. Ibidem, Pág. 42.
28. Marx, Carlos. El Capital. Tomo I. XXIV La llamada acumulación originaria. Epígrafe 6. Génesis del capitalista industrial. (lo hacemos así por la amplia variedad de ediciones que hay sobre el mismo)
29. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 139.
30. Ibidem, Pág. 42. (subrayado nuestro).
31. Ibidem, Pág. 43.
32. Ibidem, Pág. 99.
33. Ibidem, Pág. 97.
34. Ibidem, Pág. 103.
35. Ibidem, Pág. 91.
36. Wallerstein, Immanuel. Comentario 329, 15 de mayo 2012. Elecciones europeas: ¿se sostiene el centro? Periódico mexicano La Jornada, 20 de mayo de 2012. Estos comentarios se publicaban quincenalmente en la página web del Centro Fernand Braudel de la Universidad Binghamton y La Jornada los reproducía posteriormente en idioma castellano. https://www.jornada.com.mx/2012/05/20/opinion/026a1mun Exactamente dos años después volvió a reiterar la misma idea "Se supone que nuestro moderno sistema-mundo permite que las élites que sostienen las riendas del poder del establishment debatan unas con otras y luego lleguen a algún arreglo que puedan garantizar. Normalmente estas élites se colocan en dos campos básicos –centro/derecha y centro/izquierda. Hay, de hecho, diferencias entre ellas, pero como resultado de los arreglos el monto del cambio a lo largo del tiempo ha sido mínimo". Wallerstein, Immanuel. Comentario 377, 15 de mayo 2014. El centro no se está sosteniendo muy bien. Periódico mexicano La Jornada, 15 de mayo de 2014. https://www.jornada.com.mx/2014/05/24/mundo/020a1mun
37. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 149.
38. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 50.
39. Ibidem, Pág. 81.
40. Arrighi, G., T. K. Hopkins e I. Wallerstein. Movimientos antisistémicos. Madrid, Akal. pp. 99-119.
41. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 95. "El aglutinante ideológico de la economía-mundo capitalista desde 1789 hasta 1989 fue el liberalismo (junto con su correlato, aunque no derivado, el cientificismo). Las fechas son bastante exactas. La Revolución francesa marca la entrada del liberalismo al escenario político del mundo como opción ideológica significativa. La caída de los comunismos en 1989 marca su salida". Ibidem, Pág. 95.
42. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 80.
43. Ibidem, Pág. 51.
44. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 56.
45. Ibidem, Pág. 159-160.
46. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 244.
47. Ibidem, Pág. 174-175.
48. Ibidem, Pág. 51.
49. Ibidem, Pág. 51.
50. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 3. Resaltado de Wallerstein.
51. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 5.
52. Wallerstein, Immanuel. Después del liberalismo. Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2011. Pág. 3.
53. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Primera edición en español, 200l. Pág. 50-51.
54. Ibidem, Pág. 54.