La estrategia fallida de la extrema derecha y la resistencia popular

Al asumir por primera vez Hugo Rafael Chávez Frías la presidencia de Venezuela, quienes formaban parte de las minorías dominantes que regían los destinos del país desde 1959 percibieron que los cambios que éste anunciara -incluyendo una nueva Constitución- habrían de destruir su cómodo y privilegiado modo de vida; haciendo creer al resto de la gente que sus intereses amenazados por el «castro-chavismo» eran los mismos que los de ella, razón suficiente para derrocar al osado «dictador zambo» que ahora, por culpa de la ignorancia popular, se hallaba instalado en el palacio de Miraflores. De pronto, los miembros de la encopetada alta y media sociedad se halló en las calles de Caracas y otras ciudades venezolanas protestando en defensa de sus derechos «vulnerados» y exigiendo del gobierno de Estados Unidos una invasión militar que los salvara y restituyera el orden desmantelado por la «chusma» o las «hordas» chavistas que vitoreaban alegres a su líder carismático. No les importó que la presidencia de Chávez Frías fuera el resultado de unas elecciones de acuerdo a la normativa electoral aplicada durante todo el período de la democracia representativa ni que, desde el gobierno, se empezaran a emitir una serie de medidas socio-económicas en favor de los sectores sociales menos favorecidos, marginados durante décadas. Lo importante para estas minorías está centrado en recuperar el poder perdido y manejar los recursos económicos generados por el Estado a su entera complacencia, con empresas parasitarias incapaces de alcanzar un desarrollo capitalista independiente, atadas como lo están (o quisieran tenerlas) a la cola de las grandes empresas transnacionales estadounidenses.

Por eso, otorgarle a estos grupos minoritarios una categoría ideológica sería reconocerles su disposición política de hacerse parte del ejercicio democrático; cosa que jamás han demostrado durante el espacio de veinticinco años consecutivos, implementando diversos métodos de violencia, destrucción, crueldad y terrorismo mediático con los cuales, aparentemente, los sectores populares dejarían de apoyar, en su momento a Hugo Chávez y, en el presente, a Nicolás Maduro. En medio de su estrategia de desestabilización fallida siempre han contado con el respaldo del imperialismo yanqui, siendo éste el impulsor directo de la aplicación de sanciones unilaterales y conjuntas con que se persigue ahogar la economía venezolana. Su fracaso, sin embargo, no los desanima. Siguen creyendo que sus acciones son correctas y moralmente aceptables, así ellas causen muertes de seres humanos, incluso de sus propias filas, como en los sucesos que desembocaron en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, sin que se sientan responsables de los daños causados en cada güarimba, mostrando una acentuada insensibilidad en relación con lo que es ajeno a su mezquina visión del mundo. Por todo esto, los sectores revolucionarios organizados tienen una misión importante que cumplir y cuyo objetivo principal ha de ser desmantelar por completo las matrices de opinión que tratan de implantar los grupos de la derecha extremista en la psique colectiva, gracias, en gran parte, al uso de las diferentes plataformas de internet con que divulgan y replican una serie de noticias falsas respecto a la falta de legitimidad del gobierno venezolano.

Estos episodios de la historia reciente del país no están demás recordarlos, al mismo tiempo que se resalta la lucha de resistencia con la cual los sectores populares han sabido enfrentar los planes desestabilizadores, antidemocráticos y antinacionales de la derecha reaccionaria junto con sus patrocinadores internacionales. Aún con unos dirigentes que, bien examinados de cerca, no podrían catalogarse de revolucionarios. A pesar de este último elemento, debe implementarse una vasta campaña de formación y de información sobre lo que significa el proceso revolucionario bolivariano sin limitarse nada más que a aplaudir y a corear consignas. De ese modo podrá cimentarse la conciencia política adquirida por el pueblo durante todo este tiempo, lo que contribuirá a avanzar en la profundización de los cambios revolucionarios más allá de ganar todas las elecciones que aquí se realicen y, en consecuencia, de copar todas las instancias del Estado. Armado de esa forma, el pueblo podrá vencer cada uno de los intentos de la derecha ultrareaccionaria de acabar con su derecho a la participación y al protagonismo político, labrando su propio destino sin dependencia de ningún poder extranjero. Incluso trascendiendo el marco de referencia de quienes controlan el poder del Estado burgués liberal establecido.



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Homar Garcés


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